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Una reacción inusitada

Alejandro Zapata Perogordo.- Después de salir a la luz pública el escándalo de la “casa gris”, donde se exhibe al hijo del presidente viviendo en una lujosa mansión en Houston, TX, propiedad de un ejecutivo de una empresa contratista de Pemex, su reacción fue verdaderamente inusitada, sorprendente y a todas luces ilegal.

El asunto ha derivado en una escalada enorme; no es para menos, la bandera tomada por López Obrador desde hace años, ha sido la austeridad y el combate a la corrupción. Pues bien, en este episodio esos elementos contradicen el discurso y hacen presumir que un miembro de su familia se encuentra involucrado en conflicto de intereses.

Lo anterior tiene sentido con relación al hecho de que la esposa de su hijo se desempeña como cabildera y asesora de empresas petroleras, aspectos que ameritan una investigación para deslindar cualquier responsabilidad al respecto.

Sin embargo, lejos de curarse en salud, el titular del Poder Ejecutivo optó por denostar y descalificar al comunicador de la noticia, circunstancia por demás deleznable, al atropellar no solamente a la persona que da a conocer un hecho relevante, sino también por el atentado en contra de la libertad de expresión y el derecho de los ciudadanos a ser informados.

En vez de actuar conforme lo establecen la prudencia y el derecho, elige la venganza, circunstancia significativa, donde cobra relevancia el dicho popular que dice: “la mejor defensa es el ataque”, la cuestión es, si en realidad no se ha realizado ningún acto al margen de la ley, ¿de qué se iba a defender? Simplemente bastaba la transparencia e investigar a profundidad esos hechos.

No obstante, esa actitud hace crecer la suspicacia de que algo se esconde, máxime la explicación vía redes sociales del vástago, que despierta muchas interrogantes dejando la impresión de una improvisada coartada para ocultar la verdad, al resultar poco verosímil su declaración.

Este asunto no va a terminar ahí, pese a los distractores mediáticos del presidente, ha sido manejado con tal torpeza, que se está convirtiendo en todo un símbolo por la incongruencia que encierra; mientras uno procura identificarse con la marginación y la pobreza, el otro exhibe una vida privilegiada de lujos, excesos y abundancia, que solamente tienen acceso a ella las élites más pudientes.

Atrás quedaron las culpas al pasado neoliberal, los fifís corruptos, la mafia del poder y todos aquellos epítetos utilizados para trazar una línea de diferencia con esta administración, cuando vemos a diario que no se ha podido combatir con eficacia ni la corrupción ni la inseguridad, continúan los mismos vicios contra los que dice luchar, pero ahora arropados con la bandera de la mentira y el engaño.

Este país no va a cambiar mientras no se respete el orden legal, el imperio de la ley, el Estado de Derecho, con instituciones sólidas; sin embargo, ello no va a ocurrir si desde la cúpula del poder se actúa al margen de la legalidad, se concentra el poder, se habla con mentiras y se impulsan los rencores y la venganza.

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