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Tomar un respiro está bien

Carlos Villalobos.- Recientemente, al estar inmerso en un par de proyectos profesionales y personales, me he dejado llevar por frases típicas como “El tiempo es oro”, “Cada segundo cuenta”, “Estoy joven, un refresco de cola y a seguir dándole”… Todo esto como si no hubiera mañana o mi energía llegase a su fin.

De pronto, como hace mucho tiempo, sentí mi cuerpo débil, no podía respirar y los ojos me pesaban demasiado, el primer pensamiento fue “después de dos años, por fin me infecté de COVID”. De inmediato, procedí a realizarme una prueba, la cual afortunadamente fue negativa. Pensé entonces que sería “una gripita” y probablemente al siguiente día pasaría. Seguí con mis actividades forzando mi cuerpo aún más. Al otro día me sentí peor.

Una sopa, un ibuprofeno y todo estaría arreglado seguramente, pensé. ¡Grave error!

Soy afortunado, la gran mayoría de mis actividades las realizo mediante el trabajo en casa y gracias a las tecnologías de la información; sin embargo, estar en ocasiones más de 12 horas detrás de un computador sin descansar no es algo sostenible. El cuerpo tiene vida y la vida, a veces exige parar y tomar un respiro. ¿Cómo tomar un respiro? La economía mundial está tronando, una guerra amenaza los precios de productos de primera necesidad, hay que trabajar, hay que comer. Sí, pero también hay que vivir, pero sobre todo, descansar y cuidar de uno.

En México, de acuerdo a la estadística realizada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), 8 de cada 10 personas sufren de estrés crónico laboral, mejor conocido como Burnout. El burnout es un término no tan nuevo que se acuñó en 1974 y no fue hasta 1990 que se reconoció en la Clasificación Internacional de Enfermedades de la OMS y se refiere al “resultado del estrés crónico en el trabajo que no se ha manejado con éxito”. 

En México el número de personas con “burnout” es casi el doble de habitantes del Valle de México; es decir, 39 millones 750 mil de acuerdo a la proyección más reservada.

A veces este espíritu meritocrático que se nos ha recitado hasta el cansancio de que “más trabajo es más productividad”, es lo que probablemente ha hecho que las condiciones para las personas que están en edad productiva disminuyan su calidad de vida, prevaleciendo el mantra de “ponerse la camiseta”.

México, a pesar de ser uno de los países que registra mayores estadísticas en este sentido, es de los países que menos ha hecho cambios al respecto. Considerando que un adulto promedio, en el mejor de los casos, pasa 8 horas laborando, es fundamental que se legisle al respecto o que al menos como trabajadores se nos capacite en este sentido. 

La tarea no es sencilla, y no me malentiendan, a veces no es toda la culpa de los empleadores, a veces como empleados debemos escoger nuestras batallas, pero justo ahí radica la dificultad, en ocasiones ni empleadores ni empleados, sabemos cómo reaccionar.

¿Qué se debería hacer? Pues la cosa no es sencilla, ya que se debe impulsar desde cada una de las esferas sociales que equilibremos nuestra vida personal y laboral, capacitación y concientización constante en centros de trabajo acerca del burnout, aumentar los espacios de esparcimiento, saber escoger los tiempos para cada cosa, dejar de aplaudir actitudes como “el pobre es pobre porque quiere”, priorizar la salud física y mental; pero sobre todo, fomentar el acceso a mayores y mejores condiciones de vida a todas y todos.

Mientras tanto, he decidido reflexionar acerca de mis tiempos, mis actitudes y mis usos y costumbres. Mi cuerpo me exigió parar y lo hice; solo fue una advertencia. De momento hoy me toca poner todo en perspectiva, la salud mental también es tarea de todas y todos.

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