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Terrorismo selectivo C19

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Terrorismo selectivo C19

Raúl Ruiz.- Desinformarse a través de los ultracrepidianos y las fake news nos lleva irremediablemente a creer que el virus es un monstruo que al momento de adherirse a nuestro cuerpo, nos carcomerá como si fuera un vitriolo.

Todos sabemos ya lo que son las Fake news. Es parte de nuestro lenguaje coloquial. Pero ¿y los ultracrepidianos? Son esa gente que opina sobre todo lo que escucha sin tener idea, pero pensando que sabe mucho más que los demás.

Dice Valeria Sabater, en un artículo que publica para una revista de psicología: “Los ultracrepidianos, lejos de estar en peligro de extinción, aparecen más cada día. Son esas personas que opinan sobre todo, sin tener conocimiento de nada. Son los que nunca se callan, los que nos corrigen, los que tienen sugerencias para casi cualquier tema, los que quieren arreglar el mundo casi cada día y aquellos que infravaloran a los auténticos expertos en un área.”

A mí me ocurre seguido, de hecho puedo decir que tengo mis ultracrepidianos de cabecera. Pero, es por ellos que perviven mis publicaciones.

En un debate reciente, donde yo aseguro que es mucho más el miedo que nos infunden con la información sobre la pandemia que los resultados mortuorios en el planeta, y dónde pido dejen de esparcir el terror para evitar efectos irreversibles en la psique de la masa desinformada. Aparecen mis ultracrepidianos a responder en contra. A defender su pánico.

No soy el único que piensa así. Aquí un fragmento de una lectura que coincide con mi análisis sobre el miedo.

“El miedo como instrumento de presión” (Xabier F. Coronado – La Jornada)

“El miedo que paraliza, el que nos hace retraernos y nos impide reaccionar para superar sus causas. Este otro miedo es el que puede ser manipulado para dominar a otros.

A nivel colectivo, los poderes fácticos que gobiernan nuestra sociedad utilizan el miedo para someter a los individuos y mantenerlos en un estado de bloqueo que limite su acción y sus criterios.

En la historia de la humanidad, la utilización política y religiosa del miedo está bien documentada.

Ese miedo colectivo nos mueve a actuar de manera condicionada o a aceptar situaciones impuestas por temor a rechazarlas ¿Quién nos inculcó el popular “ni modo”? Quien lo haya hecho consiguió la perpetuación de la desigualdad, la injusticia y la falta de solidaridad ante el temor mezquino de que si actuamos las cosas podrían empeorar para nosotros.”

Siempre que tengo dudas, pido consejo y asistencia a mi anacoreta de cabecera.

¿Quién inflige el terror? Le pregunté. ¿El PODER?…  Mi ANACORETA le da un sorbo a su té de moringa (esta vez con un poco de ron Potosí) y comienza a pontificar:

– En la lucha por la hegemonía cultural, la subjetividad del individuo la impone la clase dominante.  El poder hegemónico impone el miedo como instrumento de control de las masas.

Recordarás a Antonio Gramsci quien escribió: “el sentido común” es la filosofía de los no filósofos. Una concepción del mundo absorbida acríticamente por el hombre medio” y añade: “el sentido común vulgar (…) es dogmático, ávido de certezas perentorias” (…)

¿Estás al tanto que la represión que ejerce la clase gobernante no basta para garantizar un orden social estable y por lo tanto es necesaria la subyugación ideológica?

Así es maestro, le comento.

Ésta se da en un complejo proceso por el cual la élite gobernante difunde su visión del mundo, de modo que es aceptada como de sentido común y prácticamente incuestionable.

– Así es. Continuó. Esto es lo que Gramsci llamó “hegemonía”, un disimulado modo de dominación de clase que explica porqué los trabajadores pueden acabar convirtiéndose en fascistas en vez de revolucionarios.

En mi post pido que ya, ¡por vida de Dios!, dejen de infundir terror, porque el daño psicólogico causado a la masa ignorante puede ser irreversible. Y me dice:

– El “daño psicológico” es parte del control de la subjetividad del individuo social, por la hegemonía dominante (Neoliberalismo-globalización).

El daño psicológico es el MIEDO… Para que ese daño sea “reversible” se requiere que en la lucha por la hegemonía cultural, las masas sean concientizadas de su condición de sometidos.

Luego, alguien con el insano intento de aplicarme a la inversa el calificativo de ultracrepidiano, pregunta: Define “masa informada”. Y respondo… La masa, “informada”, para mí, no es solo la que lee las noticias, leer lo que el poder le ofrece; se requiere pensamiento crítico… Pensar.

Se requiere que esa gente “informada” entienda qué son los valores del poder, y cuáles son los suyos como mayoría sometida a esa hegemonía cultural.

A diferencia de lo que sucedía en los gobiernos totalitarios y/o dictatoriales del siglo pasado, hoy no se somete a las sociedades quitándole la libertad al conjunto de sus miembros.

De una forma más sofisticada, se aplica una especie de terrorismo selectivo que obtiene los mismos objetivos, por el altísimo impacto que tienen en la opinión pública las acciones en contra de un reducido grupo de ciudadanos, gracias a la multiplicación de noticias que canalizan los modernos medios de comunicación.

Y obvio, los repartidores del miedo… Los ultracrepidianos. Tenemos derecho a vivir sin miedo. El primer paso será vencer el miedo.

El poder y el miedo son dos elementos dinámicos que juegan un papel fundamental en la dimensión represiva que conlleva una práctica política imperfecta como la vigente, a la que, por ingenuidad o ignorancia, una amplia mayoría reconoce como democracia. Esto lo podrán ustedes leer en algunas obras de Noam Chomsky.

Yo solo las leo, asimilo un poco de su conocimiento, y luego las repito como perico. Mi capacidad intelectual es limitada.

Y hablando de limitaciones, vivimos una democracia limitada, manipulada y establecida desde el poder como una estrategia para el mantenimiento de eso que llaman “paz social”, tan necesaria para que los de arriba sigan dominando y enriqueciéndose sin poner límites a su avaricia.

Debo concluir con este colofón… el poder y el miedo no son signos exclusivos de esta época. La historia está plagada de esto. A mí me toca solo darle relevancia y pedirle a mis lectores, no se dejen atrapar por el terror.