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La Resurrección de Jesucristo el Señor

Antonio Fernández.-Ha expuesto Jesucristo Nuestro Señor: “Del corazón salen pensamientos malos, homicidios, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, blasfemias. He aquí lo que mancha al hombre”.
Volviendo a los discípulos, cada uno en su interior se entristeció, no se hacían a la idea de que va a morir su Maestro, aunque dejó para el último la esperanza, la obra de su redención, de vencer la muerte causada por el pecado: “Mas tres días después resucitará”…
Conoció que a todo lo anterior han estado atentos, o sea su dolor es su muerte, no hay gozo de la anunciada por Él de su resurrección y lo que había anunciado de redimir al mundo del pecado.
En ese momento no entendían de ello, les resulta imposible que vuelva a la vida del que son testigos. Resucitó al hijo de la viuda de Naím, a la hija de Jairo, ser testigos de la resurrección de Lázaro, hechos que se desapareció en corazón.
El agobio los envolvió y con ello no vino a su mente que toda profecía de su Maestro se convertía en hecho, predomina la idea de que al morir todo acaba.
¿Cómo va a resucitar? Dispongamos nuestro pensamiento al momento de la Pasión de Cristo Nuestro Señor meditando el valor espiritual y de salvación que con su Resurrección hemos recibido, fue la victoria de Cristo Nuestro Señor gozo, así es también en el cristiano católico.
Bueno es recapacitar las múltiples humillaciones que Jesús hubo de padecer de los hombres a los que vino a salvar del pecado porque como Dios su padre, Él también los ama.
“Díjole, pues, el sumo sacerdote: Yo te conjuro por el Dios vivo que nos digas si Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios. Jesús le respondió: Tú lo has dicho. Y Yo digo: desde este momento veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y viniendo sobre las nubes del Cielo. Entonces rasgó sus vestiduras, diciendo ¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos?”
El Sumo Pontífice sabe que Jesús ha hablado con verdad, conoce a fondo las escrituras, la ley y los libros sagrados y todos convergen en que Jesucristo Nuestro Señor es el Hijo de Dios esperado por ellos desde siglos.
Baste recordar que Herodes cuando supo que los Reyes Magos preguntaron en Jerusalén: “¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido?”, convocó a todos los principales sacerdotes y a los escribas donde debería nacer el Cristo.
Preguntaba porque era hombre celoso del poder, siempre estaba alerta a quitar la vida de quien se atreviera a arrebatarle el poder, lo importante es que la gente del templo le dijeron: “En Belén de Judea, porque así está escrito por el profeta”.
Ello de manifestado el conocimiento de que a los treinta y tres años Jesucristo Nuestro Señor inicia su vida pública, ya lo esperaban, por eso creyendo van a Juan el Bautista y lo interrogan: “¿Quién eres tú? Él confesó y no negó; y confesó: Yo no soy el Cristo”.
Para el sanedrín quedó claro que el Mesías esperado estaba entre ellos, con ello se entiende que bien sabían que Jesucristo Nuestro Señor era el esperado, mas al escuchar su doctrina de perdón al prójimo, no matar al enemigo, si te golpean una mejilla poner la otra, su doctrina estaba en contra de lo que esperaban de Él: la expulsión del poder romano, el poder del mundo.
Todo lo predicado por Nuestro Señor contradecía a sus intereses, está ahí la razón de su rechazo, pero cuando la perversidad del hombre domina sus actos, en su desesperación busca medios absurdos e inimaginables para obtener sus propósitos.
Por eso, en un arrebato de exaltación, creyeron los del sanedrín haber encontrado el pretexto que buscaban, surge de su boca la sentencia con la que creían confirmar y dar por terminado su “juicio”. El pontífice en un acto farisaico de falso dolor ante el pueblo para que le crea rompe sus vestiduras dando énfasis a su dicho.
Luego “Le escupieron la cara, y le maltrataron a puñadas (puñetazos) y otros le dieron bofetadas, diciendo: adivina Cristo, ¿Quién te ha herido?” Otros golpeando con ira y burla lo ultrajan al decirle: ¿Adivina?
¡Claro que Jesús no estaba para adivinar! Porque el Señor sabe quién lo golpea, ultraja, se burla de su divinidad, el miserable que intenta engañarle que creyendo no lo ve peca con mayor gravedad cuando dice en sus adentros, no se va a enterar.
Así como ellos, muchos al paso de los siglos profanan la divinidad de Hijo de Dios hecho hombre, lo que es bueno para el cristiano católico: Cristo padeció esto y más toda su vida, lo hizo por lo que el mundo no quiere entender o se hace disimulado: la salvación de las almas.
Cristo se ofreció a sí mismo en el altar de la Cruz, hoy los adversarios que falsamente acusaron, persiguieron, insultaron y encarnecieron llevándolo a morir en la Cruz como un criminal, deben estar pagando la exaltación de su injuria.
Por eso la pregunta: ¿Y tú también, lo golpearás? ¿Serás como el pueblo que ocho días atrás lo aclamó: “¡Bendito el que viene en nombre del Señor!”… Para luego traicionarlo?
No nos admiremos, cuántas veces prometemos, arrepentidos suplicamos su perdón, se acude a su sagrado corazón amoroso a nadie negado en todo momento lo ofrece, aunque se vuelva a caer la conciencia invita retornar a Él, pero cuando la tentación exacerba la pasión todo propósito queda en el aire, el pecador cae, una y otra vez en caída libre al precipicio que no se le ve fin.
Jesús continuó a su Pasión camino al triunfo de la Resurrección de Cristo deseada desde su venida al mundo; ¡La Resurrección del Señor! Anuncia Jesús a los discípulos.

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