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Rosario

Daniel Valles.- Nadie más sonriente en 2012 que la maestra Rosario Robles. Llegaba con la administración de Enrique Peña Nieto y ocuparía la Secretaría de Desarrollo Social.

Rosario, una mujer de izquierda, había operado a favor del PRI y le había dado la espalda al partido del que había sido la presidente nacional, al PRD y a su candidato, Andrés Manuel López Obrador. Esto era más grave que lo primero.

Desde el inicio de la administración “peñista”, Rosario Robles lo dejó en claro. Ella era una mujer de izquierda y “no se afiliaría al PRI, porque a la izquierda la llevaba en el corazón”.

Rosario ha sido una mujer de la política a la que tengo años siguiendo y con quien he polemizado por sus artículos que le publicaba Milenio y sus comentarios cuando los hacía con el periodista Pepe Cárdenas.

Siempre comenté o escribí sobre sus opiniones. Ella siempre hizo de la manera en que hace casi toda la gente de la izquierda cuando son oposición. “Pontifican” o al menos creen que lo hacen. 

Ya luego cuando llegan al poder, cuando es hora de demostrar que sus hipótesis son valederas, que funcionan, no pueden convertirlas en tesis por lo mismo. ¿Qué pasa? Se acomodan en los lugares que atacaron y se acoplan a los sistemas y modos que criticaron. Hacen lo mismo que los de la derecha. Son iguales. Son humanos.

Rosario fue una mujer de izquierda en un gabinete del PRI, un partido que, si bien nunca fue de derecha, sí es centro tirando a izquierda a veces y derecha tirando al centro en otras. Entonces, ¿traicionaba Rosario sus convicciones? ¿Eso le sería tomado en su contra en la administración priista?

Las respuestas correctas son: nunca y para nada, respectivamente. Así lo dejó en claro en sus primeras declaraciones y en las últimas que hizo como funcionaria. 

El 5 de septiembre de 2018, Rosario declara en entrevista que la prensa publica en esa fecha: “soy una mujer de izquierda, comprometida con una visión progresista, defensora del Estado laico, convencida de la trascendencia de la participación social y la justicia para las mujeres… Como ciudadana libre, seguiré en la política en los espacios disponibles, sin partido, o en un espacio “que yo misma crearé”… “hay muchas trincheras, trabajaré por las causas que tienen que ver con mi país ocupándome de las causas fundamentales, las de izquierda progresista”.

Al tiempo se fue al Reclusorio en la CDMX, donde permanece hasta el día de hoy y desde agosto de 2019. ¿Por qué fue a la cárcel? ¿Por haber presuntamente desviado recursos en lo que se llama pomposamente Estafa Maestra o por haber traicionado a sus excompañeros perredistas entonces, morenos hoy?

Se le imputa el desvío de recursos, algo que no se ha probado hasta el momento. Tampoco se dice que es inocente.  Sin embargo, ante una sobreoferta de combate a la corrupción por funcionarios del sexenio saliente, el actual régimen llega al poder y al menos, la gente que por ellos votó esperaba que el 2 de diciembre de 2018, de Peña Nieto para abajo, hombres y mujeres corruptas estuvieran en la cárcel. 

La realidad, solo Rosario ha llegado a ese sitio de entre las personas que formaban la plana mayor del gabinete de Peña Nieto. ¿Por qué? Vaya usted a saber. Se puede especular todo lo que se desee. Lo cierto es que a Rosario, le tenían una cuenta por separado. Digo yo.

La operación de 2011 no se olvida. Y menos a los que ganaron la elección de 2018 porque habían perdido en 2012. La mujer de izquierda que antes había defendido no solo las causas de su partido, el PRD, era entonces una total y férrea seguidora del eterno candidato perredista al que apoyaba ciegamente. Ella decía: 

“Solo Andrés Manuel puede garantizar la permanencia del partido en el poder”. Cuando le entregaría a AMLO el gobierno del DF, entonces, el 5 de diciembre de 2000. Eran amigos y eran aliados cuando Andrés llega al gobierno de la capital de la república. 

Doce años después Rosario operó en contra de todos sus amigos del PRD convertidos en Morena. Se dice, se rumoró y se comentó que Rosario le llevaría millones de votos a Enrique Peña Nieto. El voto de las mujeres que lideraba en el PRD.

Desde 2019, Rosario Robles se convirtió en tema recurrente ante las supuestas presiones para que declarara sobre la “Estafa Maestra” y contra los compañeros de gabinete peñista. Ella aseguraba que no había nada que decir. 

Se hacían evidentes los manejos políticos de su caso. Estaba pagando todas las que le tenían apuntadas en una larga lista. Sobre todo, se dice, se rumora y se comenta, por el matrimonio Bejarano Padierna, que es otra historia.

Ahora Rosario dice que contará la versión de lo sucedido con la llamada “Estafa Maestra”, que hablará con la verdad sobre lo que ya dijo no había sucedido, que la esculcaran, que estaba limpia, pero ahora lo haría en calidad de testigo protegido. 

Algo así como dime lo que quiero escuchar y necesito Rosario y te vas a tu casa. Y ella ha aceptado cuando se ha dado cuenta que está por pasar su segundo invierno en la cárcel y en el entendido de que ese es el peor lugar para ver pasar el tiempo.

Ahora le toca decidir a quién mencionará o inculpará. Sabe que lucha por su vida, por su sobrevivencia. Dirá lo que tenga que decir y mucha gente creerá lo que diga, porque es lo que quieren oír, porque lo esperan, porque lo desean y necesitan escuchar. 

Pero sabemos que bajo presión se obtienen las confesiones y las declaraciones que se requieran. Viene una elección muy importante el año entrante y todos los partidos la quieren ganar a como sea. Rosario quiere irse a su casa. Entonces, dirá lo que necesite decir, pero nunca dirá, El Meollo del Asunto.