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México ensangrentado

A lo largo de la historia, no ha habido ni un solo gobernante ni rey, que no haya tenido responsabilidad en muertes. Javier Marías, escritor español

Cuauhtémoc Monreal Rocha.- La opinión pública mexicana percibe que, en México, la violencia organizada y desorganizada va al alza; el señor que tiene otros datos percibe que vamos a la baja; otros dicen que la voz del pueblo es la voz de Dios. Cada quien aplique su criterio porque, según el alto clero católico mexicano, dijo la semana pasada:

“México está salpicado de sangre” y el primer señor de Tabasco dijo que nones y como es su costumbre, despotricó contra estos señores de la sotana negra, quienes se encuentran sumamente disgustados por el artero asesinato de que fueron objetos dos de sus miembros de la Compañía de Jesús, o sea, jesuitas, más un guía de turistas.

Elucubrando en plena ociosidad dominical, nos vino a la mente que a lo mejor sería muy bueno, para olvidar tanto derramamiento de sangre nacional y con toda su furia darle sabor al caldo, que en una de las mañaneras hubiera un debate corcholástico. Podría llamar mucho la atención ver juntos, debatiendo con toda su furia, a Claudia, Marcelo y Adán, debate que quien quita y pudieran levantar la desgastada imagen de estos tétricos personajes, destapados, mucho antes de tiempo, por… ¡Ustedes ya saben quién!

A estas corcholatas (algunos con sus manos ya manchadas de sangre), las hemos mencionado por orden de aparición en el plató político de este México ensangrentado y es necesario, creemos nosotros, como buenos creidotes, recordarles a estos suspirantes a la grande, por si no lo saben, lo que dijera el General Don Porfirio Díaz, cuando estaba sentado en La Silla Embrujada: “Es más difícil gobernar a los mexicanos que arrear guajolotes a caballo” y si no que le pregunten a su destapador.

Aunque en honor a la verdad, el señor López de Macuspana, para no confundirlo con el de Bucareli, consideramos, por consideradotes que somos, que a la mitad de su sexenio, todavía no se ha dado cuenta para qué quería ganar las elecciones, quizá únicamente para poder tener poder, sin pensar que por mandato constitucional, tendría que dejarlo, a querer o no.

Pero más que la sangre derramada por los delincuentes, a los que hay que cuidar por ser también seres humanos, la verdadera tragedia personal del “caudillo”, su verdadera de-sesperación, es no poder imitar a Daniel, a Maduro, a los Castro, para perpetuarse en el poder, porque ellos sí lo lograron modificando sus leyes y él, siendo todopoderoso y a pesar de haberlas mandado al diablo, no puede lograrlo, a pesar de los enormes esfuerzos que ha hecho, por eso no ha gobernado en los 4 años 4 que lleva ya, sentado o no, en la nueva “Silla Embrujada” que le regalaron.

AMLO da la impresión de estar al borde de la locura, se niega a aceptar gracias a sus otros datos, el enorme daño que le está causando a la nación mexicana por su testarudez, su odio, su rencor, su amargura, ni la enorme carga que le dejará a quien lo suceda, corcholata o no, por no aceptar tampoco sus errores. ¡Que Dios, la patria y la historia lo juzgue!, dirán los jesuitas. Vale.