Alejandro Zapata Perogordo.- El concepto de soberanía nacional se establece en los artículos 39, 40 y 41 de nuestra Constitución, disponiendo que su origen viene del pueblo, el que otorga su voluntad para que sea ejercida a través de los poderes de la Unión. Es una representación del pueblo transmitida a las instituciones, las cuales, a través de sus competencias y facultades, la desarrollan. En ese plano es a los servidores públicos a quienes corresponde desempeñar el gobierno en territorio nacional y la obligación de defensa a su vez, con dignidad frente a intromisiones extranjeras.
Así, resulta importante destacar la amplitud que contempla el significado, no solamente en lo interno, sino que también implica un fundamento básico en las relaciones internacionales, de respeto, colaboración, confianza y cooperación.
Como país, la tendencia que durante mucho tiempo prevaleció, es la de autosuficiencia en rubros como el energético o alimentario, por mencionar algunos; también, en aras de la soberanía, la rectoría del desarrollo nacional e inclusive la exclusividad en áreas estratégicas, cuestiones plasmadas en el texto de la Carta Magna.
Sin embargo, en el contexto globalizador, la incorporación de México al mercado mundial abrió nuevos retos y desafíos, al mismo tiempo que nos permitió como país ampliar la visión y aprovechar nuevas oportunidades, enfrentando una realidad sin precedente, complementaria y al mismo tiempo nos ha dado posibilidad de avanzar y fortalecer a su vez la soberanía.
La visión lópezobradorista, cambió de tajo el rumbo al dar un giro, enfatizó en que la soberanía del país descansaba sobre el área energética, especialmente en PEMEX y CFE; por lo tanto, esas actividades deben ser exclusivas del Estado, optando por dar marcha atrás a la participación privada.
En su afán de consolidar una soberanía energética frenó proyectos e inversiones importantes en la generación de energías limpias, a la par de estratégicas para el desarrollo nacional, implementando políticas en la paraestatal Pemex que, lo convirtieron en un pozo sin fondo dejándolo al borde del colapso.
La nueva refinería difícilmente nos va a hacer autosuficientes, el costo estratosférico –más del doble de lo presupuestado−, no compensa ni con mucho la idea que nos vendieron de una gran panacea; por el contrario, salió más caro el caldo que las albóndigas, sin contar los gastos de operación en lo que alcanza el punto de equilibrio.
Así, donde puso el ojo para fortalecer la soberanía nacional, la va a dejar muy maltrecha, con grandes dificultades, en vías de requerir terapia intensiva y continuar con una gran dependencia externa en la materia y cargas económicas que merman considerablemente las finanzas públicas.
Mientras, por otro lado, el control territorial que ejerce el crimen organizado en muchas partes del país ha sustituido a las instituciones de gobierno de facto, inclusive, llegan al extremo de hacer pactos entre los diferentes cárteles para repartirse las zonas.
Han implementado impuestos como el derecho de piso, a la producción, al transporte y a todo lo que se les ocurre, con la complacencia de las autoridades legalmente constituidas, tienen prácticamente en sus manos el destino de sus habitantes, pues además intervienen en las elecciones poniendo y quitando funcionarios a su antojo.
Entrega un legado débil y enfermo.