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Hasta el Cielo, Don Renato

Padre Eduardo Hayen.- Después de una prolongada enfermedad, a los 83 años de edad, ha muerto nuestro querido obispo emérito de Ciudad Juárez, Don Renato Ascencio León. El padre espiritual que Dios puso al frente de esta porción de su grey como pastor, fue llamado a la presencia de Dios el pasado lunes 27 de junio, memoria de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Encomendamos su alma a la protección maternal de la Virgen, siempre dispuesta a socorrer a sus hijos, especialmente en el momento del último viaje hacia la vida eterna.

En estos días posteriores a su fallecimiento, vienen a la memoria innumerables recuerdos vividos con Don Renato, recuerdos que nos llenan de gratitud a Dios por su vida y ministerio en nuestra comunidad, ejercido durante veinte años, de 1994 hasta 2014. Como hijos agradecidos con aquel a quien Dios puso al frente de su pueblo como padre y pastor, reconocemos aquellas cosas buenas que Don Renato llevó a cabo en su vida, damos gracias por aquello que él, como obispo, nos dio, y bendecimos al Creador por todo lo que monseñor recibió de sus manos.

Lo mejor que Don Renato realizó en su vida fue haber respondido a la vocación a la que Dios lo llamó en diversos momentos de su historia para ser sacerdote y, posteriormente, obispo. La vocación divina para ingresar al Seminario de León culminó con el don precioso de su ordenación sacerdotal en 1965. A partir de ese año su vida ya no le perteneció. Quedó sujeto a la obediencia a Jesús, su buen pastor, para bien de la Iglesia. Veintitrés años más tarde, en 1988, Dios lo llamaba al episcopado para confiarle responsabilidades más altas, primero como obispo de la Prelatura de Madera y después, en 1994, como obispo de Ciudad Juárez.

Las respuestas generosas de don Renato al plan de Dios nos han traído un cúmulo de bendiciones. Su correspondencia a las mociones del Espíritu hoy nos permite palpar frutos muy concretos que son riqueza de nuestra Iglesia. La Diócesis de Ciudad Juárez tiene un Seminario completo con todas sus facultades, desde el Seminario Menor hasta la facultad de Teología. Además, impuso las manos a 72 sacerdotes para conferirles el sacramento del Orden, que son hoy la mayor parte del clero juarense; muchos de ellos fueron enviados a universidades pontificias para hacer especialidades y servir mejor a la diócesis.

Don Renato supo también promover al episcopado a un hombre inteligente y de toda su confianza, al padre Gerardo de Jesús Rojas López, quien fue su secretario canciller y que hoy es obispo de Tabasco. Respetuoso siempre de la historia de la diócesis, el señor obispo supo integrar el plan diocesano de su antecesor, don Manuel Talamás Camandari(+), a un nuevo plan diocesano de pastoral que impulsó la vida diocesana desde su promulgación en 1998. Don Renato tuvo también el acierto de erigir 35 nuevas parroquias y dividir la geografía de las comunidades parroquiales en decanatos.

Su labor evangelizadora a través de los medios de comunicación fue decisiva para llegar a miles de hogares con la fuerza de la Palabra de Dios. Además de impulsar el periódico Presencia que don Juan Sandoval, su antecesor, había fundado; Don Renato fue quien, con el padre Hesiquio Trevizo(+), instauró la Eucaristía dominical a través del Canal 44 y creó Radio Guadalupana.

Dios puso en manos de Don Renato el don sublime del episcopado. Podemos decir con alegría que hoy la Iglesia está viviendo un momento histórico muy bello y privilegiado en lo que al servicio de los obispos se refiere. Antiguamente, recibir la mitra era una especie de privilegio por el que el prelado pasaba a ser el señorón de una diócesis y a vivir como tal. En la actualidad es todo lo contrario: los obispos son hombres de trabajo con el delantal del servicio bien puesto, que viven generalmente con sencillez y que están al servicio del Pueblo de Dios.

Recibió de manos del Papa Juan Pablo II la misión de evangelizar, santificar y gobernar la Diócesis de Ciudad Juárez, en la que don Renato se sintió feliz, a pesar de la complejidad de la situación social y familiar que se vive en la ciudad. Muchas veces manifestó su alegría por tener un presbiterio generalmente trabajador y comprometido, y admiró el amor y el compromiso que tienen los laicos juarenses con su Iglesia.

Don Renato fue un obispo de vida sencilla, un servidor y trabajador que se gastó por su diócesis y por la Iglesia en México, con una gran labor realizada al servicio de los migrantes cuando fue presidente de la Pastoral de Movilidad Humana de la Conferencia episcopal.

Aunque tuvo el privilegio de recibir la unción del crisma sobre su cabeza, también supo abrazar la cruz que viene con ella. Hoy en día, aceptar el don del episcopado es aceptar una vocación martirial. Don Renato fue un hombre que también sufrió como obispo y abrazó muchas veces la cruz. Le dolía especialmente la deserción y la muerte de algunos sacerdotes. Durante sus últimos años sus fuerzas físicas fueron disminuyendo y así Dios lo fue preparando para la última etapa de su entrega a Dios a través del sufrimiento en la enfermedad.

Nuestro obispo emérito pasó el epílogo de su vida junto a su querida familia en León, Guanajuato, donde tuvo las atenciones y los cuidados para su ancianidad. Aunque nos separaron muchos kilómetros de distancia, su corazón siempre estuvo con su amada diócesis juarense. Las fuerzas de su cuerpo fueron mermando y así Dios lo hizo avanzar en su santificación a través del dolor, del amor y el sacrificio. “Esto es mi cuerpo que se entrega por ustedes”, dijo muchas veces durante la consagración de la Eucaristía y así vivió hasta el último día en donación, ofreciendo el cáliz de su vida, unido al Señor, por amor a nosotros.

Como buenos hijos, agradezcamos a Dios por el don de la vida de Don Renato Ascencio León, ofrenda de amor sacerdotal por la vida de los más débiles, y oremos para que podamos un día reconocerlo en las verdes praderas de la eternidad, donde el buen pastor será alegría perpetua para los elegidos.

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