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Covid: rumbo a un nuevo culto

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Covid: rumbo a un nuevo culto

Padre Eduardo Hayen.- En medio de la crisis mundial por la pandemia de Covid-19 los católicos estamos llamados a descubrir la acción del Espíritu Santo. En la tempestad el Resucitado continúa conduciendo la barca de la Iglesia hacia el encuentro definitivo con Dios. Cada domingo que celebramos es un eco de la Resurrección del Señor, un recuerdo de que el diablo no se salió con la suya y la certeza de que la muerte no tiene la última palabra.

Nos alegra la cercanía que los obispos y los sacerdotes de México mantienen con el pueblo cristiano. Muestra de ello son los protocolos pastorales que la Conferencia del Episcopado nos ha brindado para la atención espiritual a los enfermos de Covid; también el servicio de los sacerdotes que aprovechan las nuevas tecnologías de la comunicación para ofrecer la Santa Misa, además de cursos, catequesis, oración, retiros, consejo y adoración eucarística Online. ¿Y qué decir de la fantástica campaña “Todos en la misma barca”, esa gran red de solidaridad diocesana para llevar despensas a los necesitados? Alegrémonos, de verdad, porque en todo ello el Espíritu nos manifiesta al Resucitado.

Enseñan los teólogos que la comunidad creyente se forma sobre los pilares de la comunión, el servicio, el anuncio y la liturgia. Sin embargo hoy el Espíritu nos edifica como Iglesia de manera diversa. Vivimos la comunión (koinonía) distantes en el espacio pero no en el tiempo gracias a la oración y a los medios. Experimentamos el servicio (diakonía) a través de las múltiples iniciativas de caridad en las comunidades parroquiales; basta leer el periódico Presencia para darnos cuenta de ellas. La Palabra de Dios se anuncia y se proclama (kerygma) a través de las expresiones multimedia que la tecnología nos permite. Y aunque la liturgia no la vivimos de manera completa por la suspensión de los sacramentos, podemos vivirla en forma doméstica orando con la Liturgia de las horas, la cual es verdadera liturgia de la Iglesia. El viento del Espíritu sopla como quiere (Jn 3,8).

Imaginamos, con cierta ansiedad, el día en que se abran las iglesias y regresemos a las celebraciones en los templos. ¿Habrá novedad en el culto? San Pablo nos dice: “Los exhorto por la misericordia de Dios a ofrecerse ustedes mismos como una víctima viva, santa y agradable a Dios: este es el culto espiritual que deben ofrecer” (Rom 12,1). Quizá muchos católicos nos habíamos habituado a vivir el Santo Sacrificio del altar como mera formalidad exterior, olvidando el culto espiritual por el que adoramos a Dios en espíritu y en verdad. El regreso a las iglesias deberá ser una experiencia diferente para todos, en la que vivamos la Eucaristía con mejor predicación de la Palabra y, sobre todo, como una profunda oración que transforma interiormente la vida para dar fruto.

Mientras ese día llega, gocémonos en lo que el Espíritu de Dios está haciendo en nuestra Iglesia, y pidamos al Señor que renueve nuestra manera de pensar y de vivir. Así estaremos mejor preparados para regresar al culto divino y participar en él de manera activa, consciente y fructuosa, como enseña Vaticano II.