Padre Eduardo Hayen.- Hoy los judíos preguntan a Jesús: ¿Qué signo vemos que haces para que creamos? La fe no es producto de un razonamiento mental o de una costumbre social. La fe es fruto de una señal de Dios en nosotros. Algo obra Dios que cambia la vida y hace distinta la historia. Y eso es más poderoso que muchas palabras.
En el siglo II –siglo del primer amor– los paganos se convirtieron al cristianismo por ver las señales que Dios hacía en los seguidores de la nueva religión. Veían que los cristianos tenían la firme esperanza de resucitar y cómo iban a la muerte seguros de esta promesa divina.
Descubrían que los discípulos de Jesús tenían una brújula moral muy alta que guiaba y ordenaba sus vidas, como por ejemplo en el recto uso que hacían de la sexualidad y cómo eran capaces de vivir, muchos de ellos, en el celibato y la virginidad consagrada.
Observaban que los niños, las mujeres y los esclavos eran tratados con la misma dignidad y respeto; escuchaban que al esclavo lo llamaban “hermano” y cuando practicaban la caridad no hacían distinciones entre cristianos y paganos sino que a todos se les trataba con amor. Les llamaba la atención la manera en que utilizaban el dinero para ayudar a los necesitados.
Estas fueron señales poderosas que Dios realizó en el cristianismo de los orígenes, y que hicieron que muchos paganos abrazaran la fe cristiana. La pregunta es si soy capaz de descubrir, en el mundo actual, esas señales de Dios que me invitan a vivir en comunión con Él.