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Salarios versus inflación: la carrera sin fin en Argentina

BUENOS AIRES- La aceleración del aumento de precios reabrió las negociaciones de los principales gremios de cara a fin de año. Los sindicatos de mayor peso buscan recomponer el poder adquisitivo mientras que la inflación no cede. ¿Alcanzará para revertir el deterioro de los sueldos?

Argentina arrastra una fuerte caída del poder adquisitivo de los sueldos desde 2018, agravada por una aceleración inflacionaria que todavía no ha sido controlada. En los últimos cinco años, el incremento de precios promedio rondó el 50% anual, que incluye la última etapa del Gobierno del expresidente Mauricio Macri (2015-2019) y la primera etapa del actual mandatario, Alberto Fernández, del Frente de Todos peronista.

Los salarios perdieron el 23% de su valor real en los últimos cinco años, según un informe de la consultora LCG. Ante una inflación proyectada del 95% para 2022 — que ubica a Argentina entre los cinco países con valores más altos del mundo— aumenta la presión dentro de los principales sindicatos para reabrir las negociaciones salariales con los empresarios —negociaciones paritarias—.

En este escenario se inscribió el arduo conflicto entre las empresas fabricantes de neumáticos y los trabajadores del sector. Tras semanas de una intensa tensión —que incluyó paros en las plantas— las partes acordaron un incremento salarial del 66% para el período 2021-2022, sumado a una cláusula de aumento del 10% por encima de la inflación.

El gremio bancario acordó una suba del 94% con una revisión en diciembre. La interrogante que atraviesa al movimiento sindical es: ¿alcanzarán estos aumentos para ganarle a la inflación?

El huevo y la gallina

“Venimos luchando contra un atraso salarial marcado desde hace años: hay una necesidad de mejorar el poder adquisitivo de los trabajadores”, dice a Sputnik Alejandro Crespo, secretario general del Sindicato Único de Trabajadores del Neumático (SUTNA), quien encabezó las negociaciones y medidas de fuerza en representación de su sector.

La urgencia que identifica Crespo es enmarcada en un problema estructural. “Es muy difícil hablar de sueldos en Argentina sin hablar de la inflación”, señala a Sputnik Luis Campos, titular del Observatorio del Derecho Social de la Central de Trabajadores de la Argentina y especialista en materia salarial.

“La inflación está corriendo al 80% anual, mientras que los salarios de los trabajadores registrados vienen actualizándose en una proporción similar. Esto muestra que la carrera entre precios y salarios se acelera cada vez más”, explica el investigador.

La puja entre ambas variables tiene un contexto ineludible: se monta sobre el derrumbe histórico que comenzó hace cuatro años. “Hoy los salarios se mantienen estables pero en niveles muy bajos tras la caída de 20 puntos desde el 2018”, indica Campos. Por eso, la disputa por la mejora del poder adquisitivo no solamente apunta a ubicarse por encima de la inflación, sino a recuperar parte del poder adquisitivo perdido.

El diagnóstico es compartido por Crespo: “El país tiene un atraso salarial agravado en los últimos años por la pandemia, durante el Gobierno de Macri y ahora con el actual: todo esto produjo una situación compleja”.

Sin referencias

Más allá de los problemas macroeconómicos derivados de la carrera entre precios y sueldos —dado que se retroalimentan— el fenómeno impacta en la vida diaria: “Se pierde noción del valor del salario. El trabajador no sabe qué va a poder hacer con su sueldo, lo que genera incertidumbre y angustia”, afirma Campos. Según Crespo, “si la inflación sigue a la alza y los sueldos a la baja, los obreros no sienten que exista un futuro para sus familias”.

Además de lo subjetivo se genera un efecto concreto: la pérdida de parámetros para la negociación paritaria entre gremios y empresas. “Ya no hay pauta salarial. Hace 10 años todos los sindicatos sabían de cuánto sería su aumento. Eso hoy no pasa”, remarca Campos.

“Hay sindicatos que están cerrando un aumento del 90%, mientras que otros tienen uno del 70% y otros recién están reabriendo la discusión: quizás negociaron cerca del 30% de incremento a principios de año y ahora ya piden el 100%”, señala.

Choque de fuerzas

El acuerdo entre los trabajadores del neumático y las empresas fabricantes, cuyo desenlace fue favorable al sindicato —la oferta inicial de un aumento del 38% se elevó a una del 66%—, no es representativo del resto de las esferas de la economía. “El del neumático es un sector estratégico del país y eso ayudó a que la resolución fuera favorable a los trabajadores. Además, el gremio tiene un nivel de organización importante”, sostiene Campos.

La negociación no estuvo exenta de obstáculos. El Gobierno nacional, ante el freno en la producción debido a las protestas de los empleados, respaldó a las empresas y anunció que las habilitaría a importar los bienes en caso de que persistieran las medidas de fuerza. Crespo repudia este accionar: “El Estado irrumpió de una manera ilógica en las negociaciones, avanzando en contra de la propaganda del propio Gobierno”.

Frente al apoyo oficial a las firmas productoras, Campos identifica que “se terminó configurando una fuerza social que excedió a los trabajadores del neumático”, es decir, que recibieron el apoyo de sectores de la Confederación General del Trabajo (CGT) —la principal central sindical del país— y de un amplio espectro de organizaciones sociales que aglutinan a sectores de bajos recursos.

“Esto generó una narrativa que interpelaba a la base social del Gobierno y este ruido interno llevó a que el conflicto tuviera una resolución favorable para los trabajadores”, concluye Campos.

Protagonistas y testigos

Sobre si esta negociación marcará un precedente para el resto de los gremios, Campos señala: “Muchos nos preguntamos si este sería un conflicto testigo. Si terminaba en derrota gremial, corría riesgo de serlo: de poner un límite al reclamo”, pero habiendo terminado en victoria sindical, “muestra que va a ser difícil ajustar los salarios”.

El dirigente sindical de SUTNA cree que “toda mejora salarial genera esperanza. En un momento como este es una necesidad que cada uno busque mejorar su poder adquisitivo”.

No obstante, las centrales de trabajadores son conscientes de que el problema no se resuelve con aumentos por encima de la suba de precios, sino en controlar la inflación.

“Una aceleración inflacionaria hace que todas las negociaciones sean de corto plazo y eso agrava el problema. Es difícil pensar en una salida gradual de esta situación”, señala Campos.

El escenario está abierto. Si bien Alejandro Crespo se muestra esperanzado de cara al 2023, mantiene sus críticas al Gobierno: “Aún no vemos una mejora para los trabajadores y por eso estamos ante situaciones de tensión. Esta es una deuda importante”, afirma.

Sputnik

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