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Recibimos de Dios lo justo porque Él es justo

“Toma, pues, lo que te toca, y vete. Mas yo quiero dar a este último tanto como a ti”. (Mt 20, 14)

Antonio Fernández.- La justicia de Dios Nuestro Señor tiene su origen solamente en Él, por Él y para Él. El Señor ejerce su justicia en bien de las almas por Él creadas, por lo tanto, requiriere la participación de todo ser humano como bien necesario para su salvación, que radica en el deber de practicar su mandamiento, doctrina y Evangelio.

El principio de justicia está definido en el primer mandamiento de la Ley de Dios dado a conocer a los siglos por Jesucristo Nuestro Señor al responder la pregunta del escriba: “¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?”

Responde: “El primero es: ¡Oye, Israel! el Señor nuestro Dios, un solo Señor es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No existe mayor mandamiento que este”.

El principio de justicia que da a conocer Dios Nuestro Señor es la legislación perfecta del principio y fin de todo ser humano al que le deja clarificado el fundamento del Dios justo.

Dios Nuestro Señor es uno solo y no hay ninguno otro, en ello queda entendido, solo a Él se debe, solo a Él se sirve, solo a Él se ama y solo a Él se adora, siendo para ello punto central de su mandamiento, doctrina y evangelio que está sembrado en el centro de la existencia de todo ser humano.

A él se ajustará y reducirá su diario obrar, entendiendo que el centro de la vida no está en el mundo, ni en el poder, ni en la riqueza, menos en los placeres y demás latrocinios en los que se sume a sí mismo la indignidad del ser humano.

Así como el corazón es el centro de donde fluye la sangre a todo el cuerpo humano para mantener la vida en él, es mucho más trascendente y de mayor valor tener a Dios en el centro de su existencia como el impulsor e inspirador para la vida eterna.

Por lo que se define en obrar bien y evitar los males, conservando los bienes espirituales que Dios Nuestro Señor ha depositado en las almas para permanecer en Él y sea el punto central de todos sus actos el amar y servir a quien se debe lo bueno que somos y se duele de lo malo que somos.

El principio de justicia en las naciones del mundo está inspirado en la legislación de Jesucristo Nuestro Señor, misma que tiende a instaurar un mundo justo, aunque en los hechos no lo es, pero al menos se tiene conciencia de la obligación de esforzarse por llevar a los hechos la esperanza de vivir en un medio justo los pueblos del mundo, lo que alienta a buscarla y conquistarla; en una palabra, hacerla realidad al convertirla en la forma correcta de vivir teniendo a Cristo Nuestro Señor en el centro de sus actos.

¿Por qué Jesucristo Nuestro Señor pide a las generaciones que pasan por el mundo vivir en justicia siendo justos entre hermanos? Porque es posible imitarle siendo justos como Él; aprendiendo del justo único por excelencia, la humanidad vivirá en concordia y armonía para su mayor gloria.

El ser humano puede vivir si lo quiere en entendimiento con el prójimo; puede perfeccionar si lo quiere este comportamiento; puede hacerlo si lo quiere cuando su conciencia le dicta hacer el bien sin mirar a quien.

Puede hacerlo si lo quiere amar a Dios ama al prójimo, esto es, recibe de Dios cada generación de personas que pasa por el mundo, quien quiso seguir la virtud del justo, definió su destino final porque entiende, que el amor viene de Cristo Nuestro Señor, porque solamente Dios puede serlo y hacerlo.

De Él recibimos lo justo porque es justo, su Cátedra es la demostración real de su misericordia, es la esperanza manifestada en el pasaje del Evangelio del nuevo mandamiento por el que invita a que seamos justos: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros: para que, así como Yo os he amado, vosotros también os améis unos a otros.”

¿Qué pide a la humanidad? Invita a ser caritativos; invita a imitarle en el amor compasivo que perdona y soporta; invita al amor desinteresado que no tiene medida; invita a la humanidad a ser justa, de ello San Pablo esclarece e ilustra: “El amor no hace mal al prójimo, por donde el amor es la plenitud de la Ley”. El que tiene amor posee todas las virtudes; si falta el amor, no tienen ninguna.

El incrédulo en su ignorancia dirá: ¿el amar de los perversos es al que se refiere? Se le contesta: Dios es el verdadero amor limpio, puro, generoso, caritativo, dispuesto siempre al bien del hermano en desgracia espiritual o temporal, no al carnal, ese se pierde en la perfidia y la vileza.

Dios Nuestro Señor es el padre amoroso y misericordioso en la vida terrena, pero cuando llegue el instante de dar el paso a la otra vida, lo que hoy es burla y duda, conocerá lo justo de su justicia.

Reza San Pablo: “¿Cómo invocarán a Aquél en quien no han creído”? ¿Y cómo creerán en Aquél de quien nada han oído?” Las interrogantes del incrédulo, que, aunque diga yo no pienso en ello, ¡miente! Porque en verdad no lo puede apartar de su mente.

hefelira@yahoo.com