Inicio AVANZA SIN TRANZA Desaparición voluntaria y no voluntaria de mujeres, sigue

Desaparición voluntaria y no voluntaria de mujeres, sigue

Daniel Valles.- El tema es muy delicado, creo que es el más delicado por su génesis: La desaparición de mujeres. Y más, de menores de edad. No puedo ni imaginar el dolor, la angustia y la pena tan grande que han pasado padres y familiares de quienes ya no regresan más a casa, después de salir para desarrollar la actividad que sea realicen.

Ciudad Juárez ha quedado marcada por una herida que no acaba de cerrar y menos de cicatrizar. La desaparición de mujeres, de jovencitas, como periodísticamente le llamaron. Una desgracia que no tiene nombre y menos adjetivos adecuados para definirlo. Todos son execrables. De lo peor.

Desde que esto inició, la corrupción, la impunidad y la negligencia han estado presentes. Cada vez que un nuevo reporte de desaparición es dado a conocer, es como si la herida supurara, como si le rociaran limón, como si la abrieran de nueva cuenta y no hubiera anestesia que funcionara e hiciera que el dolor menguara.

El viernes pasado “desaparecieron” dos jovencitas. Omitiré sus nombres. Los conocemos, los sabemos bien, pero no se trata de ejercer un juicio contra ellas que tan solo son una muestra de lo que sucede. Tengan razón o no. El hecho está ahí, la experiencia la sufrió la familia y la vivimos todos en la ciudad.

Muchas desaparecidas o raptadas, otras desaparecen por su voluntad. El efecto que causan es el mismo. La herida vuelve a sangrar. Y las causas, los motivos, las quejas, los reclamos, las excusas, son las mismas de siempre. No ha habido un cambio ni para bien ni para mal.

El feminicidio es un hecho y una realidad. Los motivos, son diversos. Para la sociedad en general de nada bueno ha valido ideologizarlos porque para los grupos que lo han hecho sí les ha funcionado.

Han invadido la sociedad y la cultura con una ideología inequitativa que provoca que, si un joven desaparece a la par de un perrito, se busca al perrito solamente. La equidad que pregonan no es tal y solo hay un aprovechamiento de las situaciones que se han dado por muchos y diversos motivos.

La autoridad, por más que dice que hará y por más que algunas administraciones han dedicado recursos, atención y buena voluntad, nada ha cambiado desde 1991-92 cuando se dieron las primeras desapariciones y los primeros asesinatos, los que no voy a describir y menos a mencionar.

Las organizaciones que dicen defender los derechos de las mujeres y que sin duda lo hacen, se quejan de que no hay avances de parte de la autoridad. Y es cierto, pero tampoco de parte de todos esos organismos que dicen defender a las mujeres.

Las mismas quejas que presentan lo demuestran, ya que desde los 90 se llevan a cabo seminarios, talleres, protocolos, aleccionamientos sobre la violencia contra las mujeres, que ofrecen y presentan estas mismas organizaciones y su gente, pero nada pasa, nada cambia.

Es como si organizaciones y autoridades estuvieran dando golpes al aire dentro de un cuarto completamente oscuro. Eso sí, las canonjías para las organizaciones siempre van al alza, como la violencia.

Por ello es que vemos en las calles a grupos de mujeres, vestidas de negro, pero ya no como antes, con vestidos largos, anchos y velos cubriendo la cara de las mujeres, ataviadas con sombreros.

Ahora son mujeres vestidas con pantalones y camisetas o camarillas negras, con una gorra o paliacate en la cabeza y en vez de velo portan una especie de paliacate verde. ¡Ah, y destrozan todo a su paso, como si se tratase de una marabunta!

Tendrán razón o no. Es opinión de cada persona. Lo que sí es que esto se da porque las cosas no cambian, porque la herida siguió abierta y se gangrenó. De una manera se corrompió.

La atención por parte de la autoridad y la búsqueda de soluciones por parte de las organizaciones no ha funcionado y la sociedad, la gente de las ciudades sigue viviendo las consecuencias. Toda la gente sufrimos al ver el cartel o el mensaje en redes sociales de la desaparición de una joven, de un joven.

Sea forzada o voluntaria, causa el mismo dolor y el mismo daño. Y si no hay cambios o avances, es porque lo que se ha hecho es infructuoso, ergo, debe ser otro el motivo y no la cultura patriarcal y la desatención de la autoridad o la mala educación que reciben en casa, porque eso mismo se ha dicho desde los 90.

El problema es muy complejo y ha pasado mucho tiempo. Existe todo de lo que se quejan las organizaciones defensoras de las mujeres, pero existe más, que no dicen, porque no les es conveniente.

La autoridad puede hacer no más, sino mejor las cosas, pero no las hace. Las familias de igual forma, revaluar su organización y administrar mejor lo que tienen. No es solución fácil ni sencilla, pero sí existe.

En el caso de quienes desaparecen por voluntad propia y son encontradas o aparecen, como sucedió con las dos últimas, qué bueno, qué bendición, qué alegría para sus progenitores y familia. Nos alegramos por cada persona.

Lo mínimo que la autoridad podría hacer, para tratar de detener el que desaparezcan por voluntad propia, es dar a conocer públicamente las penalidades, las multas, en caso de haberlas y las situaciones que ahora deben vivir las jóvenes y sus familias, para que sirva de admonición pública. Para que la piensen más, antes de desquiciar a toda una ciudad o rasgar más la herida que tenemos todos.

(*) Daniel Valles es el Comisionado Internacional Anticorrupción de la OMPP