Inicio EL MEOLLO DEL ASUNTO ¿Querrá nuestra civilización sobrevivir?

¿Querrá nuestra civilización sobrevivir?

Daniel Valles.- Uno puede detectar signos de suicidio colectivo en nuestra civilización. No se trata de una hipérbole ni de un arranque apocalíptico, sino de una observación directa, cotidiana, documentada. Esta sociedad, como bien lo ilustra Kierkegaard en su parábola del teatro en llamas, parece dispuesta a aplaudir su propia incineración. A celebrar el anuncio del desastre. A corear las llamas.

Las señales

La educación: de la formación al adoctrinamiento

Antes, la escuela era un lugar donde se enseñaba a pensar. Ahora es una fábrica de diplomas huecos. Un ejemplo: la eliminación de las materias de lógica y civismo en los nuevos libros de texto gratuitos. No es casualidad, es cálculo político. Se prefiere una masa manipulable a una ciudadanía crítica.

Otro caso: la reforma a las Normales para enseñar pedagogía desde la ideología y no desde la ciencia. Los futuros maestros aprenderán que el pensamiento crítico es “neoliberal” y que todo conocimiento se subordina a la lucha de clases. ¿Resultado? Generaciones que no sabrán multiplicar ni razonar, pero estarán listas para marchar.

La música

Basta con prender la radio o abrir Spotify. Lo que antes era expresión artística se ha convertido en una cloaca sonora. Ejemplo: “Yo perreo sola” de Bad Bunny, donde se exalta la desconexión total entre cuerpo, alma y sociedad.

Otro: “Qué chimba ser bandido” de algunos exponentes de “corridos tumbados”, donde el crimen se canta como si fuera virtud.

Y no, no es exageración. La letra importa. Lo que un joven repite con la boca, lo termina creyendo en el corazón. Así se normaliza la misoginia, la violencia, la estulticia. Lo vulgar se vuelve viral y lo virtuoso, invisible.

El espectáculo

Los grupos musicales que dominan la escena no buscan provocar pensamiento, sino anestesia. Un ejemplo grotesco es el grupo Los Hijos de Barrabás, cuyo show incluye actos sexuales simulados en pleno escenario y letras que rayan en la apología de la bestialidad. Otro: Bellakath, ícono de la “liberación femenina” cuyo éxito más reciente dice: “si no hay sexo no hay amor”. Platón y Sófocles deben estar llorando en sus tumbas.

Y mientras tanto, el gobierno de la 4T

El gobierno de la autodenominada Cuarta Transformación ha contribuido con entusiasmo a esta demolición cultural. Han destruido instituciones democráticas como el INE, han arrasado con los contrapesos, secuestrado al Poder Judicial y convertido el Congreso en una ventanilla automática de aprobación presidencial.

En educación, ya lo dijimos, han reemplazado la excelencia por la obediencia. Y lo peor: lo hacen con una sonrisa en el rostro. Están tan contentos como los espectadores de Kierkegaard, aplaudiendo con furia el anuncio de que el teatro se incendia. No entienden –o fingen no entender– que las llamas también los alcanzarán.

A menos que —como muchos sospechamos— sí lo sepan, pero tengan un plan de escape corrupto: propiedades en el extranjero, cuentas en paraísos fiscales, doble nacionalidad, hijos estudiando en Canadá. El pueblo que los aplaude se quedará calcinado. Ellos, escaparán por la puerta trasera.

La gran pregunta no es si podemos salvar esta civilización. La gran pregunta es: ¿querrá salvarse a sí misma? Porque si seguimos celebrando la decadencia como si fuera progreso, el final ya no es cuestión de “si”, sino de “cuándo”. Y ese es, El Meollo del Asunto.