Jorge Quintana.- A partir de la realidad que vive nuestro país, escenario de la peor crisis de violencia, salud y gobernabilidad, ¿qué podemos esperar de la política pública?
Con las mismas medidas se ha tratado por tres sexenios de terminar con la violencia, el crimen organizado, el narcotráfico, los feminicidios y la desaparición de personas; los resultados son los mismos. Todos los indicadores nos demuestran que las políticas de seguridad y contra la impunidad están fracasando.
Crear diversos cuerpos policiacos, con una enorme inyección de recursos financieros y materiales han sido las principales estrategias, junto con la militarización de la seguridad pública y, hasta hoy, la realidad evidencia la incapacidad del Estado para detener el crecimiento de las bandas criminales y los cárteles de la droga.
Los asuntos de importancia para las autoridades son electoreros, baladíes y, sobre todo, de permanencia en el poder, sin tomar a la población como destinatario de la política pública, solo para tomarlos en cuenta a la hora de las elecciones.
Si seguimos en esa apatía, en la ausencia de innovación de la participación social, el orden y la paz, serán solo parte discursiva en el contexto electoral, no en la vida cotidiana de la comunidad mexicana.
Si seguimos apostando a que las cosas cambiarán por los caudillismos, por la intervención de los partidos políticos, que solo obedecen a los intereses cupulares y a las élites económicas, de gobierno, de las sociedades de poder, solo estaremos destinados a más de lo mismo.
Tenemos que encontrar nuevos caminos que nos lleven al reencuentro de la ciudadanía con su verdadera vocación de convivencia, solidaridad, tranquilidad y paz ciudadana.
Tenemos que escuchar a la juventud, a la niñez, que en su calidad de herederos del futuro, nos orienten en las decisiones de gobierno. Ellos viven todos los días la ausencia de autoridad pública, ellos sueñan con ser tomados en cuenta para planear el destino comunitario.
Tenemos que encontrar nuevas formas de organización que respondan a la realidad social, no a los deseos e intereses de gobernantes superfluos y ambiciosos, no a los proyectos de acumulación de riqueza de los pocos integrantes de las élites que siguen empecinados en decidir el destino de las comunidades de las que obtienen su riqueza; en fin, no de los que hasta hoy siguen demostrando su pobreza humana, su ausencia de solidaridad.
Empecemos por participar, por aportar a la sociedad nuestra forma de colaborar a que todos logremos la estabilidad social, económica, política, sanitaria, educativa y, sobre todo, a tener la certeza de una mejor calidad de vida.
Solo con el consenso, se logran avances; en el disenso y la polarización solo ganan los mismos de siempre.