Alejandro Cortés González-Báez.- Indudablemente que a lo largo de los siglos se ha cometido una serie de errores graves en la forma de enfocar la sexualidad humana, y uno de los peores consistió en silenciar por completo todo lo referente a ella por un miedo puritano y maniqueo. Pero todo eso ya es historia.
Ahora, por medio de este artículo quisiera promover el “Premio Internacional de la Eficacia” para todas aquellas personas, instituciones y empresas que han trabajado a favor de la revolución sexual en los últimos cuatro decenios, por los grandes éxitos conseguidos.
Gracias a esas campañas, hoy en día, se confunde al sexo con la genitalidad, de tal forma que al ser humano –por naturaleza sexuado– se le ve como ser enfocado a la actividad sexual. En dicha visión no podemos dejar de reconocer como uno de sus pilares a Sigmund Freud por su famoso estado de frustración sexual.
En la medida que se confunden estas dos realidades complementarias, al sexo se le ha desposeído de su dimensión divina, e incluso de su condición propiamente humana para rebajarlo a puro placer animal. En estas condiciones, vemos cómo hoy en día se le considera un accesorio más dentro de la civilización del consumismo. Ahora se le ve sin miedo, sin importancia y, sobre todo, sin respeto.
El sexo, dentro de la cosmovisión moderna, es un satisfactor más que se ofrece, se acepta, se exige, se niega, se busca, se encuentra, se difunde, se vende, se compra, se presta, se oferta, se alquila, se regala, se propone, se acostumbra, se aconseja, se promueve, se difunde, se exalta, se facilita, se publicita, se comercializa al menudeo y al mayoreo, se promociona, se musicaliza, se comparte, se ridiculiza, se esteriliza, se potencia, se capacita, se instruye, se presume, se premia, se transforma, se corrompe y se cambia, valga la expresión: se “transexa”.
¡Pasen ustedes, damas y caballeros; jóvenes; adolescentes… y niños!: Pasen y vean. Toquen, malluguen, para todos los gustos, para todas las edades, prueben lo que les guste. Llévelo, todo se vale. Aquí no hay censura que valga, ni horarios limitados. Tenemos todos los “productos” a todos los precios. A nuestro favor están grandes empresas nacionales e internacionales, dependencias de gobierno en todos los niveles y los consejeros más capacitados. Por todos los medios: Cine, radio, televisión, revistas, periódicos, teatro, Internet… En las escuelas, con los vecinos, con los parientes, lleve lo que le guste. No se quede con las ganas… y lo más importante: No se olvide; ¡Sin compromisos!
He aquí lo más peligroso: “no se quede con las ganas” y “sin compromiso”; y seguimos escuchando: No se prive del placer. Esta vida es para gozar y abstenerse de ello no es justificable bajo ningún punto de vista. No sea usted mojigato, retrógrado, santurrón, moralista. No condene su vida al luto, dese el gusto que quiera.
Según algunos autorizadísimos sexólogos “ver pornografía y hacer lo que viene después no es malo, pues no produce cáncer”. Pobres de aquellas adolescentes y jovencitas que se casen con muchachos acostumbrados a ver pornografía. Qué difícil será para ellas competir con lo que ven esos jóvenes para poder agradarlos cuando vivan juntos por años. Bueno, eso de “por años” tal parece que también es otra estupidez de épocas superadas.
El ser humano no necesita sexuarse, pues de acuerdo a lo que nos enseña la Genética, desde el momento de su concepción todas las células de su cuerpo son sexuadas. Alborotar la actividad sexual no sólo puede ser anormal sino, incluso, peligroso. No perdamos de vista que no es lo mismo “sin compromiso” que “sin consecuencias”. Pero frecuentemente, cuando se descubre la distinción, ya es demasiado tarde… y los papás, como siempre: en la Luna, por no decir: en la lona. Ojalá haya quienes, como los buenos peleadores, se levanten para ganar la pelea.