Padre Eduardo Hayen.- El triunfo de Donald Trump como presidente electo el pasado 5 de noviembre en Estados Unidos, así como el triunfo de los republicanos en el Senado y en la Cámara de Representantes, ha de llamar a reflexión a los que somos católicos.
El tema es de tanta trascendencia mundial que es preciso profundizar un poco sobre lo que implica para nuestra fe cristiana. Lo primero que hay que señalar es que el 56 por ciento de los católicos votaron por Trump y sólo el 41 por ciento lo hicieron por Harris. Algunos analistas afirman que el catolicismo estadounidense está cambiando: cada vez hay menos católicos que se parecen a Biden y a Nancy Pelosi. Es un cambio generacional.
Los medios de comunicación convencionales, más alineados al progresismo, favorecieron con su opinión a Kamala Harris durante la campaña y enfocaron sus reflectores en los defectos de Trump. De hecho, las encuestas que publicaban revelaban que había un empate con una ligera delantera de Kamala. Sin embargo, el triunfo de Trump sobre Kamala Harris fue apabullante. La diferencia del resultado fue abismal: 312 votos electorales de Trump y 226 de Harris. Impresiona ver el mapa de los resultados por condados, rojo casi en su totalidad. ¿A qué se debe esa grandiosa victoria de Trump?
Más allá de la preocupación por la economía, que iba de mal en peor durante el gobierno de Biden-Harris, está el hartazgo de una sociedad que tenía la sensación de despeñarse hacia un abismo de inmoralidad con la contracultura woke promovida por el Partido Demócrata, además de ver su patria amenazada por una inmigración ilegal totalmente descontrolada. El pueblo norteamericano, al verse alejado cada vez más de sus raíces cristianas y metiéndose en el pantano del relativismo moral y la inmigración sin control, votó por quien prometió combatir la degeneración social y rescatar los valores familiares.
Kamala Harris hizo descaradamente del aborto su baluarte y su bastión, al grado de ofrecer abortos gratuitos en aborterías móviles que se colocaron en las entradas del recinto donde fue nombrada como candidata el 19 de agosto en Chicago. Esa acción perversa fue como un descarado ofrecimiento de vidas humanas al Maligno a cambio de poder. Radicalmente a favor del asesinato de bebés, la ex-candidata se manifestó a favor del aborto por nacimiento parcial a los nueve meses de gestación. Tanta maldad tuvo sus consecuencias y los electores la rechazaron.
Al mismo tiempo, la Harris fue especialmente hostil a la Iglesia Católica; hostigó a los Caballeros de Colón que fueran candidatos judiciales y apoyó el proyecto de ley que obligaría a los empleadores católicos a pagar impuestos por los abortos de sus empleados. Además, rechazó durante su campaña la invitación que le hiciera la Arquidiócesis de Nueva York para asistir a una cena de gala, un evento benéfico al que tradicionalmente asisten los candidatos. Sólo Walter Mondale había rechazado la misma invitación en 1984 y perdió las elecciones de manera aplastante contra Ronald Reagan. Kamala debe aprender que no es saludable tener enemistad con los católicos.
Hay católicos que votaron por Kamala Harris porque consideran que ella representaba mejor algunos valores sociales como la justicia y la equidad o el trato a los inmigrantes. Sin duda estos temas tienen importancia para los católicos, pero más importante es la defensa de la vida, la familia y la libertad religiosa. El pueblo que quiere vivir con sentido común y por eso rechazaron a Kamala.
La victoria de Donald Trump es positiva por el bien que puede hacer para que se recuperen valores fundamentales –vida, familia y patria– y el combate a la ideología woke. Sin embargo, el republicano no se identifica del todo con los valores católicos. Trump ha cambiado su postura sobre el aborto y lo admite en ciertos casos. Y en temas como la inmigración olvida el drama en que viven muchas personas ilegales dentro de su país que han contribuido con su trabajo a la economía nacional durante muchos años. Las políticas de Trump en contra de estas personas pueden llegar a ser muy inhumanas. También se aleja de los valores católicos con la promoción de la fecundación in vitro gratuita ya que ésta atenta contra la santidad del matrimonio y sacrifica a los embriones no implantados.
Si bien Trump no es la opción ideal para un católico, el presidente electo debe estar muy agradecido ya que su triunfo se debió, en gran parte, a los católicos que votaron por él. El trabajo de los obispos y de los católicos en Estados Unidos será convencer al gobierno de Trump de que el verdadero progreso de la nación está en la defensa y promoción de la vida, la tutela de la santidad del matrimonio y la libertad religiosa.