Inicio EL MEOLLO DEL ASUNTO Poder sin respeto de F. Noroña al ciudadano

Poder sin respeto de F. Noroña al ciudadano

Daniel Valles.- Si en la política mexicana existiera un galardón al incendiario del año, Gerardo Fernández Noroña lo ganaría sin competencia. Un profesional del escándalo, adicto a la confrontación y, ahora, paradójicamente, presidente del Senado de la República. Sí, ese recinto que, en teoría, debería ser el templo de la deliberación serena y la racionalidad legislativa. ¡Qué ironía!


Noroña no debate: lanza granadas. No persuade: acusa, grita, insulta. Se asume como paladín del pueblo, pero se conduce como un caudillo iracundo al que nadie ha osado detener. Porque en el régimen de la “transformación”, mientras más ruido haces, más alto te ponen.


La última escena de este teatro del absurdo fue un acto sin precedente: utilizó su investidura para doblegar públicamente a un ciudadano. El abogado José Antonio Ortega Sánchez, presidente del Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal, se atrevió a cuestionarlo en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. ¿El resultado? Ortega fue arrastrado, políticamente hablando, al Senado, donde se le obligó a ofrecer una disculpa pública. Una humillación, un abuso de poder con tintes de venganza personal. Un atropello que repugna a cualquier demócrata auténtico.


Y lo más grave: ese acto no fue aislado ni reprobado por la mayoría del oficialismo. Fue tolerado, incluso aplaudido por algunos. Pero en la opinión pública —la libre, la pensante, la que aún no ha sido colonizada por las dádivas del Estado— la reprobación fue casi unánime. Porque se trató, simple y llanamente, de un uso faccioso del poder para aplastar al disidente. Eso ya lo habíamos visto… pero con otros colores en el poder.


Antes fue arrestado por protestar contra Zedillo. Hoy reprime desde el poder que antes combatía. ¿No que muy revolucionario? Lo suyo ya no es lucha social, sino espectáculo barato de un incendiario con fuero.

Recientemente minimizó el hallazgo de cuerpos en Teuchitlán, insinuando que podría ser “un montaje”. ¿Así, sin pruebas, sin empatía, sin sentido común? Cuando el poder se te sube a la cabeza, las palabras se vuelven fósforos y la verdad, papel quemado.


Noroña no es un político: es un performance perpetuo. Y Morena, al premiarlo con la presidencia del Senado, no solamente valida sus excesos, sino que lo convierte en símbolo. El símbolo perfecto de la Cuarta Transformación: mucho ruido, mucho fuego, pocas soluciones.


Y a pesar de sus desplantes, conserva un respaldo considerable entre quienes reciben apoyo gubernamental. Porque en la política clientelar, el carisma y la confrontación pesan más que la razón. Y mientras el dinero siga fluyendo, el respaldo a este pirómano con curul está asegurado, aunque el país se le esté incendiando. Así El Meollo del Asunto.