Dr. Fernando A. Herrera M.- Trillada la frase, pero vigente y cada día más preocupante. Nadie más que un alcalde en México, de cualquier entidad, lo sabe.
Apenas llega y lo entiende. Si quiere trabajar debe entender el poder fáctico de su entorno y acomodarse o no la cuenta. Esta es la desilusión que sufren los gobernadores, y la presidente, al no poder gobernar municipios.
Hay una impotencia, muy grave, de la presidente ante la infiltración en los estados y la incapacidad física de los gobernadores, al observar el control e injerencia de los grupos delictivos en su gobierno.
La ignorancia natural de la presidente de hasta dónde está invadido su gobierno por estos grupos que corrompen.
Y lo peor: Haber sacado al ejército a las calles para luego ordenar que no hiciera nada. Esto último está cambiando.
Es una aspirina, pero es un avance, y ojalá se extienda a las entidades, porque a los municipios imposible… Todavía.
Mala sangre
Javier Corral, el sátrapa que casi destruye Chihuahua, el peor de cuanto gobernante haya tenido el estado, ahora se ensaña contra sus víctimas.
Javier Corral no tiene sangre en las venas. En ellas fluye el veneno del que alimenta su odio. Un odio contra sí mismo porque no se acepta como es.
Javier Corral canaliza sus debilidades contra los molinos de viento que ve en otras personas que lo superan y que no soporta que opaquen sus delirios de grandeza. Ahora ha llegado muy lejos. Ha utilizado a Efraín Morales, director de Conagua, para engañar a Jesús Ramírez, el jefe de asesores de la presidente, que a su vez escribió falsedades en las tarjetas para que ella les diera lectura en la mañanera y hacerla quedar mal ante la sociedad.
La presidente no perdonará que se atrevan a usarla para ese tipo de vendettas cuasi pasionales de un enfermo como Corral.
Pretender que hay contubernio entre Maru, la gobernadora, y César Duarte, no resiste el menor análisis y menos que juntos se aprovechan del recurso acuífero de Chihuahua.
Involucrar a la juez que impidió el reparto de libros de texto es otra estupidez que se cae sola al dar a entender que un amparo provisional a los hermanos de César Duarte fue obsequiado con la intervención de la gobernadora.
Está historia ficticia que pretendieron prender a fuego intenso para cubrirla entre la elección judicial no prosperará. Esa mentira con la que engañaron a la presidente debe aclararse porque la mandataria no puede ser instrumento de pervertidos con fuero.
La propia gobernadora será quien le aclare a la presidente que ese contubernio existe solo en la imaginación de Corral y que las propiedades de Duarte siguen bajo posesión del Estado.
La mala sangre de Corral ha sustituido la verdad por la mentira y se atrevió a lo impensable: engañar a la primera mandataria del país.
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