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Occidente está en peligro

Marcos Barraza Urquidi.- El 18 de Enero de 2024 se presentó en el Foro de Davos el presidente de Argentina, Javier Milei, y ante los autores y defensores de la agenda globalista 20-30 inició su discurso con la frase “Occidente está en peligro”… “porque aquellos que supuestamente deben de defender los valores de occidente se encuentran cooptados por una visión del mundo que inexorablemente conduce al socialismo y en consecuencia a la pobreza”

“Lamentablemente en las últimas décadas motivados por algunos deseos bien pensados de querer ayudar al prójimo y otros por el deseo de pertenecer a una casta privilegiada, los principales líderes del mundo occidental han abandonado el modelo de la libertad por distintas versiones de lo que llamamos colectivismo”

“Los experimentos colectivistas nunca son la solución a los problemas que aquejan a los ciudadanos del mundo, sino que por el contrario son su causa”

“Los datos que sustentan por qué el capitalismo de libre empresa no solo es un sistema posible para terminar con la pobreza del mundo, sino que es el único sistema moralmente deseable para lograrlo”

“Desde el año 0 hasta el año 1980, el PIB per cápita se mantuvo estancado en el 0.02% anual; de 1900 a 1950 se acelera al 1.16% anual; de 1950 al 2000 fue de 2.1%; del 2000 al 2023 es de 3% anual. De 1800 a la fecha este crecimiento explosivo sacó de la pobreza al 90% de las personas en el mundo. Hay que recordar que en 1800 el 95% de la población vivía en la pobreza extrema. La conclusión es obvia: lejos de ser la causa de nuestros problemas, el capitalismo de libre empresa, como sistema económico, es la única herramienta que tenemos para terminar con el hambre, la pobreza y la indigencia a lo largo y ancho del mundo”

“La evidencia empírica es incuestionable por eso, como no cabe duda que el capitalismo de libre empresa”

Por eso, como no cabe duda de que el capitalismo de libre mercado es superior –en términos productivos– la doxa de izquierda que ha atacado al capitalismo por sus cuestiones de moralidad porque, dicen sus detractores, que es injusto.     

Dicen que el capitalismo es malo porque es individualista y que el colectivismo es bueno porque es altruista, y en consecuencia bregan por la “justicia social”. Pero este concepto que en el primer mundo se ha puesto de moda en la última década.

El problema es que la justicia social no solo no es justa, sino que tampoco aporta al bienestar general.

Muy por el contrario, es una idea intrínsecamente injusta, porque es violenta. Es injusta porque el estado se financia a través de impuestos y los impuestos se cobran de manera coactiva ¿o acaso alguno de nosotros puede elegir no pagar impuestos? Lo cual significa que el Estado se financia a través de la coacción y que, a mayor carga impositiva, mayor es la coacción, menor es la libertad.

Quienes promueven la justicia social parten de la idea de que el conjunto de la economía es una torta que se puede repartir de manera distinta, pero esa torta no está dada, es riqueza que se va generando en lo que Kirchner llaman un proceso de descubrimiento.

Si genera un producto de buena calidad a un precio atractivo, le va a ir bien y va a producir más. De modo que el mercado es un proceso de descubrimiento en el cual el capitalista encuentra sobre la marcha el rumbo correcto.

Pero si el Estado castiga al capitalista por tener éxito y lo bloquea en este proceso de descubrimiento, destruye sus incentivos y la consecuencia de ello es que va a producir menos y la “torta” será más chica, generando un perjuicio para el conjunto de la sociedad.

El colectivismo, al inhibir estos procesos de descubrimiento y al dificultar la apropiación de lo descubierto, ata al emprendedor de las manos y le imposibilita producir mejores bienes y ofrecer mejores servicios a un mejor precio.

¿Cómo puede ser entonces que, desde la academia, los organismos internacionales, la política y la teoría económica se demonice un sistema económico que no solo ha sacado de la pobreza más extrema al 90% de la población mundial, y lo hace cada vez más rápido, sino que además es justo y moralmente superior?

Gracias al capitalismo de libre empresa hoy el mundo se encuentra en su mejor momento. No hubo nunca, en toda la historia de la humanidad, un momento de mayor prosperidad que el que vivimos hoy.

El mundo de hoy es más libre, más rico, más pacífico y más próspero que en cualquier otro momento de nuestra historia. Esto es cierto para todos, pero es particularmente cierto para aquellos países que son más libres, donde respetan la libertad económica y los derechos de propiedad de los individuos.

Porque aquellos países que son más libres son 8 veces más ricos que los reprimidos, el decil más bajo de la distribución en los países libres vive mejor que el 90% de la población de los países reprimidos, tienen 25 veces menos cantidad de pobres en el formato estándar y 50 veces menos en el formato extremo, y por si eso fuera poco, los ciudadanos de los países libres viven un 25% más que los ciudadanos de los países reprimidos

“El libertarismo es el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo, basado en el principio de no agresión, en defensa de la vida, la libertad y la propiedad de los individuos, cuyas instituciones fundamentales son la propiedad privada, los mercados libres de intervención estatal, la libre competencia, la división del trabajo y la cooperación social. Donde solo se puede ser exitoso sirviendo al prójimo con bienes de mejor calidad o mejor precio”.

Dicho de otro modo, el capitalista es un benefactor social que, lejos de apropiarse de la riqueza ajena, contribuye al bienestar general. En definitiva, un empresario exitoso es un héroe.

¿Por qué digo entonces que occidente está en peligro? Digo que occidente está en peligro justamente porque en aquellos países que debiéramos defender los valores del libre mercado, la propiedad privada y las demás instituciones del libertarismo, sectores del establishment político y económico, algunos por errores en su marco teórico y otros por ambición de poder, están socavando los fundamentos del libertarismo, abriéndole las puertas al socialismo y condenándonos potencialmente a la pobreza, a la miseria y al estancamiento.

Porque nunca debe olvidarse que el socialismo es siempre y en todo lugar un fenómeno empobrecedor que fracasó en todos los países que se intentó. Fue un fracaso en lo económico. Fue un fracaso en lo social. Fue un fracaso en lo cultural. Y además asesinó a más de 100 millones de seres humanos.

El problema esencial de occidente hoy es que no solo debemos enfrentarnos a quienes, aun luego de la caída del muro y la evidencia empírica abrumadora, siguen bregando por el socialismo empobrecedor; sino también a nuestros propios lideres, pensadores y académicos que, amparados en un marco teórico equivocado, socavan los fundamentos del sistema que nos ha dado la mayor expansión de riqueza y prosperidad de nuestra historia.

Un ejemplo de los supuestos fallos del mercado que describen los neoclásicos son las estructuras concentradas de la economía. Sin embargo, sin funciones que presenten rendimientos crecientes a escala, cuya contrapartida son las estructuras concentradas de la economía, no podríamos explicar el crecimiento económico desde el año 1800 hasta hoy.

No hay que enojarse con la realidad, hay que enojarse con el modelo y cambiarlo.

El dilema que enfrenta el modelo neoclásico es que dicen querer perfeccionar el funcionamiento del mercado atacando lo que ellos consideran fallos, pero al hacerlo no solo le abren las puertas al socialismo, sino que atentan contra el crecimiento económico. Ejemplo, regular monopolios, destruirle las ganancias y destrozar los rendimientos crecientes automáticamente destruiría el crecimiento económico.

Dicho de otro modo, cada vez que ustedes quieran hacer una corrección de un supuesto fallo de mercado, inexorablemente, por desconocer lo que es el mercado o por haberse enamorado de un modelo fallido, le están abriendo las puertas al socialismo y están condenando a la gente a la pobreza.

La solución que propondrán los colectivistas no es mayor libertad, sino que es mayor regulación, generando una espiral descendiente de regulaciones hasta que todos seamos más pobres y la vida de todos nosotros dependa de un burócrata sentado en una oficina de lujo.

Dado el estrepitoso fracaso de los modelos colectivistas y los innegables avances del mundo libre, los socialistas se vieron forzados a cambiar su agenda. Dejaron atrás la lucha de clases basada en el sistema económico para reemplazarla por otros supuestos conflictos sociales igual de nocivos para la vida en comunidad y para el crecimiento económico.

La primera de estas nuevas batallas fue la pelea ridícula y anti natural entre el hombre y la mujer. El libertarismo ya establece la igualdad entre los sexos. La piedra fundacional de nuestro credo dice que todos los hombres somos creados iguales, que todos tenemos los mismos derechos inalienables otorgados por el Creador, entre los que se encuentran la vida, la libertad y la propiedad.

En lo único que devino esta agenda del feminismo radical es en mayor intervención del Estado para entorpecer el proceso económico, darles trabajo a burócratas que no le aportan nada a la sociedad, sea en formato de ministerios de la mujer u organismos internacionales dedicados a promover esta agenda.

Otro de los conflictos que los socialistas plantean es el del hombre contra la naturaleza. Sostienen que los seres humanos dañamos el planeta y que debe ser protegido a toda costa, incluso llegando a abogar por mecanismos de control poblacional o en la agenda sangrienta del aborto.

Lamentablemente, estas ideas nocivas han impregnado fuertemente en nuestra sociedad. Los neomarxistas han sabido cooptar el sentido común de Occidente. Lograron esto gracias a la apropiación de los medios de comunicación, de la cultura, de las universidades, y sí, también de los organismos internacionales.

Por suerte, somos cada vez más los que nos atrevemos a levantar la voz. Porque vemos que, si no combatimos frontalmente estas ideas, el único destino posible es que cada vez vamos a tener más Estado, más regulación, más socialismo, más pobreza, menos libertad y, en consecuencia, peor nivel de vida.

Occidente, lamentablemente, ya comenzó a transitar este camino. Sé que a muchos les puede sonar ridículo plantear que Occidente se ha volcado al socialismo. Pero solo es ridículo en la medida que uno se restringe a la definición económica tradicional del socialismo, que establece que es un sistema económico donde el Estado es el dueño de los medios de producción.

Esta definición debiera ser, para nosotros, actualizada a las circunstancias presentes. Hoy los estados no necesitan controlar directamente los medios de producción para controlar cada aspecto de la vida de los individuos.

Con herramientas como la emisión monetaria, el endeudamiento, los subsidios, el control de la tasa de interés, los controles de precios y las regulaciones para corregir los supuestos “fallos de mercado”, pueden controlar los destinos de millones de seres humanos.

Así es como llegamos al punto en el que, con distintos nombres o formas, buena parte de las ofertas políticas generalmente aceptadas en la mayoría de los países de Occidente son variantes colectivistas.

Ya sea que se declamen abiertamente comunistas o socialistas, socialdemócratas, demócratas cristianos, neokeynesianos, progresistas, populistas, nacionalistas o globalistas.

En el fondo no hay diferencias sustantivas: todas sostienen que el Estado debe dirigir todos los aspectos de la vida de los individuos. Todas defienden un modelo contrario al que llevó a la humanidad al progreso más espectacular de su historia.

Nosotros venimos hoy aquí a invitar a los demás países de Occidente a que retomemos el camino de la prosperidad. La libertad económica, el gobierno limitado y el respeto irrestricto de la propiedad privada son elementos esenciales para el crecimiento económico.

Este fenómeno de empobrecimiento que produce el colectivismo no es una fantasía. Ni tampoco fatalismo. Es una realidad

El caso argentino es la demostración empírica de que no importa cuán rico seas, cuántos recursos naturales tengas, no importa cuán capacitada esté la población, ni cuán educada sea, ni cuántos lingotes de oro haya en las arcas del banco central.

Si se adoptan medidas que entorpecen el libre funcionamiento de los mercados, la libre competencia, los sistemas de precios libres, si se entorpece el comercio, si se atenta contra la propiedad privada, el único destino posible es la pobreza.”