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No solo de pan vive el hombre…

Senador Cruz Pérez Cuéllar.- Dadas las circunstancias el tiempo es idóneo para retomar aquella lectura extraviada y, por qué no, para trasladar al papel algunas ideas, para que como dicen algunos amigos escritores y periodistas: “que no se queden en el tintero”.

Sin dejar nuestra responsabilidad y en la manera de nuestras posibilidades seguimos apoyando a las y los chihuahuenses en esta contingencia, pero las condiciones nos obligan a tocar base en la casa y a seguir construyendo familia, que a final de cuentas es nuestro mayor tesoro.

Este fin de semana en particular el retiro adquiere un cariz espiritual, por la consabida celebración de los días mayores de la Semana Santa, y ello nos obliga a hacer la necesaria recapitulación de lo que hemos estado haciendo bien o mal. El objetivo particular no es otro que el de mejorar.

Cada año lo procuro, pero en el presente las circunstancias disponen de medios para un mayor escrutinio, lo hago inspirado en la vida del Hombre que vino a transformar la nuestra, y que pudiendo erigirse por encima de todos decidió someterse, servir, enseñar, sacrificarse y morir.

Y esto, no hace menos que impulsarnos a mirar en el interior y evaluar las acciones; las malas, sin duda, nuestro ánimo nos obliga a desterrarlas, hacernos el propósito de no volverlas a cometer, y en su caso, hay acciones que nos obligan a pedir perdón; al Creador de todas las cosas, por supuesto, pero también a las personas ofendidas. Porque hay una falsa humildad o arrepentimiento inexistente cuando alguien decide entenderse únicamente con la parte celestial, dejando de lado su responsabilidad aquí, con quien ha ofendido.

Es cierto, cometo errores y muchos, pero siempre trato de enmendarlos. Claro que en política a veces las virtudes se hacen pequeñas y los defectos monumentales; pero no pretendo ensalzarme ni mucho menos, intento que la balanza de lo bueno siempre esté más cargada que su parte contraria.

Pero evaluar las faltas personales por uno mismo y darles su respectivo trato es fácil, hasta cierto punto, yo creo que un verdadero reto representa que alguien más te las señale, como tu esposa, hijos, tus hermanos, tus amigos, ellos pueden ver otros aspectos que uno no. Y claro que duele la crítica, pero cuando es sincera, el resultado siempre es bueno (cuando hay un verdadero propósito de corregir las faltas).

Pero también este ejercicio descubre las acciones buenas, lo que se hizo bien, con buena intención, y el análisis deriva no en vanagloria personal, o ajena, eso tiene poco o ningún provecho para el alma, porque las obras deben hablar por sí solas, sin la intención de sucumbir a los halagos, y menos cuando se ha contraído la obligación de hacer ciertas cosas, como es mi caso.

Habría que separar aquellas acciones a las que estoy obligado a realizar como padre de familia, como senador, como hijo, como ciudadano, de aquellas otras que sin estar comprometido, aun así las hago. Este discernimiento ayuda a saber cuánto “extra” estamos dando. Porque sabemos hasta dónde llega nuestra obligación, pero también dónde nos desprendemos de lo material y actuamos por el gusto de hacerlo, por el solo deseo de ayudar a los demás.

También esta reflexión nos coloca de frente las acciones buenas, buenas a secas, que estuvieron bien pero que pueden estar mejor, que pudieron hacerse más y de mejor calidad. Este punto es muy importante porque es a partir de aquí cuando nosotros empezamos a mejorar como personas, es cuando nuestra condición humana trasciende porque no nos basta con hacer lo que nos toca, sino que buscamos mejorar la vida de otros a cambio de nada, bueno, tal vez de una satisfacción personal que no nos reditúa económicamente o de manera material, pero sí nos llena el espíritu y ahí es donde está la ganancia.

Por su puesto, el camino recorrido nos ayuda a saber dónde estamos, no para contar los metros recorridos sino para saber con mayor precisión lo que nos falta por avanzar. La meta es larga y es fundamental que no nos detengamos en los éxitos pasados, eso es tiempo perdido, sino en todos los proyectos que nos falta por emprender, las metas por superar, los problemas por resolver. Así creo que es como podremos superar las pruebas futuras, con una premeditación y naturalmente con una buena planeación.

Por otra parte, nunca me he considerado una persona rencorosa, no lo he sido, al menos en conciencia; sin embargo, no niego que haya tenido desencuentros, pero a pesar de los dolores que me hayan causado, a pesar de las injurias recibidas, trato siempre de dejarlas en segundo plano, sobre todo para no cargar con ellas y si tengo que decidir sobre cualquier asunto, que no sea bajo la influencia de un sentimiento negativo, mucho menos el rencor.

En fin, siempre he creído que las batallas internas son las más complicadas de superar, cuando se triunfa adentro, hacia afuera la pelea suele ser más sencilla, pero definitivamente antes de afrontar cualquier situación debe existir ese examen interior, de lo contrario corremos el riesgo de cometer más errores.

Agradezco a Dios por ayudarme a corregir mis faltas, a ser una mejor persona, por estar ahí siempre que lo necesitamos, por darme la oportunidad de servir. A Quien le pido me conceda siempre la sabiduría y las fuerzas para hacer correctamente lo que debo y tengo que hacer.

Quedan muchos defectos por corregir y virtudes qué alcanzar; lo primero ni lo segundo es fácil de lograr, por eso mi recomendación es levantarse todos los días como si fuera el primero de un reto, con bríos renovados. Todos los días con las ganas del primero, para que la carrera nunca sea demasiando larga que nos canse, o muy pesada que nos abata, siempre dispuestos y listos como al principio, aunque en ese andar se nos vaya la vida misma.

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