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No Juzguéis

“No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; absolved y se os absolverá” (Lc 6, 37)

Antonio Fernández.- Reza el Evangelio: “No juzguéis según las apariencias, sino que vuestro juicio sea justo”. Así lo pide Dios Nuestro Señor desde la creación, pero en realidad al paso de los siglos en una inmensa mayoría la actitud es otra.

La realidad de la historia humana muestra los dos caminos que ha seguido en su paso por el mundo de prueba cada alma, de fidelidad o de infidelidad, cada una tiene su propia opción.

De la primera, su principal y único propósito es tener que volver por donde se vino, esto es, venir de Dios y volver a Él; la segunda es venir de Él y no volver a Él, a esto llama la perversa, malvada y detestable costumbre en millones de seres humanos que diariamente murmuran y calumnian al prójimo.

Los pierde creando el hábito de juzgar injustificadamente al prójimo, violentando la voluntad de Dios al que se ofende al infringir el mandamiento de la Ley de Dios que instruye en tres legislaciones a cumplir por el cristiano católico:

“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, y con todo tu espíritu. Este es el mayor y primer mandamiento. El segundo le es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” y el octavo reza: “No levantar falso testimonio ni mentir”, de lo que se afirma la misericordia del Padre.

Por lo tanto, a nadie le está justificado falsear sobre el prójimo y menos mentir, así lo manda Dios Nuestro Padre, pero cuántos hay que justificando algo injustificable eluden su mandato, disimulan engañándose a sí mismos y creyendo que el mandato divino es irreal porque no lo ven.

Su carecía de fe en Él y la vida mundana es el impedimento por el que continúan tranquilamente falseando y mintiendo del prójimo, perdiendo el sentido trascendental que para la salvación del alma es el mandato de Dios Nuestro Señor.

La realidad de cumplir su mandamiento, se carga contra el prójimo la falsedad que fluye del corazón a la boca en adulaciones, mentiras, exageraciones inventadas, infundios y calumnias al prójimo con juramentos falsos disfrazados de verdad, formando un cúmulo de irrealidades que pesan por su falsedad en el prójimo.

Así, del comentario maldoso y engañoso se pasa al chisme, de ahí al falso testimonio que se convierte en escándalo como si el que juzga fuera perfecto.

Por esas actitudes obstinadas puede entenderse que ese juzgador envidioso de los logros, bienes y realizaciones del prójimo, lo lleven conscientemente a mentir por celo, resentimiento e ira, es increíble que el ser humano creado a semejanza de Dios guarde en su interior las bondades misericordiosas depositadas por Dios, no razone ni comprenda que los ultrajes vertidos contra el prójimo agravan el estado de su alma.

El mandato del Creador ha pedido que sea para con el hermano amoroso, como Él lo es con el pecador, evitar la mala pasión que incita al rencor, que aviva la rabia y los arrebatos de cólera al punto de la venganza que termina en crimen, siendo precisamente lo que Dios Nuestro Señor no desea.

Y afirma en el quinto mandamiento: “No matarás”. El pecador juzgador fuera de sí manifiesta en hechos inconcebibles lo malvado de sus críticas y que a su momento rendirá cuentas si antes no se arrepiente.

Enseñanza que clarifica el entendimiento para comprender que el valor de salvación viene desde el nacimiento, conforme el ser humano va recibiendo los sacramentos y avanza en edad se activan en el interior los valores de salvación.

Arraigándose a la conducta humana se convierte por el pecador arrepentido en norma de vida que velará en los quehaceres cotidianos de cada persona, ello se establece por el orden espiritual que es el orden justo de vida moral, familiar, social y de respeto entre los seres humanos.

Pide Jesucristo Nuestro Señor la recta intención en el obrar, este deseo es fruto de importancia que el cristiano católico de todos los tiempos puede y debe hacer suyo: “Sed, pues, vosotros perfectos como vuestro Padre celestial”.

Su palabra está frente a nuestra alma y en la conciencia como el modelo a seguir e imitar de Él la perfección de nuestro Padre celestial que ha estado y estará en su palabra que es y será bueno con los que obran como es su deseo.

Pero aquellos que de palabra, obra y pensamiento obran como sus enemigos, ¿Qué podremos decir? En los seres humanos interviene la disposición del alma según la fe en Cristo Nuestro Señor para reaccionar que la falta de gracia, la frecuencia de sacramentos, la asistencia indiferente a la Santa Misa, la carencia de oración punto clave para entender la misericordia de Dios.

Es comprender que esa perfección a la que se refiere Jesucristo Nuestro Señor es luchar hoy y siempre hasta el último latido del corazón sin dar tregua a la tentación vencer esa inclinación que impide imitar del divino Padre su misericordia.

hefelira@yahoo.com

 

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