Inicio Perspectiva Necesitamos…

Necesitamos…

Alejandro Cortés González-Báez.- ¿Recuerdan aquella canción que dice así: “Tengo una muñeca vestida de azul…, dos y dos son cuatro; cuatro y dos son seis; seis y dos son ocho, y ocho diez y seis. Brinca la tablita; yo ya la brinqué, bríncala de nuevo, yo ya me cansé”?

Indudablemente es una simpleza, pero recordar esta canción me hizo reflexionar en algo que experimentamos a diario todos los humanos, y hasta ahora pude deducir que, además de ser racionales, mortales, sociables… somos “cansables”.

Me resulta curioso que solemos escuchar la palabra “incansable”, pero no “cansable”, pues nos resulta obvio. Además, con mucha frecuencia solemos tildar de “flojo” a quien está descansando.

De hecho, cada fin de día, y de semana… experimentamos el cansancio y buscamos el remedio más eficaz en el sueño. No son pocos los médicos y psicólogos que abordan este tema recordándonos la importancia que tiene en nuestras vidas el descanso.

Todos sabemos que hay circunstancias, trabajos, personas y preocupaciones que nos cansan. Conclusión: Descansar no siempre es posible o fácil, pero sí necesario.

Ahora cambio por completo de tema, pues hoy estoy festejando mi cumpleaños 71. Hay amigos que me están felicitando, pero he de decir que uno de los mejores regalos que me han hecho, fue una corrección fraterna. De hecho, me ha puesto a reflexionar mucho, pues el tema es de capital importancia.

Con toda claridad, delicadeza y cariño sincero, me comentó que ha podido darse cuenta de que, en mi papel de sacerdote —y en especial como confesor— a veces soy tan exigente que hay personas que no quieren confesarse conmigo.

Este asunto es demasiado delicado, pues en un afán de enfrentar a la gente con sus conciencias, y sin duda, por falta de la finura requerida, se han sentido lastimados, y quizás ofendidos. Tengo claro que es una lucha a la que me enfrento desde hace tiempo.

No es la primera persona que me lo dice, y en mis más de cuarenta años de sacerdocio tengo que seguir cuidando esto por un motivo fundamental: Al alejarlos de mi confesionario puedo estarlos alejando de la Iglesia… ¡y de Dios!

Tengo bien claro que jamás lo he hecho con el propósito de ofender, pero los ministros de Dios hemos de ofrecer la medicina, procurando que no sepa amarga. A lo largo de todos estos años, algunas personas me han dicho cosas como: Padre, yo antes le tenía miedo y no quería confesarme con usted. Siempre les he agradecido esa confianza.

Ojalá que todos los sacerdotes podamos contar con la ayuda de los fieles, quienes —por su amor sincero al sacerdocio— nos puedan decir las cosas en las que podemos y debemos mejorar. Sé bien que esto no resulta fácil y que, además, es imposible darle gusto a todos.

Hay personas muy susceptibles que se ofenden con mucha facilidad. Por eso en el afán sincero de ayudar a todas las almas, unos y otros hemos de pedirle a Dios su luz y la fortaleza para saber corregir con gran delicadeza.

www.padrealejandro.org

Artículo anteriorInvestigadores de UNAM México crean prototipo de hisopo de muestreo de diagnóstico de COVID-19
Artículo siguienteLa inocencia de un colego