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Mentalidad histórica

Alejandro Cortés González-Báez.- Durante el inicio de la carrera de Derecho Canónico, recuerdo que uno de los puntos en los que los profesores ponían más énfasis era la importancia de adquirir la famosa “mentalidad jurídica”, es decir, una especie de prejuicio que nos permite olfatear las posibles consecuencias legales de todo lo que decimos, hacemos, omitimos y, sobre todo, firmamos. Supongo que todos tenemos experiencias negativas en estos temas, las cuales pueden haber tenido enormes consecuencias.

Pues bien, hoy quisiera hacer referencia a otro tipo de prejuicio que nos permitirá vivir sacándole el mayor provecho posible a nuestra existencia y, de paso, nos pondrá en condiciones de trasmitir valiosas y gratas experiencias a los que vengan detrás. Me refiero a la “mentalidad histórica”.

Considero que esta forma de pensar, al igual que muchas otras realidades de la vida ordinaria, depende en buena parte del valioso sentido común. Dicho criterio no nos resulta nada extraño, pues esta mentalidad está presente en nuestras vidas y en las de quienes nos rodean, aunque no la hayamos conceptualizado.

Así pues, todos solemos guardar fotos de los momentos más importantes como bodas, bautizos, graduaciones, y junto con ello, coleccionamos recuerdos de nuestros viajes, como por ejemplo las toallas de los hoteles (Que, dicho sea de paso, está catalogado como simple y vulgar robo).

Para hablar sobre la importancia de la mentalidad histórica me atrevo a afirmar que un pueblo sin historia es un pueblo sin cultura y pienso que algo similar podemos decir de las familias. Y aquí no me refiero ni al abolengo, ni a esas que sobresalen por motivos económicos o sociales, sino a toda familia. Qué maravilla sería que cada ser humano pudiera sentirse orgulloso de la sangre que corre por sus venas, y esto casa bien con aquella famosa forma de decir de las películas mexicanas antiguas: “Sí señor, pobre pero honrado”. 

Junto con nuestras familias, formamos parte de otras instituciones como son las escuelas, los trabajos, los clubes, los pueblos, las colonias y las ciudades, que también tienen sus propios acontecimientos y tradiciones. Si tuviera que hacer un listado, tipo receta de cocina, sobre la mentalidad histórica anotaría los siguientes consejos:

– Tomar fotos y videos de lugares, personas y actividades importantes.

– En las actividades, es conveniente tomar esas fotos antes de comenzar, por ejemplo, un terreno antes de iniciar las obras, y después, es decir, durante las diversas etapas de la construcción, para que cuando crezcan los niños se den cuenta que “eso” no existía.

– Anotar detrás de las fotos los datos de quienes aparecen en ellas; la fecha; naturaleza del evento y otras circunstancias significativas. Los videos podemos acompañarlos con una breve relación escrita para conservarla con ellos.

– Recortar las noticias de los periódicos que se refieran a nuestra institución, familia o personas, y mejor si se conserva toda la página junto con la primera del diario de ese día, para ubicarnos en las noticias más importantes que sucedieron en aquel entonces.

– Llevar un cuaderno con las crónicas de los eventos más importantes: Por ejemplo, nacimientos, fallecimientos, graduaciones, accidentes, tragedias naturales…

– Guardar las “páginas de presencia” que a veces encontramos en las funerarias y cuartos de hospital, en las que se anotan las personas que nos acompañaron en aquellos momentos.

– Tratar de recoger los recuerdos escritos o sonoros de los más viejos: abuelos, padres, tíos, fundadores y quienes los conocieron… Lo demás lo dejo a su imaginación y experiencia.

– Conocer de dónde venimos y lo que otros han hecho por nosotros, es un recurso más que nos ayuda a ubicarnos en la vida y, por lo mismo, nos enriquece.

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