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Las mentiras necesitan verdades

Dr. Arturo Castro.- La política mexicana es indescifrable. En la medida que pasa el tiempo quedan las contradicciones en los más significativos campos de desarrollo del país. Del quehacer público siempre se habla mal a pesar de que es la sociedad la que otorga los roles de poder.

Existen políticos destacados por lo que hicieron o están haciendo. Muchos más son militantes de agrupaciones políticas, unos pocos se declaran independientes hasta darse cuenta que ese campo de trabajo es una rentable actividad, que además define conciencias para la victoria o para la derrota.

Las prácticas políticas llevan a la sociedad a ciertas crisis de conciencia, es el producto de la mentira como elemento recurrente frente a la incapacidad de ofrecer un buen gobierno eficiente y eficaz; las palabras del político parecen verdaderas, por lo que nadie las impugna nunca seriamente.

El mexicano manifiesta sus carencias intelectuales a través del voto electoral porque cuando lo hace es para apoyar una imagen activa, atractiva o por venganza; existen algunas otras cien razones más, su ausencia de raciocinio califica a todos los políticos de corruptos, menos a aquel que recibe su sufragio para después verse dominado por las consecuencias de su error.

Las mentiras no tienen conciencia cuando se convierten en líneas de acción política que derivan de la falta de buenas políticas públicas que hacen del gobierno una vulgar representación popular.

Existe una inexistencia histórica, una memoria vacía para observar el empirismo en el cerebro colectivo del pueblo de México. Evocar falsas promesas y los intentos de engaño a través de los diferentes sexenios en el poder político y público es escribir de nuevo el libreto sin ninguna actualización.

En 1946 nace el sistema de partidos en México, cuando por ley se les solicita el registro como tales, los existentes de aquella época mostraban una ideología emanada de la Revolución Mexicana y de la Revolución Bolchevique en Rusia.

Los partidos políticos tienen un poder estéril ya que el Estado es el que cubre las demandas sociales con prontitud, entonces la alternativa de lucha solo cubre ciertas apariencias de búsqueda de un estar bien, solidaridad, oportunidades o bienestar son tan solo programas de dominación.

Las mentiras necesitan verdades para disminuir la pobreza del país, misma que existe arraigadamente, la gracia o la desgracia de nacer pobre y tener una vida sin educación, no le permite tener esa conciencia para cambiar de clase social.

El pobre no sabe que es pobre, ni siquiera cuando el presidente de México menciona que trabaja para ellos, usando el discurso del evangelio como patente de verdad; la mentira es que con puras palabras no se da el desarrollo personal ni social; sin embargo, los datos oficiales hablan de un pueblo sabio y feliz.

En el país, el fenómeno de la violencia es una verdad acomodada en la normalidad, la conciencia social la acepta porque está enajenada con el creer que está bien, la conferencia mañanera así lo dice todos los días, seguramente pasará a la historia como una deformación del pensamiento social.

El poder político gobierna sobre mentiras que capitaliza electoralmente a través del miedo y de la creación de falsas expectativas como aquel discurso anticorrupción que solo cambió de proveedores y de compras sin licitación, ya vendrá otro gobierno a cuestionar al actual.

El gobierno presiona a la sociedad diciéndole que hoy todo es diferente aunque se sigue sin redistribuir la riqueza nacional que poseen unos cuantos. Hoy los ricos siguen siendo ricos y la clase media enfila a la pobreza.

Es discutible la anterior apreciación, pero se nota en el alza de precios de los productos de consumo básico, no hay gasolinazo solo por decir que no hay, no hay cervezaso por pensar mejor en tener inventarios, la posición pública es que se va bien.

Se requiere convertir las palabras en acciones, parece que la Cuarta Transformación representa el clímax de todos los engaños, de los males de la caja de Pandora, es la culminación de la mentira mexicana del yo estoy bien, tú también.

Carlos Slim seguramente está bien, el presidente también, sus acciones refuerzan un capitalismo en el que Don Dinero es la pieza clave para el consumo. Los pobres son el instrumento de dominación, por tanto no conviene su independencia.

La irracionalidad política es una cadena para los mexicanos, el poder está en las clases bajas, unos cuantos u otros cuantos son los que ganan siempre, los pobres continúan luchando y la clase alta solo mantiene su nivel.

La mentira de que el presidente sea una figura celestial debe convertirse en la única obligación de ponerse a trabajar de verdad.

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