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Las mentiras de la historia

Hidalgo se hizo nombrar alteza serenísima. Ignacio Allende y Juan Aldama geniales estrategas militares. Abasolo salvado por su mujer y testigos que lo vieron salvar españoles que Hidalgo iba a masacrar

Dr. Fernando Herrera Martínez.- La historia es una mentira escrita por la autoridad en turno y manipulada por los que van llegando al poder. Desde Jesucristo se miente, se mintió en la Nueva España, la Independencia, la Reforma, la Revolución y se miente ahora. Hagamos un breve recorrido de la historia y empecemos por la Independencia. Celebramos el inicio y no la consumación de la independencia; somos el único país en el mundo que hace eso. 

Todo empezó en Querétaro, en casa del corregidor Miguel Domínguez y su esposa Josefa Ortiz, su objetivo no era la independencia, al menos al principio. La idea era derrocar al virrey español, Francisco Javier Venegas y reunir un congreso para gobernar el Virreinato de Nueva España en nombre del rey Fernando VII (que en ese momento se encontraba preso y España invadida por Napoleón).

Los conjurados planeaban levantarse en armas contra el virrey el primero de octubre de 1810, pero fueron descubiertos en la segunda o tercera semana de septiembre. Hidalgo y algunos otros conspiradores lograron ponerse a salvo gracias al aviso de Doña Josefa Ortiz de Domínguez y se trasladaron a Dolores para continuar sus planes hasta que se da el Grito.

Las semanas siguientes pueden ser calificadas de vertiginosas: el 21 de septiembre, Hidalgo al mando de una turba ocupa Celaya, ya en plena algarabía reparten el mando: Teniente General a Ignacio Allende, a Miguel Hidalgo Capitán General, luego prosiguen el avance y toman Salamanca, Irapuato y Silao.

Surgen las primeras diferencias entre Allende e Hidalgo, uno por pretender imponer orden militar en las tropas y el otro por creer que el número avasallador era suficiente y por permitir la rapiña y el abuso de las muchedumbres. Hacia el día 28 de septiembre, Hidalgo dispone ir a la rica ciudad de Guanajuato, donde el Intendente Riaño carecía de pertrechos de guerra para la defensa y decide resguardarse con la gente adinerada en la Alhóndiga de Granaditas. 

El asalto fue de violencia extrema y gran parte de los refugiados fueron asesinados. Aunque hay varias versiones, todas coinciden en que se cometieron muchos crímenes y atropellos, incluso después de haber ocupado el edificio. Este episodio ocasionó que algunos criollos (así llamados los hijos de españoles nacidos en la Nueva España) retiraran su apoyo al movimiento.

El 17 de octubre de 1810 Hidalgo tomó Valladolid con siete mil hombres de caballería y doscientos cuarenta infantes, todos mal armados. El 25 de octubre ocupan Toluca. En esos días se le une su viejo amigo José María Morelos, a quien comisiona para encabezar la insurrección en el sur. Después de Toluca obtienen una gran empoderada victoria sobre Torcuato Trujillo y su ejército realista, que al ser derrotados huyen rumbo a la capital mexicana, pensando en que llegaría el asalto final.

Allende pensaba igual y así lo recomendó a Hidalgo. Era el momento de caer sobre la capital, pero Hidalgo, por ignorancia, soberbia o porque podía, decidió que no iría allá todavía. Luego le costaría muy caro no atender al genio militar que tenía a su lado, pues de ahí en adelante todo iría de fracaso en fracaso y poco después, muy disminuidos y en plena retirada o huida, se encaminan hacia Saltillo, donde, luego de una discusión, Hidalgo cede, finalmente el mando militar a Allende y nombra jefe de la revolución a Ignacio López Rayón, luego siguen su camino, acordado en la discusión, de ir a los Estados Unidos para conseguir fondos, para continuar la lucha.

Toman camino hacia Monclova, donde estaba Pedro Aranda, jefe insurgente de Coahuila, para que protegiera el camino, sobre todo el de las Norias del Baján, lugar obligado por donde pasarían. Lo que ignoraban era que Aranda había sido depuesto por un traidor ambicioso llamado Ignacio Elizondo.

Aquella caravana era lenta porque iban soldados, muchos de ellos heridos o enfermos, también 24 pesados cañones, 14 coches con mujeres, clérigos, seculares y religiosos, 300 animales de carga con la plata y el oro que les quedaba, equipajes, pólvora y pertrechos, pero sin agua, ni alimentos, ni forraje para los animales, aquello se hacía imposible y la jornada era con muchas dificultades. Al llegar a las Norias de Baján, Elizondo los hizo presos, luego de un pequeño zafarrancho donde muere Indalecio Allende, hijo de Ignacio.

Cerca de mil insurgentes y jefes fueron tomados prisioneros aquel 21 de marzo, junto con Jiménez, Allende, Abasolo, Santamaría, coroneles y mandos medios, dos frailes y cuatro clérigos, luego el 22 los llevan a Monclova donde le permiten a Ignacio Allende velar el cuerpo de su hijo, a la vez que empiezan a fusilar insurgentes, entre ellos un hermano de Hidalgo, y con él muchos son pasados por las armas.

Una masacre, pero a los jefes como Allende, Aldama, Jiménez, Hidalgo y Santamaría les tenían una sorpresa: les colocan grilletes y los trasladan en condiciones terribles a través del desierto, a pie o como bultos en mulas, duran más de un mes para llegar a Chihuahua. La orden era ser juzgados y fusilados en la cabeza de plaza militar cuyo mando estaba en Chihuahua. 

Luego del juicio fueron fusilados Ignacio Allende, Juan Aldama, Mariano Jiménez y Manuel Santamaría un 26 de junio. El juicio del Cura Hidalgo sería después y sería fusilado el 30 de julio. De todos, el único que logró salvarse fue Abasolo, quien va a prisión en España. Su esposa presentó testigos de cómo salvaron a grupos de españoles de los que Hidalgo mandaba descuartizar. 

Sus cabezas fueron exhibidas durante 10 años, como venganza por la masacre en la Alhóndiga de Granaditas, lo que dimensiona el odio que se acumuló contra ellos, particularmente contra Hidalgo. 

Los amoríos de Hidalgo y los hijos que tuvo son secundarios en la historia, al igual que su pasión por el juego y las apuestas, por lo que tampoco están en la narrativa oficial. El virrey creía que, habiendo fusilado a los caudillos en Chihuahua, acabaría el movimiento. Sin embargo, Ignacio López Rayón, se pone al frente y retoma la lucha desde Saltillo, al tiempo que lo hace José María Morelos, en el sur.

Luego de una lucha de cinco años Morelos cae y es ejecutado en 1815. Ahora sí se sentía que la independencia se frustraba y la rebelión se apagaba; sin embargo, el ideal había hecho raíz en una gran parte de la sociedad mexicana y la independencia ya no tendría marcha atrás. Aun así pasaron años en los que se vieron obligados a cambiar de táctica adoptando la guerra de guerrillas.

Fue así como Vicente Guerrero, Guadalupe Victoria y Nicolás Bravo en el sur, con la participación, en diferentes tiempos, de algunos insurrectos como Pedro Moreno y el padre Torres en el centro, siguieron en la lucha por la independencia, hasta que fueron cobrando algo de fuerza.

Aun así, transcurrieron seis años, hasta que llegó el abrazo de Acatempan y el Plan de Iguala, cuando en 1821, al frente del Ejército Trigarante, que sustentaba las tres garantías, escritas en el Plan, Agustín de Iturbide, seguido de los caudillos encabezados por Guerrero, asumió el liderazgo y se consumó la independencia.

Curiosamente, la historia da un salto -a propósito- y es hasta 1823 cuando se establece la República Mexicana y Miguel Hidalgo es reconocido como Padre de la Patria, el estado de Hidalgo adopta su nombre y Dolores tomó apellido y ahora es Dolores Hidalgo.

Terquedades

Hidalgo tenía a sus órdenes a un rejoneador que le ayudaba a consumar las masacres de españoles todas las noches, de 40 a 60 españoles diarios. Ignacio Allende fue mejor que Hidalgo y Morelos fue mejor que cualquiera. Aunque también gustaba de las mujeres, mató por una mujer y tenía un hijo que pasó a la historia como uno de los más grandes traidores a la Patria.

Además, opino que se miente sobre el origen de las caravanas y sobre quién está financiando esas grandes movilizaciones humanas. También opino que se le sigue mintiendo al pueblo sobre sucesos como la desaparición de los muchachos de la normal.

Y se miente sobre el narcotráfico y sus cabecillas y sobre la participación que tiene el gobierno en muchas decisiones de cómo sobrellevar ese flagelo.