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La trampa del sexo prematrimonial

Padre Eduardo Hayen.- Muchas parejas de novios suelen “comerse la torta antes del recreo”. Ellos se justifican diciendo que es lo normal y que todos lo hacen; o bien quieren probar su hombría o su feminidad; otros lo hacen por curiosidad o por no querer que les digan anticuados o cuadriculados. Muchos creen que tener relaciones sexuales con su pareja o con personas ocasionales es algo inofensivo, pero no es así. El sexo tiene profundas consecuencias emocionales que afectan hondamente sus vidas y de las cuales ellos muchas veces no se percatan. El sexo prematrimonial es una trampa de la que hay que prevenir a las nuevas generaciones. Veamos por qué.

Hemos dicho que Dios creó un sistema llamado “matrimonio y familia” para traernos al mundo. Nacemos y convivimos en familia, aunque sabemos que la convivencia no siempre es fácil. A veces hay roces y conflictos que causan daño y se necesita amor y voluntad para resolverlos. Imaginemos una pareja que ha decidido casarse. Ellos llegan a la boda con la voluntad de entregarse uno al otro todos los días de su vida. Esto no es cualquier cosa. El amor que se profesan debe tener tal grado de madurez que les permita soportar los conflictos a los que se enfrentarán en su vida conyugal.

En 2017 celebré el aniversario matrimonial número 76 de mis abuelos, que hoy ya han entrado en la vida eterna. 76 años es una edad a la que no llegan muchas personas. Ellos los vivieron ¡de casados! ¿Qué hace Dios para ayudar a mantener unidos a los esposos? Algo asombroso. En su sabia providencia, dispuso que entre el marido y la mujer se creara una hormona cuando se unen en intimidad sexual. La hormona se llama oxitocina y funciona como una especie de súper pegamento emocional que los une psicológicamente, que hace que quieran permanecer unidos y que no vean sus mutuos defectos.

El sexo, entonces, no es algo que se realiza con el cuerpo mientras que el corazón y el alma se quedan afuera. El sexo crea ese vínculo emocional que los hace sentirse en comunión de personas. Algunos le llaman “conexión”. Hemos experimentado esa conexión, comunión o vínculo emocional tal vez con un grupo de amigos que la pasan muy bien cuando hacen deporte juntos o cuando estamos en armonía familiar. Hasta los perros experimentan fuertemente ese vínculo emocional con sus amos, pero en el matrimonio es algo increíble porque se produce a través de la oxitocina cuando los esposos tienen relaciones íntimas. La misma oxitocina se produce cuando una madre está en su período de lactancia y amamanta a su bebé. Hay un vínculo emocional muy fuerte causado por la hormona que enlaza a la madre y al hijo.

El mismo acto que engendra una familia –el acto sexual de los esposos– es el acto que les ayuda a vivir su compromiso matrimonial. Dios creó la oxitocina como una ayuda para que los esposos permanezcan unidos. La comunión o vínculo que crea dicha hormona hace que marido y mujer oscurezcan su visión sobre la otra persona y pasen por alto los defectos o las irritaciones que encuentran en su vida marital. Por eso el vínculo es el súper pegamento que se crea entre sus almas para ayudarles a superar los problemas menores y mayores que encontrarán en su vida común. “Y serán los dos una sola carne”, dijo Jesús.

Hoy muchas parejas de novios, al fornicar sin estar casados, producen oxitocina durante su excitación sexual y así crean entre ellos ese vínculo emocional fortísimo que los hace querer permanecer unidos, pero sus mentes se ofuscan para conocerse profunda y realmente el uno al otro. Han entrado en una zona de peligro. En realidad han caído en la trampa que los puede llevar a cometer el gravísimo error de casarse con la persona equivocada. El divorcio es la consecuencia más dolorosa. Por eso el sexo no es cualquier cosa. Tiene consecuencias emocionales.