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La pobreza educativa

Jorge Quintana Silveyra.- Además de las otras formas de medir la pobreza, está la educativa, que es la que más secuelas va a tener en el transcurso de la vida de las personas.

La inequidad en el acceso a educación de buena calidad es ya notoria y preocupante en el país, dadas las diferentes asimetrías y brechas que se presentan en las diversas regiones de México, incluso en municipios como el nuestro, que tiene también sus particularidades, sobre todo, por el problema de tiempo en el aula y tiempo dedicado por los alumnos al estudio en casa, independientemente del equipamiento de la escuela y de la calidad del magisterio, que dedica el mejor de sus esfuerzos generalmente, para que sus alumnos obtengan una educación de calidad.

Los rezagos económicos y de infraestructura tecnológica son más notorios en estos tiempos de pandemia, por lo que al proponer un modelo educativo a distancia y semipresencial, se detonan serios problemas; entre otros, la falta de equipo electrónico que permita a los estudiantes asistir regularmente a clases y concluir el ciclo escolar con éxito.

La deserción escolar en los diferentes niveles educativos se disparó a cifras demasiado altas y sobre todo en la educación básica, por los problemas que enfrentan las familias para enfrentar el modelo educativo con eficiencia.

Los datos reales de la deserción son no solo preocupantes, sino que también evidencian una carencia de alternativas a corto y mediano plazo, para resolver los retos complejos, que tendrá que enfrentar la sociedad en poco tiempo.

Cada alumno que deja de aprender a leer y a escribir, que se sustrae del sistema educativo, de las matemáticas, del aprendizaje de la lengua, se irá sumando a la falta de capacidades fundamentales para enfrentar el mundo global.

Se estarán ampliando las brechas entre los sectores sociales y se alarga indefinidamente la posibilidad de mejorar la calidad de vida de las comunidades, se posterga por muchos años la movilidad social que provee la mejora en la consecución personal de mejores niveles de formación educativa.

Así pues, reflexionemos sobre el futuro que nos espera si no resolvemos de manera urgente el rezago y la deserción escolar.

Los niños y niñas que hoy no asisten a la escuela, en cualquiera de las modalidades del sistema educativo, verán con tristeza y desilusión, que la sociedad, que el gobierno les falló.

El derecho a la educación de calidad es un derecho fundamental que el Estado debe otorgar, si en eso no cumple, estará condenada la sociedad a regresar a estadios de desarrollo ya superados, volveremos a subir el número de analfabetas en la población del país y a disminuir el promedio de formación educativa general.

La pobreza educativa se hará cada día más alarmante y con ello, el desarrollo social será postergado.

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