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La nueva derecha

Juan Martín Bravo.- Cien días después de iniciada la lucha contra la Covid-19, la conclusión es que la vida no volverá a ser igual. “La nueva normalidad” será el cliché de la época a medida que encontramos cómo vivir y funcionar en sociedad evitando nuevos brotes. Es una reconstrucción de muchas cosas. Junto a las medidas de higiene deberían estar los principios de nuestras acciones políticas.

Es una revisión que gente de derecha y de izquierda debe hacer por igual. A los inmensos fracasos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela, y Daniel Ortega en Nicaragua podríamos sumar la controversial presidencia de Abdalá Bucaram en Ecuador o la pauperización económica en Argentina con Mauricio Macri.

Reconociendo los errores en otros escenarios y dejando a un lado los egos políticos podríamos pasar a discusiones que nos lleven al bien común. Discusiones donde se reajusten los valores de la familia, de la economía, de las instituciones y del funcionamiento del estado.

A diferencia de muchos de mi generación, soy un político de derecha, pero como muchos, dediqué tiempo a evaluar y conocer mis convicciones. Me considero afín a los principios de la Nueva Derecha, una tendencia creada en Francia durante la década de los 70, en un contexto de disputa ideológica y transformación económica.

Para la Nueva Derecha debe haber un fortalecimiento de las identidades locales, que se considera una ventaja crucial en esta época de globalización cultural, así como un rechazo a la inmigración. Esta tendencia también promueve una democracia local y orgánica, y un reconocimiento y respeto del rol en la sociedad de cada persona.

Los autores de esta tendencia evitan caer en sesgos totalitarios, y denuncian los dogmatismos liberales y marxistas, así como los de la extrema derecha. Intentando aterrizar este estilo de ideas reconozco que llevamos tiempo ignorando nuestra riqueza en términos de biodiversidad, etnias y manifestaciones culturales.

Estamos a tiempo de apostar desde Cali, el Valle y Colombia, a una revolución del agro, amparada en un fortalecimiento tecnológico del sector. Los integrantes de las cadenas de producción podrían agregar valor diferencial a sus cosechas a través de una narrativa, de un sabor, de una sensación. Así es que el resto del mundo paga más por el maracuyá o por el aguacate, así como por el café de Colombia.

Entiendo que estamos cansados de hablar de la Covid-19, que los negocios se están quebrando, que los protocolos no están beneficiando a muchos pequeños negocios. Revisemos nuestras convicciones y principios hoy más que nunca para llenar el espacio vacío que ha dejado el gobierno respecto a los lineamientos de recuperación económica a nivel local.

Colombia ha sido manejada por figuras de derecha históricamente. Así se ha mantenido como una democracia fuerte y como una economía estable. Pero todo gobierno se corrompe por falta de principios y de control político, nuestra mayor fragilidad en Colombia.

Debemos entender que el control político, a cargo del Congreso, las Asambleas y las corporaciones administrativas como el Concejo Municipal, es el escenario para mostrar lo que se está haciendo bien, y para corregir lo que haya que corregir.

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