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La cultura de la curiosidad política

Dr. Arturo Castro.- No nos peleamos, somos amigos, dice el presidente López Obrador acerca de su visita al presidente Trump en la Casa Blanca, sede del más alto poder político en el mundo; indudablemente fue el mejor encuentro que pudo haber sido programado.

Las ideas preliminares sobre la reunión y la ausencia de Canadá por la celebración de la entrada en vigor del nuevo Tratado de Libre Comercio parecían desastrosas, se auguraba un encuentro de egos sin control, de palabras sobre la superioridad de cada quien.

No se había visto actuar a los presidentes con tanta cordura, los ataques e insultos quedaron atrás, su personalidad fue rebasada por los intelectuales consejos de sus asesores, se mostró que México y los Estados Unidos pueden ser dos muy buenos vecinos.

La cultura de la curiosidad política siempre ha sido muy interesante, los resultados de la política se observan a través de diferentes visiones, los analistas hoy escriben sobre este viaje de elogios mutuos de los gobernantes.

La sociedad mexicana está celebrando también el nivel de comportamiento del presidente López Obrador, dejó los gestos pendencieros para las conferencias mañaneras, dejó de tartamudear, por tanto no apareció ninguna ocurrencia, asimiló la lucha anticorrupción como un reto de los dos países.

La corrupción ha sido el lastre de la política en todos los tiempos, nos ha hecho ser lo que somos, una nación con el dos por ciento de la población propietaria del noventa por ciento de los bienes. Una nación con casi la mitad de sus habitantes en un ámbito de pobreza.

La estrategia del gobierno por erradicarla requiere más que un simple deseo o discurso político, se necesitan políticas de control sobre los recursos públicos, una mayor capacidad y responsabilidad de los servidores públicos, en sí evadir los dichos y hacer los hechos.

La curiosidad política nos ha permitido ver que se puede ser un político profesional, sin mentir, sin ser el humilde presidente de México, sin ser el prepotente presidente de Estados Unidos, permitiendo que ambas naciones celebren con júbilo el entendimiento firmado.

Vimos a un presidente mexicano que se portó como tal, sin quejarse del pasado ni dejarse intimidar por cualquier cosa, dejó su discurso de dádivas al pueblo para representar a todo un país, se vio acompañado por los empresarios representativos de la economía mexicana, cosa que lo fortaleció.

Ha entendido, tal vez, que la prosperidad viene de arriba hacia abajo, si se cuenta con una economía fuerte, se tiene un mayor poder adquisitivo, no se trata de hablar bien de los ricos de México, pero sí de quienes pueden proporcionar empleos y salarios justos para la sociedad.

Carlos Slim lo acompaño, es el décimo segundo hombre más rico del mundo, también Ricardo Salinas Pliego, que es el ciento doce. Sí puede haber pueblo pobre con hombres ricos. El gobierno no debe ser ni rico, ni pobre, solo administrar correctamente para llegar a una gobernanza total.

La actitud ciudadana es producto de una cultura de sumisión ante los políticos del momento, de quienes ejercitan las reglas del juego, el gobierno de hoy es tan elevado y reconocido como lo han sido los anteriores. Entender esta parte nos ofrecería un mejor gobierno, eficaz en la solución de problemas y en las propuestas de cambio para vivir mejor.

La cultura política de respeto es deseable, ya basta del desencuentro diario entre el presidente López Obrador y los conservadores, en decir continuamente que sus detractores quieren su fracaso. Debe ponerse a trabajar sin presumir que lo está haciendo, debe dejar de regalar dinero y mejor promover mejores espacios educativos.

Las escuelas de educación básica trabajan sin presupuesto de operación, de ahí el lamentable estado en que se encuentra la mayoría de ellas. Promover una enseñanza profesional por parte de los maestros que se quejan de todo. El cambio debe ser desde arriba para incidir mejor.

Cambiando la cultura de insatisfacción de los maestros, se cambiará la cultura de un aprendizaje de dominación por parte de los estudiantes y así en todos los campos productivos del país. Cambiando el discurso político de los gobernantes promoverá una sociedad igual de responsable.

Esta visita presidencial ha permitido ver que el presidente de México, sí puede ser un presidente por los hechos y no por las palabras, que debe contemplar y cuidar la investidura presidencial, que debe viajar como presidente y no como cualquier hijo del pueblo, esto es en los aviones que ofrezcan su seguridad.

No debe viajar en aviones o camiones comerciales, quiere ser pueblo cuando no lo es, se recuerda que Evo Morales sí viajó en avión del gobierno cuando vino a México en calidad de refugiado, pero se desea aparentar otra cosa. Esperemos dejar de especular sobre el pasado y con acciones hacer cambios potenciales a este gran país.