Dr. Fernando de Jesús Hernández Estrada.- Los seres humanos, en la complejidad que nos caracteriza, experimentamos numerosas emociones de acuerdo a las situaciones específicas de la vida y sus vicisitudes. La frustración, si nos atenemos a su definición sería una emoción o sentimiento que se experimenta cuando no se logra satisfacer un deseo u objetivo planteado o esperado.
Esta definición tan general y vaga, nos lleva a caer en cuenta de la dimensión que abarca dicha emoción, ya que cotidianamente vivimos pequeñas frustraciones, pero habrá personas, grupos, regiones y hasta países que enfrentan frustraciones a escalas inmensas.
Pero el mérito es saber afrontar con éxito la frustración ya que amerita una capacidad que es susceptible de desarrollarse, tomando en cuenta que es una emoción y como tal, un estado que debe ser transitorio y por ende, reversible. Sin embargo, existe un riesgo, porque es conocido desde la disciplina psicológica que hay una vinculación entre frustración y la generación de violencia debido a insatisfacción.
Esta es la causa de numerosos problemas interpersonales, de grupo y sociales; porque, cuando una persona o sociedad carece de la capacidad de mantener a raya la ira -la cual se precipita a veces de modo incontrolable-, es cuando ocurren estallidos de violencia de diferente magnitud que me parece conveniente tratar de platicar en esta entrega.
Hay personas y grupos sociales que tienen un alto nivel de tolerancia a la frustración, pero también hay otros que no. Una población con baja tolerancia a la frustración tiene poco control emocional, es impulsiva, impaciente y exigente. Desarrolla con más facilidad ansiedad o depresión. Se desmotiva fácilmente y muestra una tendencia a pensar de manera radical.
Si se analizan estos datos, se podrá fácilmente comprender el sentimiento que un pueblo manifiesta cuando lo invade la desmotivación y cuando a pesar de los esfuerzos para conseguir algo, se obtienen resultados negativos, primero produce procrastinación en todos los actos del individuo que conduce a bajos índices de productividad y a largo plazo, a la desesperanza, esa emoción que nos invade cuando lo damos todo por perdido. Superar este estado tan limitante ayuda a prevenir sufrimiento. La desesperanza tiende a favorecer el origen y desarrollo de la depresión y ésta llega a ser una condición mental grave.
Intentando generar la búsqueda de soluciones, se sugiere considerar las siguientes cuestiones: lo primero que se debe trabajar es aumentar la capacidad de tolerar la frustración, aceptando primero, que luchar por algo no necesariamente es conseguirlo.
Luego, buscar soluciones y planificar de otra forma puede ser la alternativa cuando los objetivos requieren más esfuerzo del presupuestado. Mejorar la perseverancia lo cual demostrará hasta qué punto se desea lograr objetivos. Y para cada contratiempo, encontrar solución y diseñar una ruta de cómo hacerlo, empezando por valorar cada logro.
Si hablamos de la frustración a nivel de sociedad, deberemos tener cuidado porque es acumulativa, estresante y llega a ser caldo de cultivo para las expresiones públicas violentas e irracionales que producen al final estallidos sociales.
Entonces, la tolerancia a la frustración es un aprendizaje que debe cultivarse día a día durante etapas tempranas del desarrollo infantil y desde el núcleo familiar, porque no hacerlo, puede perpetuarse a lo largo de la vida y no permitirá que la persona o sociedad, pueda modificar esquemas que le faciliten la adopción de un estilo más tolerante y flexible.
Dicho en otras palabras, la frustración es un virus que está produciendo una pandemia invisible en nuestra sociedad.
“Sumando Esfuerzos por Juárez, A.C.”