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Fiesta de todos los Santos

Antonio Fernández.- Glorifica y exalta el Salmo la rectitud de Dios, en ello comprendemos que el profeta hablando inspirado por el Espíritu Santo lleva a nuestra vista el sublime elogio de Dios que alivia el alma motivada por la gratitud: “Cantad, Oh justos. A Dios la alabanza es propia de los rectos. Porque la palabra del Señor es recta y toda su conducta es fiel. Él ama la misericordia y la justicia”.

¿Quiénes son los justos y rectos a los que se refiere el santo profeta David? Da a conocer sobre ellos San Agustín: “Alabar al Padre es lo propio de los rectos de corazón, así como el cantar, es propio del que ama”.

De donde comprendemos, Jesucristo Nuestro Señor dio a conocer en los Santos Evangelios ser implacable con la falsa religiosidad porque muchos lo alaban de boca: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre celestial”.

El Señor en verdad se goza en el alma recta porque todo lo que de ella aflora es alabanza sublime que nace de la nobleza de su corazón. ¿Y quiénes son en los que se goza? En las almas de santidad por su pureza impecable.

Son vencedores de los males que el mundo ofrece, los han derrotado por ser buenos, justos, rectos y fieles, piadosos, humildes, pacientes y más virtudes para hacer el bien a sí mismos y al prójimo mostrando en su conducta el amar a Dios de palabra, obra y pensamiento.

¿Alguna vez nos hemos preguntado por qué existen esas almas a los que se venera como santos o santas? Nuestra Santa Madre Iglesia da este reconocimiento a la persona canonizada en razón de conocer a lo profundo de su existencia terrena la acertada y verdadera perfección, virtud y ejemplo de vida en Cristo Nuestro Señor para que reconociendo su obrar, concederle lo que alcanzó sin buscarlo: la santidad.

¿Por qué se eleva esa persona a la santidad de veneración? Porque en su paso por el mundo luchó en todo momento por la perfección de su alma e imitó en vida perseverando en la virtud y abnegación por Cristo Nuestro Señor, al que atrajo y depositó en el centro de su vida y sobre Él giró su palabra, obra y pensamiento.

Su existencia fue en torno a Él, para Él y por Él, venció al mundo de la provocación que tiende la tentación, conservándose fiel a su doctrina, mandamiento y Evangelio mostrando su santidad en cada acto de su vida.

Dios conoce lo profundo de los corazones y ve en cada alma la dimensión del amor que profesa a su Creador, reconocido por la limpieza de su alma, es llevada a los altares donde será venerado como hijo fiel y verdadero.

¿Qué hizo para ser intercesor de las almas ante Dios? Ser ejemplo de Fe viva y depositar su confianza absoluta en Dios.

Ahondando en la santidad de las almas llevadas a los altares, es para el cristiano católico señal de confianza y seguridad que Dios concede en bien del pecador la esperanza al tener un santo patrono que ante Dios intercederá por las necesidades espirituales de su alma, de donde entender que en los santos del cielo hay algunos a quienes hemos conocido.

Todos han vivido en la tierra una vida como la nuestra, señalados con la virtud de la fe que conservaron su fidelidad a la enseñanza de Cristo Nuestro Señor, a prevalecer en la Patria celestial al que todos sin excepción son invitados a unirse y a ser almas de santidad.

San Pedro, Príncipe de los Apóstoles, refiriéndose a la santidad que tiene derecho a ganar el alma bautizada expuso: “Pues escrito está: Sed santos, porque Yo soy Santo”. En efecto, todos podemos ser santos, pero habrá que luchar por serlo, para ello es nuestra conducta.

¿Y por qué seremos santos? Muy sencillo, porque todas las almas fueron redimidas por la preciosísima sangre de Cristo Nuestro Señor. De ello el cristiano católico tiene la decisión.

Cada alma reconocida por nuestra Santa Madre Iglesia debido a su santidad, en un momento de su vida tomó con firmeza la resolución de ser santo, otros sabiendo el esfuerzo del camino de santidad prefieren continuar como están, otros lo vieron difícil. Otros de plano no quieren saber de ello, conformistas prefieren seguir el camino por el que no se quieren apartar.

El incrédulo critica a los santos como una acción engañosa de la Iglesia que ellos mismos en sus adentros desprecian al no seguir la santidad que Dios Nuestro Señor ofrece a todos los seres humanos, pero desprecian, dan razón y causa con áspera crítica.

Para el cristiano católico que mantiene una vida ordenada es importante no olvidar que navegamos por el mar tempestuoso del mundo, ha existido a través de los siglos y a pesar de ello surgió y surgirán millares de santos y santas, santos mártires y santas almas justas y rectas que en su paso por la vida de prueba, profundizaron en el bien de Dios Nuestro Señor e hicieron regla de perfección y perseveraron hasta el final.

hefelira@yahoo.com

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