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Estado Libre y Soberano

Alejandro Cortés González-Báez.- ¿Cuántas veces habremos escuchado o leído la expresión de Estado Libre y Soberano? ¿Y cuántas veces habremos reparado en lo que esto significa? 

Dentro de mi muy personal forma de ver las cosas, Estado -en sentido jurídico y político- hace referencia a una entidad de carácter asociativo que se rige por leyes, con un gobierno que dirige a la sociedad en busca del bien común, y con capacidad de juzgar y sancionar a quienes infrinjan las leyes justas positivizadas en sus códigos y reglamentos.

Ahora bien, cabe cuestionarnos qué tanta conciencia tenemos los ciudadanos de pertenecer a un Estado como miembros activos, que reclaman sus derechos y ejercen sus obligaciones. Pero también sobre algo que subyace en este planteamiento: ¿Qué tanta conciencia tenemos de solidaridad en cuanto saber que todos somos responsables de todos?, pues la experiencia diaria nos hace constatar que nuestras conductas suelen regirse por un egoísmo absolutamente contrario a dicha actitud social.

El buen gobierno requiere no solo de buenos gobernantes, sino también de buenos ciudadanos.

Hay quienes piensan que para conseguir buenos súbditos es necesaria una adecuada formación escolar. Dicho criterio me sabe simplón e irresponsable. El buen ciudadano se forma en el hogar.

Es en el ámbito familiar donde se ha de inculcar el amor a una nación que es representada por su himno y su bandera. Es escuchando de pie las notas de dicho himno y saludando en silencio y con respeto a la insignia nacional cuando se le rinden honores, aun cuando sigamos dichos eventos a través de la televisión.

Pero este asunto no acaba aquí, sino que ha de orientarse principalmente a reconocer como hermanos a quienes han nacido dentro del territorio nacional, ricos y pobres; cultos e ignorantes; sanos y enfermos; jóvenes, mayores y ancianos.

Es en el respeto a los peatones y a los automovilistas, sabiendo esperar nuestros turnos y cediendo el paso con educación -de acuerdo a lo que establecen los reglamentos de tránsito-, en la cada día más conflictiva circulación por nuestras calles y carreteras, donde podemos vivir la virtud del patriotismo. Así como en el facilitar el trabajo de los demás donde quiera que estemos laborando.

El trato armonioso de los esposos entre sí y de los hermanos dentro del hogar, así como la sana convivencia con los vecinos, puede convertirse en el laboratorio que facilite la formación de esos hábitos sociales tan necesarios hoy en día.

Quienes les toque dirigir los diversos niveles de gobierno poco podrán hacer si cada uno de nosotros se desentendiera de sacar adelante este país. La conclusión, pues, es obligada: Que cada quien cumpla sus obligaciones en bien de los demás. Con la ventaja de esto sí depende de cada uno.

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