Alejandro Zapata Perogordo.- Ante la partida del Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, resurge la frase que acuñó refiriéndose al sistema político mexicano, mediante una definición magistral: “es la dictadura perfecta”. Hizo hincapié en aquel entonces que, aun guardando las formas, tenía todas las características de un gobierno sexenal autocrático, haciendo referencia al régimen priista.
Tiempo después, en una entrevista con Carmen Aristegui, en el 2018, ante la posible llegada de Andrés Manuel López Obrador al gobierno, expresó sus preocupaciones sobre la imposición de un populismo retrógrado, advirtiendo un retroceso trágico como en Venezuela.
La faceta de Vargas Llosa como analista político, además de ser un escritor fenomenal, reconocido y laureado por el mundo entero, también fue estimada a nivel global, pues sus conocimientos en la materia no se reducían solo a la parte teórica, sino también por su participación, especialmente como candidato a la Presidencia de su natal Perú, compitiendo contra Fujimori, campaña que posteriormente le seria de utilidad para dejar plasmadas sus memorias en el libro “El Pez en el Agua”.
Sobre esos dos pilares, tanto el literato como el analista político, es que construyó un liderazgo de opinión con un peso sobresaliente, principalmente por sus comentarios dirigidos a los sistemas políticos latinoamericanos y, en lo que nos concierne a lo relativo a México, un crítico atinado.
Con esa postura en defensa de la democracia liberal que sostenía, chocaba con el populismo autocrático impulsado por López Obrador y los cuatroteístas y, como era de esperar, se ganó la animadversión de muchos simpatizantes del nuevo régimen intolerantes a la crítica.
Sin embargo, el tiempo que va poniendo a cada uno en su lugar, el paso de los años fue despejando las advertencias y, lo que se dibujó en palabras en el 2018, ahora se ha convertido en una realidad.
Los avances democráticos construidos durante décadas, fueron desmantelados, la narrativa para llevar a cabo esa misión fue la de austeridad o corrupción, siempre culpando al pasado, calificándolo como enemigo del pueblo, introduciendo la idea de la moral gobiernista que representa los intereses de la comunidad frente a las élites del sistema anterior.
No obstante, que las versiones tienen un significado que han calado hondo en la sociedad, lo que se refleja en los estudios demoscópicos donde una gran mayoría sigue con simpatías al gobernante, lo cierto es que cuando se habla de resultados las cosas cambian.
Nos hemos transformado como sociedad, hay rubros que incluso es común ver cómo forman parte de “la normalidad”, tal es el caso de la corrupción tan arraigada en la administración pública.
Igual ocurre con el estado de derecho, las leyes pasan a segundo término, lo importante es tener influencias dentro del gobierno, esa es la receta que funciona, es la puerta de la impunidad, seguir las reglas es la excepción.
La mentira, el engaño, la demagogia y la trampa son herramientas utilizadas con éxito en este régimen populista, se cambió la dignidad en el servicio público, ahora es una secta donde se practica la antropofagia política.