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Enfermedades y modas

Omar Jesús Gómez Graterol.- Recientemente, un amigo muy apreciado me contactó vía telefónica para conversar. Confieso que cuando hablé con él me sorprendió la solemnidad con la que comenzó su diálogo, pues se trata de una persona siempre alegre, jovial y con gran sentido del humor. No obstante, y en medio de su inusual tono, opté por escucharlo pues ya suponía que algo trascendental tenía que comunicarme. Al final, y luego de cierto rodeo en la plática, me informó que había contraído el V I H o Virus de la Inmunodeficiencia Humana.

La situación me dejó consternado, es un individuo joven con grandes talentos, inteligente y con mucho que ofrecer. Me sentí triste, profundamente afligido, porque de algún modo tendrá ciertas limitaciones que le imposibilitarán desarrollar o hacer algunas actividades. Sin embargo, el avance de la ciencia en esta época, y a diferencia de los años 80 del siglo pasado, ha impedido que esta enfermedad sea sinónimo de una condena a muerte en la más espantosa de las condiciones.

A pesar de todo, lo que más me llamó la atención de él fue su entereza para afrontar sus nuevas circunstancias. Quizás tiene miedo, pero con certeza no lo sé decir pues no lo demostró expresando, por el contrario, un aplomo que generaría la envidia al más impávido de los hombres. De hecho, solo percibí un ser humano dispuesto a seguir viviendo y continuar ofreciendo lo mejor de sí. Por ello, ni siquiera traté de indagar ¿cómo se produjo esta situación en él?

Pero en medio de mi propia confusión también llamó mi atención el descubrirme cavilando acerca de la condición de mi conocido. En una suerte de tertulia interna solo atine a pensar: ¿todavía la gente puede infectarse de este mal en la tercera década del siglo XXI? ¿Acaso eso no solo pasaba en tiempos pretéritos?

Indudablemente una de las mayores riquezas de las cuales gozamos es la salud.  Podemos tener bienes de todo tipo, y en abundantes cantidades, pero una vez que perdemos nuestra vitalidad lo demás solamente pasa a ser un estorbo a disfrutarse por terceros o convertirse en recursos para tratar de reponer el vigor perdido. De forma que no vale la pena afanarse tanto por el cuidado del patrimonio material sino de más bien nuestro bienestar general. En este caso, cabe reflexionar sobre lo que está sucediendo en los habitantes del planeta y las afecciones que atentan contra nuestra salubridad.  

Cuando era muchacho, el “Síndrome de Inmuno Deficiencia Adquirida” (mejor conocido como SIDA) era uno de los temas en boga, se implementaban políticas públicas y privadas, se repartían folletos, se dictaban charlas y seminarios acerca de la dolencia y se distribuía entre los ciudadanos preservativos o condones para que la gente practicara el sexo seguro, entre otras múltiples actividades. Esta ingente campaña opacaba la existencia de otros males de transmisión sexual que, aunque no desaparecieron, pasaron a un segundo plano a causa del padecimiento novedoso. Hoy en día ya no es esto el centro de atención.

En el transcurso de las décadas han ido apareciendo y sucediéndose enfermedades que comenzaban a ocupar los primeros planos en los medios de comunicación eclipsando a las anteriores afecciones. Pero lo peligroso es que, aunque ya las cuartillas, los videos y las noticias de las remplazadas son menos o nulas, los sufrimientos que ocasionan no cesan. Siguen allí, como enemigos silenciosos ahora contando como aliado con la ignorancia que acerca de ellos se tiene dentro de la ciudadanía. Incluso llegando a dar la sensación de que se desvanecieron, se pueden curar con relativa facilidad o se trata de fenómenos malévolos de otras épocas que ya no tienen que ver con las generaciones presentes. Sin embargo, esto solo es una ilusión falaz cuyos resultados en muchos casos ha terminado en muertes masivas

En la actualidad, el tema en auge es el COVID-19 con sus variantes y mutaciones que ha perjudicado a la humanidad produciendo el deceso de una considerable cantidad de vidas de todas las edades desde su aparición. Todas las medidas sanitarias se han orientado a combatir este flagelo, acción que es muy positiva y necesaria. Lo indicado hasta que se logre erradicar el mismo y que la población mundial alcance el efecto rebaño para que ya no haga los estragos señalados o siga dejando terribles secuelas en los sobrevivientes de la misma.

Pero, aunque la coyuntura vigente demanda prestar gran atención a esta pandemia para combatirla, debemos evitar descuidar las otras patologías que aún siguen causando devastaciones. Bajar la guardia con ellas significaría que pueden regresar, además de asumir un papel protagónico, y por consiguiente volverse “a poner de moda”. Ciertamente hay infecciones que nunca se fueron y definitivamente están al acecho, a la espera de algún descuido de nosotros, para atacar de nuevo.

Lo más grave, es que muchos de estos virus y bacterias cuando vuelven lo hacen con mayor fortaleza de manera que las fórmulas con las que fueron contenidas en el pasado, en el mejor de los casos, se convierten en paliativos. Por lo general, los remedios aplicados quedan obsoletos y resultan totalmente ineficaces para reducirlas o eliminarlas nuevamente. De allí el terror que generan estos retornos.

De hecho, y a pesar de que se han advertido variantes que ponen en duda el alcance y o efectividad de las vacunas aplicadas para detener el COVID, podemos observar gente despreocupada en la aplicación de las recomendaciones emitidas a tal fin, como si de algo vinculado a un pasado reciente se tratara y que nada tiene que ver con el momento en el cual vivimos.

Es necesario, por lo tanto, no gestionar la salud en función de una suerte de “tendencias en temporadas”, sino mantener conciencia y conductas constantes de alerta en la población para evitar descuidos ante estas. Esto no solo es responsabilidad de los entes sanitarios o de salud, pues son precisamente estas organizaciones las que tienen que lidiar con estos males y las que están conscientes del precio a pagar cuando se desconocen estos azotes de la humanidad. Es más bien un llamado a la población en general a no subestimar enfermedades para las cuales no hay cura definitiva y que solo con medidas de prevención pueden evitarse.

Se insiste, seguirán apareciendo nuevas plagas para la higiene y sanidad humana, de eso no hay duda, pues históricamente ha sido así. Pero las respuestas, así como el manejo que demos a esas condiciones, determinarán si las sobrevivimos o no y gran parte de esto lo lograremos dejando de tratar  estos padecimientos como “modas” que se disipan en determinados momentos.

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