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El silencio de la razón

Arturo Castro.- El espacio público es muy interesante, ofrece un acceso a conocer lo que sucede en el entorno tanto cercano como lejano del ciudadano, la sociedad a través de este, establece vínculos con los hechos y los problemas que se presentan cotidianamente.

Es toda una aventura con imágenes extensas en los ámbitos más disímbolos, destaca el interés de los medios de comunicación por hacer una narrativa superficial de lo positivo por enfocarse a la nota delictiva de cualquier lugar.

El interés supremo de las instituciones oficiales, es decir que todo se encuentra bien y que estará mejor en un corto plazo, a pesar de los fenómenos sanitarios y meteorológicos que empañan la vida de los mexicanos, una vida que es feliz proclama el gobierno en turno.

Los efectos y defectos de las acciones públicas, privadas y personales se observan a toda hora, la sociedad está lejos de entenderlas y menos de visualizarlas como algo de bien, las imágenes y la realidad que se presentan son contradictorias, la tragedia social es la ignorancia y la ausencia de una real preocupación.

La voz de la sociedad no se escucha en ningún lado, a pesar de ello existen las protestas diarias de cualquier organización o grupo social, solo defienden sus propios intereses, afectando en ocasiones al resto por aquello de la toma de calles, puentes o carreteras.

Las necesidades colectivas son las mismas de siempre en el deseo de un mejor bienestar y un estilo de vida que compense la cobertura de necesidades básicas, sin aumentos a los productos y con mejores niveles de percepción salarial.

La relación gobierno-sociedad es verdaderamente intrigante ya que el primero lucha -o al menos así lo menciona- por llevar las políticas públicas a un mejor desarrollo y la segunda escucha discursos oficiales a diario sin programas que realmente beneficien al menos a mediano plazo, regalar dinero es una acción de hoy, gastarlo inmediatamente es un resultado necesario.

La fiesta política existe permanentemente, la gracia de los políticos entretiene al pueblo, por ello recuerdo aquella enorme poesía reír llorando, en la que se provoca la alegría sin sentirla; asimismo, las víctimas existen y son aquellas que votan sin razón alguna por la palabra más bella de la campaña electoral.

El silencio impera en medio de gritos de desesperación, ante la falta de justicia y equidad, las obsesiones por recibir una sonrisa superan lo complejo del presente, es la atadura de un sistema político que si bien no está mal integrado, sí peor interpretado.

La política gira constantemente aunque sus protagonistas sean los mismos de siempre, nunca se averigua qué es lo que pasa o porqué suceden las cosas, simplemente es una vida cotidiana que siempre permanece igual.

La razón parece ausente, pero mientras los tambores suenen el baile sigue, la sociedad parece no despertar teniendo mil formas de hacerlo. Los partidos se adueñan del espacio, sus miembros quieren elegir y ser electos, el debut está en todos lados, véase la migración partidista y política de los ciudadanos.

El silencio de la razón no tiene razón de ser, se necesita una sociedad emprendedora, que piense lo que quiere y fomente las acciones para obtenerlo, se debe dejar una vida de ocio y que por unos pesos o despensa, se aplauda o se castigue a través de la crítica constructiva o destructiva.

La sociedad tiene un futuro, siempre lo ha tenido, pero el engaño es superior como aquello de no gasolinazos que impactan en determinado momento por una elevación de precio de centavos que se convierten en pesos con el paso del tiempo.

Las experiencias del pasado tuvieron un valor y un sentido en su momento, en la actualidad se debe aprender de ello, la transformación se puede hacer lejos de la palabra, con acciones conjuntas de quienes dan y reciben.

La razón se forma con carácter y conocimiento, la lógica también, el silencio abdica el poder de opinar en la búsqueda de una mejor sociedad y un mejor país, con tapabocas por el momento pero por medida sanitaria.

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