Inicio LA OTRA NORMALIDAD El reto del desarrollo municipal

El reto del desarrollo municipal

Jorge Quintana Silveyra.- Es indudable que el municipio es el componente fundamental del estado, y residencia de los habitantes de nuestro país, En esta superficie tiene lugar el acto de gobierno, en este territorio se hace cotidianamente la actividad básica, que da su razón de ser a la organización administrativa del Estado y de los tres poderes en su respectivo nivel jerárquico.

Luego entonces, la prioridad de cualquier gobierno debe ser la consecución de los tres fines del orden jurídico en la esfera municipal, y por lo tanto, encaminar su plan de desarrollo al logro de la mejora en la calidad de vida de los habitantes de los municipios.

Sin embargo, son los municipios, mejor dicho, las administraciones municipales, las que tienen el último lugar en el reparto de los recursos económicos, para satisfacer las necesidades prioritarias de su territorio,

El pacto federal que da nacimiento a los Estados Unidos Mexicanos, dio al traste con la estructura política territorial y. en consecuencia, quien tiene el primer lugar en el reparto del presupuesto es el gobierno federal, luego los estados y por último los municipios.

Así, la cristalización de los grandes proyectos municipales y todos los demás, quedan a la voluntad de un gobierno centralista, anti-federal, que toma decisiones en base a intereses políticos y no responde a las necesidades de sus integrantes, los municipios; razón fundamental del pacto federal.

Los responsables de la administración municipal, sus presidentes y respectivo gabinete, tienen que emplear su tiempo en la tarea de tocar las puertas de funcionarios estatales, federales, diputados, senadores, para lograr apoyos para realizar obras que al final de su periodo, no tienen la importancia y trascendencia que requieren, pues siempre son pocos los recursos y muchos los trámites burocráticos para obtener esos recursos.

Y este es el círculo vicioso de cada periodo de gobierno que, como su nombre lo dice, ha enviciado la administración pública. Y el rezago económico, social y de infraestructura se incrementa ante la desesperación de los habitantes.

¿Cuántos municipios terminarían con el rezago si aplicaran en su beneficio, los recursos de los proyectos espectaculares del gobierno federal? ¿Cuántas quejas y protestas se acabarían, si se escuchara a los habitantes de los municipios?   

Lo más preocupante es que los estragos de la pandemia y la crisis económica que estamos experimentando, nos hará retrasar, por muchos años, el desarrollo de los municipios.

Mientras sigamos empecinados en privilegiar los proyectos personales, mientras no escuchemos a la ciudadanía, mientras sigamos empeñados en los caudillismos y la servidumbre, mientras no asentemos los pies en la tierra, seguiremos siendo ciudadanos y ciudadanas sin esperanza.

La esperanza no es un slogan político, es un sentimiento de mejora, un deseo de un mañana seguro y cierto para todos y no podemos jugar con ese sentimiento en aras de un oscuro porvenir, de un sistema carente de humildad y humanidad.

Artículo anteriorLa Cuarta Transformación va, le pese a quien le pese
Artículo siguienteEn la Hoguera