Doctor Omar Bazán Flores (*).- Según datos del “Índice Planeta Vivo”, durante el periodo de 1970 al 2020, el tamaño de las poblaciones de fauna silvestre, en un estudio focalizado, se redujo en un 73%. Lo que más preocupa a los investigadores es la baja en la población media de las abejas.
Esto implica una pérdida de la naturaleza como la conocemos y está trayendo graves consecuencias para la humanidad.
La estadística es irrefutable Los datos son irrefutables y nos obligan a tomar conciencia, también a tomar medidas en lo individual y lo colectivo.
En el documento del Índice, que se publicó recientemente bajo el nombre “Un Sistema en Peligro”, se informa que la reducción de la fauna se basa en el seguimiento de casi 35,000 tendencias poblacionales de 5,495 especies de anfibios, aves, peces, mamíferos y reptiles. Las poblaciones de especies de agua dulce son las que han sufrido el mayor declive, con una caída del 85%, seguidas de las terrestres (69%) y las marinas (56%).
Cuando una población cae por debajo de un determinado nivel, es posible que esa especie no pueda desempeñar su función habitual dentro del ecosistema, ya sea la dispersión de semillas, la polinización, el pastoreo, el ciclo de nutrientes o los muchos otros procesos que mantienen los ecosistemas en funcionamiento. Un ejemplo de ello son las abejas.
Las poblaciones estables, a largo plazo proporcionan resistencia frente a perturbaciones como enfermedades y fenómenos meteorológicos extremos; un descenso de las poblaciones, como muestra el IPV global, disminuye la resiliencia y amenaza el funcionamiento del ecosistema. Esto, a su vez, debilita los beneficios que los ecosistemas proporcionan a las personas: desde alimentos, agua limpia y almacenamiento de carbono para un clima estable, hasta las contribuciones más amplias que la naturaleza hace a nuestro bienestar cultural, social y espiritual.
Especialistas indican que, junto a la crisis ambiental, la humanidad enfrenta otro problema, y es el saneamiento convertido en un desafío global, pese a los avances tecnológicos y humanos.
Estas alertas son de cuidado y nos obligan a retomar las políticas de sostenibilidad ambiental, la gestión del saneamiento y la implementación de la economía circular.
Estos conceptos pueden contribuir a la conservación del planeta y al desarrollo económico, al mismo tiempo que se busca mejorar la calidad de vida de las personas.
La economía circular se presenta como un modelo alternativo al tradicional modelo lineal de “tomar, hacer, desechar”. En lugar de la extracción de recursos naturales y la generación de residuos, la economía circular busca maximizar el uso de los recursos, reducir el desperdicio y reciclar o reutilizar los materiales.
Debemos implementar soluciones integrales y locales que adapten las tecnologías de saneamiento y economía circular a las realidades culturales, sociales y económicas de cada comunidad.
Las soluciones deben involucrar tanto a las autoridades públicas como a las comunidades locales en la creación de infraestructuras sostenibles y resilientes.
Para avanzar hacia un futuro sostenible, se destaca la importancia de la innovación tecnológica. Nuevas tecnologías pueden ayudar a transformar los sistemas de saneamiento, haciéndolos más eficientes, sostenibles y adaptables a los cambios climáticos. Además, estas tecnologías pueden facilitar la implementación de la economía circular a través de mejores métodos de tratamiento de aguas y residuos.
(*) El Doctor Omar Bazán Flores es Rector del Instituto Estudios Superiores de Chihuahua