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El gran reseteo

Marcos Barraza Urquidi.- La pandemia es una realidad, una realidad cruel que vemos en las cifras y sentimos en la tristeza y dolor de los que se han ido, pero también es una narrativa, un relato desde el poder, de los medios masivos nacionales e internacionales

Una manipulación global por actores pocos serios como la OMS con criminales recomendaciones. Es una narrativa que empieza con un murciélago y termina con una vacuna, que nos ha mantenido en casa, que nos modifica la cara con una máscara que impide la comunicación expresiva, un terror que nos aleja de los amigos, de los conocidos y hasta de los familiares.

La narrativa continúa con la “nueva normalidad”, la cual pasa por el gran reseteo, esto es, eliminar el pasado e iniciar de cero, eliminar lo bueno y malo que habíamos construido para que desde el poder manejen la vida después de la pandemia. Construir un mundo nuevo de la nada, donde nuestra participación sea mínima.

La nueva normalidad no se construye en más conciencia social y solidaridad como presume “El Foro Económico Mundial” de junio del 2020, donde hablan de cómo “Reconstruir la sociedad y economía mundial”.

El reseteo es nuevo solo en el nombre, este grupo del poder viene trabajando desde hace décadas en una ingeniería social perversa, que pasa por la destrucción de la pareja y la familia con un feminismo salvaje y destructivo que pone al hombre como el villano y móvil a destruir, que promueve la pareja estéril como medida de control de la población, que mantiene a la religión acusada de fanatismo y la encierra en los templos, un grupo poderoso al cual la pandemia le cayó “como anillo al dedo”.

En forma elegante proponen la idea de Goethe de que “Un nuevo mundo solo puede existir donde lo viejo perece violentamente”, una historia que bien se puede remontar a la revolución francesa que propugnaba en “vaciar de alguna manera el espíritu humano de todas las ideas sobre las que, hasta ese momento, se habían fundado el respeto y la obediencia”; el reseteo es la continuación de la “deconstrucción” fabricada por ingenieros sociales ligados al poder global.

La nueva normalidad propuesta no solo exige no mirar atrás, sino algo mucho más radical: “No tener atrás nada que mirar” y para esto destinan enormes recursos para propagar sus ideas a través del financiamiento de partidos políticos y organizaciones en todo el mundo, pero no crea que es dinero que generosamente sacan de su bolsa estos hombres inmensamente ricos, sino de los impuestos que debían de pagar y redireccionan a sus fundaciones.

El caso más visible es el de George Soros y su fundación que dedica más de mil millones al año a promover la ideología de género, donde está en forma implícita la desaparición de la familia en el relativismo de engendros múltiples diseñados por el Estado, el confinamiento de las religiones a las cuatro paredes de los templos y el ridículo público, reemplazar las lealtades nacionales por un globalismo confuso.

El arte se embelesa con lo feo y la filosofía ya no busca defender la verdad sino aniquilarla. El lenguaje es condenado y las humanidades son despreciadas. El simulacro se prefiere a la realidad. El amor romántico se desprecia, lo mismo que la maternidad. El reseteo se dará, sobre una civilización en gran medida ya reseteada. Aunque nuestra cultura ya había sido enviada a la papelera de reciclaje antes del Covid-19.

El reseteo final propone borrar sus huellas, las últimas esperanzas de tener algo sólido a que aferrarnos. Arrastrados por la fuerza de una corriente en la que no existe ya nada que sujetar y que el hombre no puede hacer nada más que dejarse llevar. Como diría el poeta romano Horacio “Carpe diem”, “Vive el momento que pronto morirás”

“Deconstruir”, “resetear”, abrazar la “nueva normalidad” en cuya formación nuestra voluntad no puede siquiera darse el lujo de resistir.

Sin embargo, en respuesta a los poderes globales hay otra alternativa, la humanista, la que busca la reconstrucción, esto es, devolver a nuestras vidas todo lo valioso que nos fue arrebatado en las últimas décadas, valorar las formaciones sociales que fueron construidas a través de los siglos usando el método de prueba y error, las cuales recogen lo mejor de la experiencia humana.

El fin de la pandemia nos ofrece dos opciones, transformarnos en el hombre atomizado y controlado por el Estado o la reconstrucción de la sociedad civil basada en la familia, las iglesias, las empresas, las asociaciones civiles y comunitarias surgidas de las personas, no del Estado.

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