Alejandro Zapata Perogordo.- El escenario no pinta nada bien, los errores y las pifias van al alza, han puesto al país de cabeza; la cuarta transformación en su afán de apoderarse de todos los controles lo pone en una situación crítica que a nadie beneficia.
Echando mano de una mayoría parlamentaria y la fuerza de un ejecutivo sin ningún contrapeso efectivo, decidieron desmantelar el régimen institucional y la división de poderes, con la clara intención de transitar al autoritarismo.
Así, se han dedicado a hacer añicos la Constitución llevando a cabo de manera atropellada una serie de reformas al pacto fundamental, algunas de ellas, inclusive contrarias a los elementos básicos de la propia carta magna.
Los vicios y el desaseo para modificar el texto de la norma suprema dieron cuenta de hasta dónde estaban dispuestos a llegar, pues no solo se brincaron las formas más elementales en la práctica parlamentaria, también pecaron de ignorantes al introducir cuestiones contradictorias, mal redactadas e incurrir en omisiones graves, producto de la improvisación, las prisas y falta de conocimiento en la materia.
Inmersos en sacar adelante una elección de jueces, magistrados y ministros a como dé lugar, se atrevieron a ignorar resoluciones de amparo que les ordenaban suspender los actos, rompiendo la fragilidad del Estado de Derecho y dejando a la Constitución por debajo de su voluntad; primero la fuerza política y del estado ante la legalidad.
Es obvia la crisis constitucional, ante la inobservancia de sus principios básicos que son el origen de la democracia, las libertades y el orden legal, que abre la puerta a la paz, el respeto, la tranquilidad, armonía social y el desarrollo, aspectos superiores que se ponen en riesgo al anteponer intereses de grupo frente al general.
No obstante, lo grave del asunto, por sus pifias se han topado con obstáculos insuperables que ellos mismos provocaron al modificar la Constitución, optando nuevamente y sin empacho alguno por pisotear su propio texto, brincándose las reglas que habían impuesto.
La imagen del gobierno en otras latitudes e inclusive al interior, se percibe plagado de corrupción, coludido con el crimen organizado, antidemocrático y autoritario, que no inspira confianza.
Sin embargo, eso no les interesa, aquí se manejan con otros datos, además se utiliza la regla: o estas con el régimen o te consideramos enemigo y atente a las consecuencias, no hay medias tintas.
Si, en efecto, se han radicalizado, no por convicciones sino por conveniencias, menos porque sean demócratas, sino que su estilo de gobierno es de corte fascista: estás a favor o estás en contra. No se acepta la pluralidad, si piensas diferente eres traidor a la patria.
Las mentiras y los engaños son el sello de la casa, la ética política quedó en el cajón de los olvidos; el concepto de servicio público lo ven como un espacio de manipulación de masas, no son los medios lo importante, sino conseguir los fines.
Se acabaron el pudor, la vergüenza y la decencia, lo mismo protegen a violadores que a ladrones. ¡Pobre México!, “dime con quien te juntas y…”