Lic. Héctor Ramón Molinar Apodaca.- ¿Hasta dónde ha llegado la corrupción en el mundo, como para solidarizarse en algunos de los derechos humanos que permiten ciertas libertades en alto grado de riesgo para la vida? ¿Qué intereses existen alrededor de la política internacional, que exige legislar como derecho humano dañarse a sí mismo para que seas considerado normal?
Estas preguntas son derivadas de algunos cuestionamientos relacionados con la educación de menores, en la salud y en la vida como valor supremo del ser humano.
Los expertos en salud pública han informado el daño que causa fumar cigarrillos, puros y la marihuana. Como también el consumo de bebidas embriagantes, drogas y medicamentos controlados que provocan adicción y que aún así se está privilegiando su uso y consumo en lugar de prohibirlo, pues las leyes humanas son para regular la conducta humana, para que no se cause daño a sí mismo ni a terceros.
Es increíble la promoción de la ideología de género para permitir que las niñas y niños que pudieran ser lesbianas y homosexuales, decidan en su indefinición de otra más, aprobando los cambios físicos que soliciten aún siendo menores de edad. Actualmente se han aprobado un elevado número de significados para otorgar la identidad de género sin importar el sexo con el que nacieron. Incluso, deja de tener relevancia la definición sexual tradicional de hombre y mujer.
Más allá de la inocencia aparente de los gobiernos que insisten en reformar la vida tradicional, pudiera tratarse de un experimento para traficar con personas en la degeneración sexual y legalizar actos aberrantes como la pederastia y la pedofilia, utilizando a las niñas y niños para satisfacer egos, enfermedades mentales y desequilibrio en las religiones, cultura, tradiciones y costumbres arraigadas en los países que se rebelan contra estas “ideologías”.
Cómo concebir que haya padres que apoyan los cambios físicos de sus hijos e hijas, mediante la castración o inyección de hormonas para que le crezcan los pechos, siendo cuerpos inmaduros y con ausencia de conciencia para recibir tales tratos.
Cómo entender que las legislaturas pretenden atender estos temas que destrozan la espiritualidad y la mente a inocentes criaturas ante lo que ya se considera como “normal”, por un reducido grupo de poder en la ONU.
El otro tema que se vincula es el Pin Parental, que determina la educación sexual a las niñas y niños bajo el control del Estado y sin que los padres intervengan en la inclusión de temas de diversidad sexual, con clases de ética y moralmente controvertidas.
El problema es quién define lo ético y lo moralmente controvertido. O más aún, cómo estructurar una educación conforme lo estipulan los derechos de las niñas y los niños establecidos en los tratados internacionales. Seguimos sin entender el significado de “interés superior del menor”.
Lo mismo sucede con otro derecho humano, la autorización para los tatuajes en la piel humana, bajo la ignorancia del daño y riesgo de enfermedades que se infiltran con las tintas. Dicen los expertos de la salud que puede ocasionar cáncer, alergias y problemas graves en el embarazo, según la parte del cuerpo que es tatuada.
Sin embargo, es otro derecho humano, que se hagan daño y cambien de apariencia porque no se aceptan como son. Según expertos en psicología, quien se tatúa lo hace como un acto de rebeldía social, pues no admite ser lo que es y como es. Algo anda mal según la psicología como para dejarlo al arbitrio de menores sobre todo, que ya lo ven como algo normal.
Finalmente ¿por qué dar la razón a mujeres que desafían a la naturaleza apoyando el aborto? Porque han sido ultrajadas y violentadas según la mayoría, pero el problema no se termina autorizando el aborto como un derecho humano, si va contra la vida de otro ser humano. Tema por demás discutido y ahora bajo la premisa de despenalizar el aborto, porque es injusto que la mujer esté en prisión por abortar, aparte del daño emocional que causa la decisión de hacerlo y las lesiones físicas que cicatrizan como seña de que no se borra.
Lo que es cierto en parte, pues creo que la mujer no debe pisar la prisión sino los médicos que realizan el aborto, así como los cobardes que se dicen hombres y que embarazan a las mujeres indefensas o engañadas.
La solución es comenzar por exigir en los adultos el respeto hacia los demás y en especial a las niñas y niños. Los padres que son adictos a bebidas embriagantes y a las drogas cuyo ejemplo daña la inocencia y causa violencia física y emocional, deben ser sometidos a rehabilitación psicológica y médica según el grado de adicción, incluyendo a los menores que ya lo son.
Los derechos humanos no deben satisfacer egos ni costumbres extranjeras que dañan las creencias y culturas que son parte de nuestra esencia.
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