Aída María Holguín Baeza.- En enero de este año, a tan solo unos días de que la OMS fuera notificada acerca del brote de una nueva cepa de coronavirus causante de una nueva enfermedad mortal, y meses antes de que la misma OMS la declarara pandemia, la carrera por encontrar la vacuna ya había comenzado.
Fue gracias a que científicos investigadores chinos identificaron la primera secuencia genómica del SARS-CoV-2, y a que inmediatamente pusieron los datos a disposición de investigadores de todo el mundo, que dicha carrera comenzó y ahora, 11 meses después, se encuentra en el tramo final.
Y mientras que hace once meses la comunidad científica internacional expresaba escepticismo respecto a la posibilidad de que se encontrara una alguna vacuna contra la Covid-19 antes del 2021, ahora que ya la hay, y que Rusia, Reino Unido, EU, Canadá, México, el Vaticano y España -entre otros- ya autorizaron la distribución y uso masivo de alguna de las dos primeras vacunas disponibles para tal fin (Rusia la Sputnik V, y el resto la de Pfizer-BioNTech), el escepticismo por parte de algunos sectores de la sociedad mundial es en torno a la intención, la seguridad o la eficacia de éstas.
Si bien en el caso de Rusia el escepticismo es razonable dado que la Sputnik V es una vacuna cuyo proceso ha sido poco transparente; en el caso de la vacuna de Pfizer-BioNTech sí existe evidencia suficiente que prueba su alto nivel de seguridad y una eficacia de aproximadamente 52% con la primera dosis, elevándose a 95% con la segunda.
Entonces, en el caso de la vacuna de Pfizer-BioNTech, el escepticismo y la duda no tienen cabida; menos, cuando también hay evidencias que revelan la necesidad, la urgencia y la obligación moral de acatar las medidas de prevención y control de la Covid-19, lo cual incluye la vacunación.
Y es precisamente por eso que resulta urgente y necesario combatir las teorías conspirativas y la desinformación que alimentan la desconfianza en las vacunas; de lo contrario, los niveles de vacunación estarían por debajo de lo recomendado por los expertos (entre el 60 y 75% de la población mundial).
El asunto es que, ante la polémica “vacunarse o no vacunarse”, la solución es: cuando existen suficientes evidencias científicas como en el caso de la vacuna Pfizer-BioNTech, ¡Definitiva y obligatoriamente sí!
En esta ocasión, finalizo parafraseando lo dicho alguna vez por el médico y divulgador científico sueco Hans Rosling: Amo el pensamiento crítico y admiro el escepticismo, pero solo en un marco que respete la evidencia. Entonces, si es escéptico acerca de las vacunas, haga dos cosas: asegúrese de saber cómo es morir por Covid-19 y, luego, pregúntese qué tipo de evidencia lo convencería de cambiar de opinión sobre la vacunación. Si la respuesta es ‘ninguna evidencia puede cambiar mi opinión’, está fuera de la racionalidad basada en la evidencia; y en ese caso, para ser coherente con su escepticismo sobre la ciencia, cuando se someta a una operación pídale a su cirujano que no se moleste en lavarse las manos.
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