Alejandro Zapata Perogordo.- La agenda nacional a partir de ahora y durante el próximo año va a girar en torno a los procesos electorales, la renovación de la Cámara de Diputados y quince gubernaturas, dadas las condiciones ponen un acento relevante, todo un parteaguas para definir el rumbo que debe tomar el país.
El riesgo de regresar al poder hegemónico con un partido de Estado acompañado de un gobierno autocrático ha orillado a instituciones políticas muy disímbolas tanto en su historia como en ideología, a superar los agravios y las diferencias del pasado para enfrentar juntos el inminente retorno al autoritarismo, decisión histórica de gran trascendencia.
Previo diagnóstico sobre la situación que vive el país, arriban a concluir que padecemos una crisis multifactorial del Estado, advirtiéndose el rompimiento del tejido social y la erosión del orden jurídico, elementos que justifican intentar la instalación de equilibrios, contrapesos, definición del rumbo y el establecimiento de reglas de convivencia política, social y económica.
Es evidente que al titular del Poder Ejecutivo le causó molestia esa alianza, al manifestar que tiene la razón histórica, considerando a las alianzas como un efecto en busca de privilegios perdidos.
Sin embargo, esa aseveración contrasta con una realidad, consistente en un modelo inacabado, el anterior se agotó y el proceso de reconstrucción de otro se canceló, volviendo las cosas a su estado original, aquel contra el que se luchó y que ahora denomina la cuarta transformación.
Así el enfoque de la lucha no se encuentra entre conservadores y liberales, término utilizado para la descalificación, pues la realidad consiste en combatir el autoritarismo; privilegiar la división de poderes contra la dictadura; el federalismo versus centralismo; la democracia frente a la imposición, el respeto a la pluralidad y las libertades, la convivencia armónica y la vida institucional.
En esas condiciones el mensaje es claro, la oposición se va a enfrentar al poder del Estado concentrado en una sola persona que ya está en campaña, reclamando una fuerza política por encima de todos, que viene de él mismo y sus fieles seguidores, es el líder máximo de su movimiento.
Ante tal panorama es obvio la desconfianza que permea en buena parte de la sociedad, pues son conductas que cercenan la democracia y las libertades, las actitudes mesiánicas conducen a la imposición.
El reto para la oposición no es menor, se encuentran obligados a apelar a la conciencia nacional, aprovechar la contienda para provocar todo un proceso de reflexión, con un discurso articulado y creíble, lo que requiere un profundo ejercicio de crítica y autocrítica, de apertura, inclusión y alianza con la sociedad.
Por lo mismo es indispensable la postulación de liderazgos probos, auténticos y vinculados con su electorado, perfiles que sean capaces de inspirar la confianza ciudadana en la coyuntura. La tarea es mayúscula pero necesaria.
La crítica a los Partidos Políticos y organizaciones sociales que impulsaron la alianza, en el sentido de un exacerbado pragmatismo, abandono de ideología y pérdida de identidad, carece de sustento, pues precisamente son los principios originales los que dan pauta y cabida al esfuerzo compartido, al ver amenazado el sistema democrático y modelo de gobierno lo que está de por medio, que constituye un bien trascendente y superior, las urnas y el tiempo tendrán a su cargo la razón histórica, que pertenece a la Nación y no al caudillo.