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COVID-19: La cuarta ola

Aída María Holguín Baeza.- El próximo 30 de enero se cumplen dos años desde que la OMS emitió una declaratoria de emergencia de salud pública de importancia internacional por el brote de un nuevo tipo de coronavirus.

Hoy, a dos años de aquella declaratoria, un cuarto rebrote de la enfermedad causada por el ya conocido virus SARS-CoV-2 amenaza nuevamente a la salud pública mundial, pero ahora es particularmente preocupante porque se trata de una cuarta ola que, impulsada por la más reciente variante del virus denominada ómicron, crece y avanza a gran velocidad.

Es cierto que todavía no hay información suficiente para determinar con exactitud la gravedad de la variante ómicron, pero también es cierto que ya existe evidencia científica que ha demostrado que la ómicron se está propagando con mayor velocidad que la variante Delta y, por lo tanto, que de las demás variantes del SARS-CoV-2 hasta ahora identificadas.

Es precisamente por la rápida propagación de la ómicron, y porque aún no hay información sobre la eficacia que en ella tienen las vacunas y los medicamentos hasta ahora disponibles para combatir la COVID-19, que la nueva amenaza a la salud pública mundial es motivo de preocupación.

Es decir, si a la velocidad con la que la ómicron se esparce le sumamos que no hay certeza de que las vacunas y medicamentos disponibles contra la COVID-19 sean efectivos para combatirla, que de ser efectivos aún hay quienes -por distintos motivos- no están vacunados y que la mayoría de las redes y centros especiales para identificar, atender y aislar a pacientes COVID fueron desmantelados, queda claro porqué la cuarta ola es de preocupar.

En el caso de México, es mucho más preocupante porque, al igual que en los brotes anteriores, las autoridades “competentes” de la cuatro-te se han dedicado a desestimar el riesgo potencial e impacto que pueda tener el cuarto pico de contagios y, por eso, han omitido establecer e implementar medidas pertinentes y oportunas orientadas a reducir los riesgos y a mitigar su impacto.

El asunto es que, si bien -hasta el momento- todo indica que la infección por ómicron supone menor riesgo individual de hospitalización y fallecimiento, que esa suposición resulte verdadera dependerá -en gran medida- de que las disposiciones oficiales en materia sanitaria y de salud pública se hayan establecido e implementado de manera oportuna y, por supuesto, acordes a la dinámica actual de la pandemia de COVID-19. Eso, sin dejar a un lado que lo que como ciudadanos hagamos o dejemos de hacer también será factor determinante de lo que de la cuarta ola resulte.

En esta ocasión, concluyo parafraseando lo dicho por el neurocientífico y escritor indio Abhijit Naskar: Ante la inminente llegada de la cuarta ola, quédese en casa si es posible, use cubrebocas en establecimientos y espacios cerrados y públicos, mantenga la sana distancia y lávese las manos frecuentemente con agua y jabón. Y, sobre todo, no comparta teorías de la conspiración porque eso dificulta las tareas de quienes trabajan en el frente para mitigar y contener la pandemia.

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