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Alejandro Cortés.- Las señoras suelen criticar a sus esposos de que son incapaces de encontrar algo en el refrigerador… ¡Cuánta razón tienen! Es verdad, los hombres no podemos ver muchas cosas que tenemos enfrente. 

No me voy  a detener a exponer las razones de este fenómeno, entre otras cosas porque no tengo la menor idea de cuáles son. Simplemente sucede, y ya. 

Tampoco puedo saber si es por mi avanzada edad o por otros motivos por qué suelo perder tantas cosas; quizás sea por la “perversidad de la materia” que se dedica a esconderse cuando las necesito.

Me sucede frecuentemente con mis plumas, papeles con notas que necesito… ¡Llegando al extremo de buscar los anteojos que traigo puestos! Pero en fin, la cabeza, y el resto del cuerpo, nunca los pierdo.

En varias conversaciones con amigos y conocidos, cuando comento sobre esto, suelo escuchar que lo mismo le sucede a ellos. No es un consuelo, pero me ayuda a no sentirme fuera de la especie humana. Como dicen los argentinos: “Normal, che, normal”.

Algo que he aprendido cuando no encuentro algo —antes de salir a buscarlo por todas partes, o suponer que alguien me lo escondió o me lo robaron— y recordando lo que me ha enseñado la experiencia, es que muy probablemente lo tenga muy cerca de mí, al alcance de mis manos. 

Ahora bien, hasta aquí me he referido a cosas materiales. Quizás nos convenga echar un vistazo a temas más importantes. En ocasiones estamos metidos en problemas de trabajo, de familia o de salud y en nuestras cabezas rondan ideas de que aquello no tiene solución.

Es el momento de ser completamente sinceros con nosotros mismos y, venciendo el miedo a descubrir la parte de culpa que podemos tener, ponernos a buscar la solución. Resulta asombroso darnos cuenta que en muchas ocasiones, la solución a esas dificultades está más cerca de lo que pensábamos; la tenemos al alcance de la mano y —lo más importante— son asuntos que dependen de nuestra actitud.

De manera semejante a como un papel puede estar escondido debajo de otro, el remedio de muchos problemas puede estar debajo de nuestro orgullo y de nuestra comodidad. Aquí están, en definitiva, las mayores y más frecuentes causas de esos asuntos dramáticos que nos quitan la paz, y por lo mismo, la alegría. 

Un ejemplo de esto: Yo puedo tener sobre mi escritorio la aguja y el hilo que necesito para pegar un botón, pero si tengo puestos unos guantes de Box no podré tomarlos y coser. 

Sé que los veo, sé que están cerca, sé lo que debo hacer, pero hasta que no me decida a quitarme los guantes no podré tomarlos para conseguir lo que necesito. 

¡Cerca! ¡Cuántas veces tenemos muy cerca de nosotros las soluciones para evitar y resolver asuntos de todos los tamaños! Por eso resulta decisivo estar dispuestos, con obras y de verdad, a hacer lo necesario.

Asunto importante: Enseñar a los niños para que entiendan esto, en vez de solucionarles y facilitarles sus deberes. Así podremos ayudarlos a lo largo de sus vidas a ser más eficaces y felices.  

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