Daniel Valles.- Entre la gente existen muchos mitos que se mantienen con base en la repetición de los mismos. Suceden por varias razones. Una porque suenan y se escuchan bien o porque quienes los comentan aparentan poseer una gran sapiencia, aunque de cierto tengan poco o nada. Se oyen bien. Hay muchos. Como ejemplo citaré solo dos.
El primero tiene que ver con el reciente comentario que “nuestro ya no tan querido presidente” dijo hace un par de días, cuando en su conferencia mañanera le preguntaban sobre los problemas que su régimen enfrenta para combatir al crimen organizado.
De nuevo mencionó que la estrategia es la de: “abrazos, no balazos”. Pero ahora agregó sobre la Ley del Talión y parafraseó a Mahatma Gandhi. El presidente dijo que prefería o se guiaba por el Nuevo Testamento y no por el Antiguo Testamento que es donde se habla de “ojo por ojo y diente por diente”.
Para quienes conocen de manera ligera el Antiguo y el Nuevo Testamento y poco o casi nada de Mahatma Gandhi, la expresión puede sonar como de mucha humildad. Pero refleja una profunda y estólida ignorancia. ¿Por qué?
Porque el Nuevo Testamento en su doctrina integral no indica algo así como el equivalente a los abrazos y no balazos para quienes cometen un crimen. Sino por el contrario. La doctrina o enseñanza es muy clara. La justicia debe prevalecer y quien la hace la debe pagar.
Y deberá ser la autoridad la que ejerza acción persecutoria contra los rufianes. Eso es claro. Así queda asentado por Jesús y además por el apóstol San Pablo, en su Carta a los Romanos, capítulo 13, versos 3 y 4 que dicen:
“Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella; porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo”.
La autoridad está para defender a quienes hacen el bien y castigar a quienes hacen el mal. Por esto lleva la espada. Ergo; el aforismo de entonces sería: “contra los malos, espadazos y no abrazos”.
Otro ejemplo que citaré hoy tiene que ver con quienes opinamos en los medios o somos periodistas o nos dedicamos al nunca bien ponderado y noble oficio de reportear las noticias.
“El periodista debe de ser imparcial”. Este aforismo es falso.
El periodista nunca será imparcial, debe ser verdadero en lo que dice y ser cierto. Es decir; comentará, reportará y hablará con la verdad de los hechos que está atestiguando.
Es una realidad y sobre todo en el caso de quienes opinamos o hacemos artículos de fondo, que nuestras creencias, nuestros marcos de pensamiento y referencia irán plasmadas en nuestro trabajo, en nuestra opinión.
La diferencia entre periodistas es la verdad que se plasme en su trabajo. En lo que diga sobre algo o alguien que bien puede ser contrario a nuestra creencia, a nuestro gusto o preferencia.
Cuando el periodista se encuentra ante la verdad, el buen analista, el buen articulista, el buen editorialista y periodista, el comentador de los acontecimientos diarios que es íntegro, el de verdad, debe reconocerla y apegarse a ella.
Nunca puede uno separarse de los marcos de referencia que cada uno tenemos. Es imposible. No habría opiniones encontradas. Es más, no habría opiniones. Punto.
Esto lo saben bien quienes en los últimos días han estado pugnando porque se repitiera el proceso para la selección de los nuevos consejeros en el INE. (Y que es votado mientras escribo, hoy miércoles).
El principal interesado en esto ha sido Mr. John Ackerman, el muy parcial comentador del actual régimen, el de López Obrador y su movimiento, Morena. Razón para las rabietas públicas que ha hecho el mister.
Otro hombre que tampoco puede ser imparcial y traicionar sus convicciones, es el actual diputado federal Gerardo Fernández Noroña, quien condenó la selección de las personas en las quintetas propuestas.
Ambos alegaron, discutieron y Mr. Ackerman se emberrinchó como párvulo, porque en las quintetas no quedaron personas “afines” a Morena. Es decir, parciales a Morena.
Eso representa dejar abierta la posibilidad a no controlar el INE desde adentro. Una acción que denota no solo el grado de parcialidad de Mr. Ackerman. Muestra el fruto de un carácter corrupto, que haría lo que fuera para favorecer a lo que su corazón y su preferencia le indiquen. Favorecer al objeto de su entrañable amor y admiración: AMLO.
Evidencias de esto hay muchas en el Internet. Todos sabemos bien que los consejeros no pueden decidir una elección. El INE ya no es como fue la otrora Comisión Federal Electoral, que en su tiempo manejó Manuel Bartlett, actual director de la CFE en este régimen y al que se le “cayó el sistema”.
Sin embargo, los dirigentes de Morena y de todos los partidos saben cómo son y qué está en juego. Por lo mismo buscan tener a sus incondicionales ahí. Todos hacen así.
Solo que hay unos que ante la verdad, ceden. Pero no todos. Por eso las negociaciones que se han dado, donde a Morena no le fue bien con las quintetas.
De acuerdo a expertos en la materia: “la llegada de nuevos consejeros no pone en riesgo la certeza de las elecciones, pues hay blindajes probados, pero sí es posible que el grupo político en el poder intente vulnerar la autonomía del INE si sus integrantes no muestran independencia plena”.
¿Qué se busca en los consejeros? Solo la habilidad de actuar con base en la autoconciencia y libres de toda influencia. Lo que sí es posible hacer. Cuando uno opera fuera de mitos e irrealidades. Cuando permanecemos apegados a la verdad y la justicia.
Lo que sí promueve el Nuevo Testamento. Donde está, El Meollo del Asunto.