Por Manolo de la Laguna .- Era domingo y mientras esperábamos en la televisión el programa vespertino Los Conspiradores, comíamos en compañía de la distinguida señora Manchega (pichó la comida), un “chapsuy” con camarones “ar” coco y como postre un buen café, entre teclazo y teclazo, para darle forma a esta “colaboreichon” taurina, donde nuevamente, con la imaginación, rogámoste, amable lectora, (or) te traslades a la región andaluza de España y si la conoces mejor.
En Utrera, un municipio de Andalucía, nació un torero todo alarde, todo arrojo y temeridad, en esa época, el valor en los toreros poco importaba, pues para triunfar en el toreo a principios del siglo XX en la tierra de Los Reyes Católicos, había que ser temerario, con las consecuencias que el enunciado implica, sobre todo, cuando se toreaba en la plaza de toros de Ronda, la plaza de piedra, la plaza de los toreros machos, según “er” poema.
Este torero “andalú”, a los 16 años 16, tomó la alternativa en la gitana Sevilla, la tarde del 22 de junio de 1799, siendo su padrino Jerónimo José Cándido y pronto el utreño, se convirtió en un mito de la torería española, conociéndose también su toreo, en el país vecino de Portugal, tierra lusitana de saudades, saraos y el sabroso oporto, donde años después, en Cova de Iría, Fátima, a tres pastorcillos (dos niñas y un niño) se les apareció la Virgen María, a quien los clericales de la época, le otorgaron la advocación de Nuestra Señora del Rosario de Fátima. Aclaramos que religiosos, religiosos, no “semos”.
La tarde del 20 de mayo de 1820, en la plaza de toros de Ronda, se dio una corrida de toros, el encierro fue de la ganadería de José Rafael Cabrera y un toro viejo de 7 años 7, un auténtico marrajo, le infirió a nuestro personaje, una mortal cornada cuando entró a matar, cayendo muerto sobre la arena, donde después de algunos días, le darían cristiana sepultura, precisamente en el lugar donde cayó sin vida, así murió el torero de Utrera, Sevilla, Francisco Herrera Rodríguez, “Curro Guillén”. Vale.