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¿Vive tu corazón acorde al de Santa María de Guadalupe?

Antonio Fernández.- ¿Dónde quedó el fervor de la oración y devoción que inclinara al cristiano católico al amor y fidelidad a su Madre la Guadalupana? ¡Perdido! A pesar que el mexicano se cierre, niegue y haga oídos sordos para huir del amoroso corazón maternal de Santa María de Guadalupe, siempre escuchará lo que nunca Ella ha cesado en animarnos: “Hijo mío, el más pequeño, ¿adónde vas?”

¿Qué clase de hijo eres que cuando Nuestra Madre del cielo vino a este México a vencer los males del alma dirigidos a tu corazón y a todos los que han pasado por esta Nación, pretendes inútilmente esconderte de la que ve a todos lados?

¿Entonces por qué continúas en tu incredulidad a la que cada vez más te arraigas? ¿Te molesta porque te pregunta “A dónde vas?” La voz de Nuestra Madre aprieta, pero no ahoga, y sacude misericordiosa profundamente el alma.

Cuando la persona carece de fe, vive en un vacío que le impide entender que Nuestra Madre es misericordiosa, es Madre amable, Madre admirable, Madre del buen consejo, a pesar de sus bondades maternales está el inexplicable alejamiento del hijo a su Madre del cielo.

Ella ha sido persiste en su amor maternal de palabra y obra, bueno es hacer propia la palabra de nuestra Madre, que para ella es compromiso de salvación dispuesto por su divino Hijo. Reza en el Tepeyac: “No estás bajo mi sombra, no soy tu salud, por ventura no estás en mi regazo que más has menester, que ya no te preocupe ni te aflija ninguna otra cosa”. Entonces preguntas: ¿Vive Santa María de Guadalupe en mi corazón? ¿Cuál es tu respuesta?

La respuesta de Santa María de Guadalupe al vacío espiritual de hoy ha sido que su presencia maternal continúa de la misma forma como fue dispuesto por su Santísimo Hijo en la cruz.

Lo ha cumplido sobradamente desde que México fue un infante o sea, después de la Conquista surgió como Nación Independiente y Ella hasta ahora ha caminado a nuestro lado cinco siglos.

Inició con Juan Diego la evangelización y dar los primeros pasos pues en él están representadas todas las generaciones de mexicanos que bajo su manto de Madre continuamos, como amorosamente se refirió a nuestro pueblo: “El más pequeño de mis hijos”.

Hoy debiéramos ser como fueron nuestros antepasados: amorosos devotos de la Madre de Dios Santa María de Guadalupe, pero es lamentable a la generación que nos ha tocado vivir ser arrastrados en su inmensa mayoría los bienes que sin merecer recibimos de Nuestra Madre, tan envueltos en las cosas del mundo se está que no se deduce los llamados de Dios, ni los ruegos de María.

Muestra de ello es no poder sostener tu mirada a la mirada tierna de nuestra amorosa Madre que anhela conmover el corazón, y sin razón alguna se elude mirarla.

El punto es que el corazón del mexicano hacia ella se ha enfriado, en muchos endurecido tanto que no quieren saber nada de su Madre Guadalupana, pocas son las voces que dan sincero reconocimiento y agradecimiento.

Pero ella vino no solo por ellos, vino por todos, porque para todos es su amoroso corazón desde el 9 de diciembre de 1531 cuando fue la primera aparición de Nuestra Madre en el Tepeyac al indio Juan Diego.

Disposición que no cesa, ni cesará, porque no es la disposición entre humanos en que hoy es y mañana no porque no quiero, en María su compromiso es con el Hijo de Dios que vino a salvarnos del pecado y ella Corredentora del género humano lucha porque abramos su corazón al suyo Inmaculado. Por ello hoy más que nunca tenemos más necesidad de su misericordioso amor maternal.

¡Razonemos! Si en el pasado elevó a su Santísimo Hijo con insistencia los pedimentos para superar las adversidades, hoy esta generación de mexicanos necesita acudir a Ella y por Ella ser sacudida y animada al arrepentimiento de las maldades en que está envuelta.

Luchar por vencer las negligencias en que se dejó seducir superando el infortunio en que vive, suplicando con limpieza de miras su clemencia aclamar: “Santa María de Guadalupe, Reina de México, Ruega por nosotros”.

Al pedirnos “Vivamente se erigiera un Templo”, México respondió no únicamente con los que se le han ido construyendo a través de los siglos hasta el de hoy, sino que se cumplió el anhelado deseo por el alma mexicana que su Santísimo Hijo quiso para su Madre.

Pero Él va a más, quiere que sean Templos vivos cada alma y corazón del mexicano para anidarse en Él, Nuestra Madre piadosa, dijo: desear ahí oír remediar nuestras miserias, penas y dolores.

Por muchas generaciones así ha sido, excepto la actual, las anteriores respondieron; “Madre Santísima de Guadalupe, perdona nuestro desconcierto, te preguntamos, como lo hizo a ti tu prima Santa Isabel, los hombres y mujeres de México: ¿A que debemos el honor que venga a nuestra Patria y a cada uno la Madre de mi Señor? Y tú has dicho: “A que me invoquen y en mí confíen; oír allí sus lamentos”.

Volvemos a preguntarnos: ¿Qué hemos hecho para tan especial distingo a nuestra tierra por la Reina del Cielo? No hay respuesta a esta pregunta. México entiende el agrado de Dios Padre, y lo que hay es el clamor agradecido y de júbilo.

Lo que hay es la expresión de fe de un pueblo que encuentra en Santa María de Guadalupe el amor de Madre deseosa al máximo de darse a sus hijos, los que ya no serán huérfanos ni presa del demonio.

Con María de Guadalupe ha quedado felizmente para siempre marcado nuestro destino histórico en el tiempo de la eternidad, pero habremos y debemos luchar por conservarla acrecentando nuestro amor y corresponder a Ella con obras.

Hoy esta generación camina en un mundo de ciegos y debe corregirse, no puede ni debe perder el bien por excelencia de vivir el corazón de Santa María de Guadalupe.

hefelira@yahoo.com

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