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Urge combatir el discurso de odio

Aída María Holguín Baeza.- Como dice Thomas Sowell, hay líderes que enseñan a sus seguidores a culpar de todos sus problemas a otras personas y a odiar a esas otras personas.

Sowell explica que eso sucede en países y épocas con líderes de grupos caracterizados por la situación de pobreza educativa y económica en la que, en mayor o menor grado, se encuentran sus integrantes.

En el caso de México, en tiempos de la 4T, la enseñanza del odio se da sin recato alguno desde Palacio Nacional y es encabezada por el presidente López Obrador quesque en el ejercicio de su libertad de expresión, argumentando que es su derecho. Y sí, la libertad de expresión es un derecho de todos, pero hay que ejercerlo con la responsabilidad debida; responsabilidad que, en definitiva, no se le da a los de la 4T.

El presidente López Obrador, su 4T y Morena se han convertido en los principales productores y emisores de discurso de odio. Sin recato alguno, desde Palacio Nacional contagian premeditada y deliberadamente de odio, prejuicios y resentimientos al pueblo “bueno y sabio” aprovechándose de que éste sigue -y al parecer seguirá- sin darse cuenta del daño que su líder (su falso mesías) le está causando a todo el país y a todo el pueblo de México.

El meollo del asunto es que, aunque algunos no lo sepan, no lo acepten o lo nieguen, el discurso de odio en México, en tiempos de la 4T, ha llegado demasiado lejos; tanto, que combatirlo y contrarrestarlo es cada vez más difícil, pero no imposible.

Para combatir y contrarrestar el discurso de odio, dice la ONU, lo primero que hay que hacer es identificarlo, entenderlo y comprender cómo afecta a las personas y a la sociedad, y luego debemos educarnos para que nos quede muy claro que la libertad de expresión no significa libertad para generar y difundir el odio y que, por ende, combatir el discurso de odio no significa limitar o prohibir la libertad de expresión.

Combatir el discurso de odio, explica la misma ONU, se trata de impedir la escalada de la incitación al odio hacia algo más peligroso, en particular, instigando a la discriminación, la hostilidad y la violencia, lo cual, según el derecho internacional, sí está prohibido y, por ende, no tiene justificación ni cabida alguna en ningún lugar del mundo.

Por eso y muchas cosas es que urge combatir, prevenir y, así, contrarrestar el discurso de odio que, en el caso de México, se ha expandido, intensificado y normalizado merced a la intolerancia, rencores, odios y resentimientos infundados del presidente López Obrador.

A modo de reflexión sumativa, finalizo parafraseando lo dicho por la crítica cultural y escritora estadounidense Mikki Kendall: Independientemente de a quién se dirija o quién lo diga, debemos dejar de normalizar el discurso de odio y dejar de asumir que es inofensivo. Si bien es cierto que no todos los que hacen comentarios intolerantes o de odio cometerán actos violentos, nuestra normalización de ese tipo de retórica espantosa sirve como permiso tácito para que las personas con esos puntos de vista intensifiquen la violencia. Intervenir temprano puede salvar vidas.

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