Padre Eduardo Hayen.- Hace unos días, mientras en el Vaticano estaba en marcha el Sínodo de la Sinodalidad, las organizaciones “America” y “Outreach” organizaron un evento dedicado a la pastoral LGBT, con el fin de sensibilizar a los padres del sínodo sobre este tema. El Vaticano había dejado claro que esos tópicos controvertidos no serían parte de la agenda del sínodo, así que el ala más progresista de los jesuitas decidió hacer su propio evento para consolar a los católicos homosexuales y para quienes se sienten identificados con la ideología de género.
No solamente se trata de llevar consuelo sino, sobre todo, de empujar una agenda de género dentro de la Iglesia para avanzar hacia una nueva moral sexual católica. El sacerdote jesuita James Martin, presente en el evento, es uno de los adalides de este movimiento pro LGBTQ dentro de la Iglesia.
En el evento, avalado por la Curia general jesuita, participaron el obispo de Hong Kong, Stephen Chow Sau-yan –también jesuita–, quien inició la oración pidiendo al Espíritu Santo que “nuestra ignorancia y nuestros prejuicios se disuelvan”, además de algunos expositores casados con personas de su mismo sexo. Todos pidieron un cambio de perspectiva que permita a la Iglesia ser un lugar acogedor para católicos LGBT y reconocer su contribución a la comunidad eclesial.
Sin duda, las personas con inclinación sexual hacia su mismo sexo han contribuido y siguen contribuyendo a la edificación de la comunidad de la Iglesia en todo el mundo. Ellas no están excluidas de hacer sus aportaciones, al igual que las personas heterosexuales. Todos somos hijos de Dios y todos hemos recibido dones y carismas del Espíritu para el aprovechamiento de todos en el Cuerpo Místico de Cristo, especialmente para que crezca la santidad entre nosotros. Son los santos quienes embellecen la vida de la Iglesia y son esas vidas santas las que hemos de imitar.
El problema surge cuando algunos pastores y laicos en la Iglesia quieren normalizar las fracturas que tiene nuestra humanidad herida; la inclinación homosexual es una de estas fracturas. ¿Puede una persona con atracción al mismo sexo ser santa? Sin duda. ¿Puede una persona de la comunidad LGBT ser santa? No lo creo. Y la razón es porque la ideología de género normaliza las relaciones homosexuales, las promueve y además engaña a sus adeptos al decir que Dios mismo se hace presente en esas relaciones, bendiciéndolas. Eso contradice toda la Revelación bíblica. Por eso las relaciones homosexuales violan el orden natural y son pecado. Para caminar hacia la santidad, una persona que tenga prácticas homosexuales tendría que renunciar a ellas, abrirse a la gracia y dejar que Cristo restaure, paulatinamente, su sexualidad.
Las cuestiones de la sexualidad no son de poca importancia. Son un componente fundamental de la existencia del hombre en el mundo. De hecho, no podemos entender el cristianismo si no comprendemos la verdad y el significado de nuestra sexualidad. Desde el inicio hasta el final, toda la historia bíblica es la historia del amor nupcial entre un hombre y una mujer: Cristo Esposo y la Iglesia Esposa. Podemos decir que el plan de Dios desde la eternidad es “desposarse” con nosotros (Os 2,19), y para ello Dios dejó impresa su imagen en la relación del hombre y la mujer, y no en un tipo de relación pecaminosa.
Esto significa que todo lo que Dios ha querido revelarnos sobre quién es Él, quiénes somos nosotros, sobre cuál es el significado de la vida, cuál es la razón por la que somos creados, de qué manera hemos de vivir y cuál es nuestro destino final, todo esto está contenido, de alguna manera, en la verdad y el significado de la sexualidad y el matrimonio. Una nueva moral sexual solamente desfiguraría el cristianismo y la imagen de Dios en nosotros.